Rosario Murillo: Un ascenso al poder entre purgas, represión y un legado de terror
El ascenso de Rosario Murillo al poder está marcado por años de represión, violencia y traiciones, cimentado en purgas internas en el sandinismo, encarcelamientos, exilios forzados y crímenes de lesa humanidad.
- enero 09, 2025
- 10:00 AM
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Rosario Murillo acaricia como nunca el poder. Llega, por fin, a la Presidencia de la República de Nicaragua, a sus 73 años, haciendo uso del poder tiránico expresado en la reforma constitucional que instaura un modelo dinástico en el país. No era su plan. Es más bien el resultado de una promesa a la que su marido, Daniel Ortega, le dio largas tras regresar al poder en 2007.
La legalización del título que lleva al escalafón más alto del Estado a Murillo es para de las modificaciones a la Carta Magna ordenadas por Ortega a finales de 2024 y que, según ha ordenado, debe ser la primera tarea a aprobar del periodo legislatico 2025 que inicia este 9 de enero. Así Murillo se convertirá en "Copresidenta", compartiendo oficialmente el control con su esposo.
Este ascenso; sin embargo, está marcado por años de represión, violencia y traiciones. Murillo ha cimentado su camino al poder con purgas dentro del sandinismo, encarcelamientos, exilios forzados y crímenes de lesa humanidad.
Analistas consultados por DESPACHO 505 coinciden en que su llegada al "trono" es producto de la usurpación, y que en su ambición ha sembrado el terror y traicionado, incluso, a su propia familia.
Rosario Murillo: la "Jezabel" contemporánea
Félix Maradiaga, politólogo y exreo político de la dictadura, compara a Murillo con Jezabel, la infame reina bíblica, señalando que su ascenso al poder ha estado acompañado de manipulación, crímenes y un falso aire de espiritualidad.
"Murillo ha utilizado su astucia y su retórica para envenenar las instituciones del país, cimentando una dictadura basada en el terror y la represión", explica Maradiaga.
Según el analista, la vicedictadora ha mostrado un desprecio profundo por la dignidad humana, respaldado por una supuesta fe cristiana, mezcla de esoterismo y violencia. "No hubo escrúpulos morales, filosóficos ni religiosos para instaurar la dinastía Ortega-Murillo", afirma.
Maradiaga describe a Murillo como la personificación de un régimen construido sobre la mentira, el culto político y las violaciones a los derechos humanos, subrayando que su ambición desmedida la ha convertido en una figura peligrosa para Nicaragua.
Purgas y traiciones en el camino al poder
El ascenso de Murillo comenzó con un acto de traición familiar que marcó un punto de inflexión en la política nicaragüense. En 1998, su hija Zoilamérica Ortega Murillo denunció a Daniel Ortega por abuso sexual y acusó a Murillo de complicidad. En lugar de apoyar a su hija, Murillo la descalificó públicamente, llamándola "mitómana" y eligiendo proteger a su esposo.
Este episodio, según analistas, fue el primer paso de Murillo hacia el poder total dentro del Frente Sandinista. A partir de entonces, desplazó a figuras clave del sandinismo, como Dionisio Marenco, Tomás Borge, Bayardo Arce y Lenín Cerna, para consolidar su control sobre el partido y las instituciones del Estado.
En 2007, con el regreso del sandinismo al poder, Murillo se convirtió en la principal portavoz gubernamental, proclamándose coordinadora de los Consejos de Comunicación y Ciudadanía (CCC), y del Poder Ciudadano (CPC) y figura central del régimen.
Desde allí, Murillo movía los hilos del poder, con la capacidad de destituir a ministros, viceministros y secretarios general. También, usó esa tarima para desmantelar a las organizaciones sindicales, dejando la exclusividad de éstas a Gustavo Porras, secretario general de Fetsalud y el Frente Nacional de los Trabajadores.
En el 2016, Murillo fue nominada como candidata a la vicepresidencia en la fórmula de Ortega. Tras las protestas de 2018, en las que más de 350 manifestantes fueron asesinados por orden del régimen, y la reelección fraudulenta de 2021, Murillo tomó medidas drásticas para garantizar su permanencia en el poder.
Ante la caída de la popularidad del sandinismo, que según encuestas no supera el 20%, Murillo y Ortega impulsaron reformas constitucionales que establecen una "copresidencia", un modelo en el que ambos comparten oficialmente el poder.
Estas reformas, que modificaron 130 artículos de la Constitución, también eliminan el principio de irretroactividad, permitiendo su aplicación inmediata.
Una dictadura cimentada en la represión
Eliseo Núñez, opositor e integrante de la Concertación Democrática Nicaragüense, sostiene que la copresidencia es una estrategia de Murillo para usurpar el poder, porque de otra forma no llegaría a la máxima magistratura del país.
"Murillo sabe que nunca ganaría una elección por voto popular", señala Núñez, destacando que su ascenso solo ha sido posible mediante represión, control social y manipulación legal.
"Estamos frente a un modelo dictatorial donde Rosario Murillo alcanza el poder no por mérito ni popularidad, sino por la fuerza y la represión", concluye Núñez.