Julio César Avilés convierte al Ejército en brazo armado de la dictadura, afirma Maradiaga
El opositor Félix Maradiaga considera que la jefatura vitalicia de Julio César Avilés causa frustración en los mandos militares, porque trunca los anhelos de ascensos.
- Managua, Nicaragua
- diciembre 22, 2024
- 11:09 AM
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La decisión de Daniel Ortega de prolongar la jefatura del general Julio César Avilés por seis años más, al mando del Ejército de Nicaragua, es para convertirlo en el brazo armado de la dictadura, expresó el opositor Félix Maradiaga.
“Este proceso ha desmantelado décadas de esfuerzos e inversión en su modernización institucional, transformándolo en un actor económico y político subordinado a intereses personales y externos. Los principios de la anterior Constitución Política, la Ley 290 y otros instrumentos jurídicos diseñados para garantizar un Ejército apartidista, profesional y no deliberante han quedado completamente anulados”, explicó Maradiaga.
En una edición especial de la Gaceta Diario Oficial este sábado, Ortega prolongó hasta 2031 el mandato de Avilés al frente de las fuerzas armadas, mediante el Acuerdo Presidencial 205-2024, y que a criterio de Maradiaga no es más que el desmantelamiento del Ejército.
Este es el cuarto periodo consecutivo de Julio César Avilés al mando de las Fuerzas Armadas, ya que fue nombrado jefe del Ejército desde el año 2009, cuando sustituyó a Moisés Omar Halleslevens. Avilés se convierte en el mando militar más longevo al frente de la Institución.
China y Rusia han convertido al Ejército en pilar del régimen
Maradiaga, quien es uno de los 222 prisioneros políticos excarcelados, confiscados y desterrados a Estados Unidos en febrero de 2023, señaló que la influencia de potencias comunistas como Rusia y China han convertido al Ejército en el pilar central para la continuidad de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, razón que debería causar preocupación en la comunidad internacional.
“La corrupción, la influencia extranjera de potencias como China y Rusia, y el servilismo político han hecho del Ejército el pilar central para la continuidad del régimen. Ante esta realidad, es imperativo que la comunidad internacional y los movimientos democráticos redoblen esfuerzos para denunciar y sancionar estas prácticas, al tiempo que respalden los anhelos del pueblo nicaragüense por recuperar la democracia”, señaló el líder político.
Maradiaga insiste que cuando Nicaragua recupere la democracia, se debería de replantear el nuevo rol del Ejército, para evitar que siga siendo utilizado a futuro para fines políticos que permitan la existencia de dictaduras.
“Cuando Nicaragua logre reconstituirse como una democracia, será imprescindible replantear el rol de las Fuerzas Armadas. Se deberá construir una institución militar o de seguridad que sea verdaderamente apartidista, profesional y al servicio de la nación. Incluso, sería pertinente abrir el debate sobre si Nicaragua necesita un Ejército o si, como han hecho otros países, puede prescindir de él para evitar su uso como herramienta de opresión”, dijo.
Frustración militar por prolongación de Avilés
Con la extensión del mandato de Julio César Avilés, el opositor observa una frustración interna entre los militares de bajo rango, quienes ven truncadas sus aspiraciones de ascenso dentro de las Fuerzas Armadas.
“El control absoluto de Ortega sobre el Ejército y la continuidad del general Julio César Avilés, que lleva catorce años en el cargo, no solo consolida el carácter partidista de las Fuerzas Armadas, sino que bloquea cualquier posibilidad de renovación interna. Junto a Avilés, los mayores generales Bayardo Rodríguez (jefe del Estado Mayor) y Marvin Corrales (inspector general) han formado un tapón institucional al permanecer en la Comandancia General durante siete años. Este esquema perpetúa una estructura cerrada en la que los ascensos y retiros dependen únicamente de los caprichos de Ortega y Murillo, anulando cualquier criterio de mérito militar”, observa.
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Con la prolongación de Avilés, el dictador Ortega ha colocado la última piedra funeraria sobre los rezagos de los principios constitucionales que aún sobrevivían. “Lo que queda en su lugar es un nuevo modelo de Estado: un sultanato tiránico, bicéfalo y medieval, en el que las instituciones están subordinadas a Ortega y su esposa, Rosario Murillo, quienes consolidan su poder con el Ejército como brazo armado de su régimen”, finalizó Maradiaga.