¿Renuncia o negociación?

Si las fuerzas democráticas deciden que la salida es la renuncia, se tendría que coordinar esfuerzos para el convencimiento de Estados Unidos y el resto de la comunidad internacional

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  • abril 29, 2020
  • 10:20 PM

Si las fuerzas democráticas deciden que la salida es la renuncia, se tendría que coordinar esfuerzos para el convencimiento de Estados Unidos y el resto de la comunidad internacional.

MANAGUA — El diario La Prensa publicó esta semana una editorial en la que critica la idea de una junta de Gobierno de Transición. En cambio, propone una salida a la crisis sociopolítica a través de elecciones libres y transparentes.

A pesar de que nunca he sido un entusiasta de la primera ruta, en la medida en que a veces sus defensores pecan de voluntaristas, tampoco creo que hay “eternizar” un camino en la medida en que esta no es más que la expresión de un consenso propio de una correlación de fuerzas determinada en un momento de la lucha.

Pienso, por el contrario, que hay, en este momento, algunos factores que influyen en un consenso casi tácito sobre la ruta de salida a la dictadura, es decir, la salida negociada.

Un consenso tácito de los poderes fácticos

El factor más fundamental ha sido que el ritmo de la lucha ha estado condicionado por ciertos poderes fácticos, sobre todo los grandes capitales, y la comunidad internacional; teniendo un peso importante la embajada de Estados Unidos en Managua. Para dichos actores, Ortega es un factor complejo.

Por un lado, sigue siendo el “hombre fuerte”, capaz de llenar el vacío de poder que se generaría frente a cualquier proceso insurreccional que lo haga renunciar por la fuerza.

Aunque también es un factor de inestabilidad, dado que la crisis sociopolítica que el mismo Ortega ha provocado ha destruido la confianza de los agentes económicos y, por ende, el clima de inversiones en Nicaragua.

Pese a lo dicho anteriormente, una salida negociada que desemboque en un proceso electoral libre, competitivo, transparente y observado, sería el camino más sensato y potable para los y las nicaragüenses, según los cálculos de estos dos actores. Sin embargo, este consenso no discutido de manera explícita por las fuerzas democráticas, tiene fecha de expiración: 2021.

Y es que la ruta de salida tiene un enorme defecto: se ha dejado a voluntad de Ortega. Para la estrategia del diálogo, la negociación, la reforma electoral y las elecciones libres, hace falta que Ortega actúe según las reglas limpias del juego democrático. Por tanto, si el autócrata no actúa con voluntad política antes de celebrar las próximas elecciones generales, la estrategia de la salida pactada, tal como le llamó Ramón Jáuregui, quedaría deslegitimada y rechazada, incluso por facciones de las fuerzas opositoras.

Hay que construir un verdadero consenso.

Tal como se dijo anteriormente, la estrategia se ha impuesto y bendecido “desde arriba” por la iglesia, por los grandes capitales y Estados Unidos, imposibilitándose, de esta manera, la construcción deliberada de una estrategia clara que, provisoriamente, ponga sobre la mesa el fracaso de la salida negociada y las elecciones libres, siempre una posibilidad en la gama de opciones de lo político.

Por tanto, un primer paso fundamental es que las fuerzas democráticas que conforman la Coalición Nacional, con presencia del sector privado agremiado en el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), construyan un verdadero consenso en torno a la ruta de salida, y decidan entre esta disyuntiva, que siempre ha estado presente en las discusiones, en torno a la renuncia o la salida negociada. Por tanto, la estrategia que debería de seguir la oposición al régimen y, sobre todo, el marco para la  transición política.

Un segundo paso necesario es la construcción de un consenso en torno a los mecanismos de presión internacional e interna. Si las fuerzas democráticas deciden que la salida es la renuncia, se tendría que coordinar esfuerzos para el convencimiento de Estados Unidos y el resto de la comunidad internacional, para que, argumentando la ruptura del orden constitucional, se avance en la aplicación de la Carta Democrática y se desconozca la legitimidad del gobierno de Daniel Ortega, exigiendo su renuncia, la instauración de un Gobierno de Transición, conformado por la oposición y facciones del FSLN, y la celebración de elecciones libres.

Sin embargo, dado que Ortega no renunciaría por simple convencimiento de estar haciendo lo correcto, también se necesita la construcción de un consenso en torno a mecanismos de presión internos, en donde todos los actores, de manera creativa, pongan de su parte para llevar a cabo acciones que solo ellos pueden poner en función, tal como los paros nacionales.

Por otro lado, si las fuerzas opositoras deciden que el dialogo y la negociación son la salida estratégica para una transición política a Ortega, se tendría que pensar cómo dicha estrategia no se deja a la voluntad de la dictadura.

Para esto es fundamental, tal y como se mencionó para el caso de la renuncia, construir una estrategia coordinada para presionar desde el ámbito internacional e interno, en pro de forzar, no solo la apertura de la negociación, sino las concesiones que la dictadura tendría que darle a las fuerzas democráticas en pro de una reforma electoral amplia y unas condiciones favorables para las elecciones generales próximas.

Más allá de la disyuntiva entre negociación y renuncia, que ha demostrado en el caso venezolano ser dos momentos de lo político en la contienda por el poder, ampliamente entrelazados, lo importante es que haya una claridad sobre la estrategia que se debe seguir para salir de la dictadura. Más aún, es fundamental darnos cuenta que no podemos dejar a la “suerte" de ciertos actores o a voluntad de Ortega la vida de millones de ciudadanos que hoy por hoy se encuentran ilusionados por vivir en libertad, justicia y democracia. Es momento de un salto cualitativo.

Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas  que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial.

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