Las grietas que amenazan la asunción de Rosario Murillo como la sucesora de Ortega

La represión del régimen ha alcanzado hasta los miembros de sus propias filas. A lo interno, los mandos de las instituciones le temen a la todopoderosa Murillo que en los últimos años ha movido fichas para desplazar a los fieles a Ortega.

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Rosario Murillo, número dos del régimen de Nicaragua. EFE
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Despacho 505
  • septiembre 10, 2024
  • 02:00 PM

La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo vive pugnas internas por la desconfianza que se cierne sobre diferentes operadores políticos. En un proyecto dinástico como el que encabezan en Nicaragua los Ortega-Murillo, parecido al de una mafia, impera el “familismo”. De ahí que únicamente confíen en los miembros de su propio clan familiar. La grietas que se han abierto a lo interno amenazan el ascenso de Murillo como la heredera de Ortega en el poder. 

“Solo creen en la familia. Eso genera una vigilancia en el resto que se vuelve enfermiza”, valora la excomandante guerrillera Monica Baltodano. La disidente sandinista señala que la dictadura ha ejercido tanta presión o represión sobre la sociedad nicaragüense, para mantenerse en el poder, que los efectos han alcanzado a sus propias filas.

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En los últimos años, especialmente desde 2018, han salido a la luz pública diferentes pugnas a lo interno de la dictadura, como encarcelamientos de funcionarios del régimen que se consideraban del círculo cercano de la familia dictatorial, como el comisionado Noel Marenco y las magistradas judiciales Alba Luz Ramos e Ileana Pérez.

También están los casos de otros que no eran funcionarios públicos propiamente, pero sí operadores del régimen o allegados. Los más recientes son los del general en retiro Humberto Ortega, hermano del dictador y Carlos Fonseca Terán, hijo del fundador y máximo líder del sandinismo, Carlos Fonseca Amador.

Además, ha habido varias destituciones sobre las que se han suscitado diferentes sospechas, desde la comisión de actos de corrupción como las llamadas caídas en desgracia, que ocurren especialmente cuando los dictadores sospechan que alguien se ha vuelto en contra de ellos en secreto.

Aun así una fuente cercana al régimen, que pide anonimato por seguridad, considera que las principales pugnas internas en el orteguismo aún no han salido a flote porque son “subterráneas”. Sin embargo, aclara que solo hay dos grupos de poder: el de Murillo, que es el que está más fortalecido, y el de Ortega, ya en detrimento.


El error de Humberto Ortega

Humberto Ortega se encuentra bajo una especie de arresto domiciliario. Hasta hace algunos días, revela la fuente que pide protección, el exgeneral se encontraba en su casa, pero ahora está en el Hospital Militar, no tanto porque esté grave de salud, aunque sí tiene sus complicaciones, sino porque su situación se define por el humor con el que se encuentre Rosario Murillo.

En mayo pasado, el exgeneral brindó una entrevista al medio argentino Infobae en la que afirmó que cuando su hermano ya no esté, se creará un vacío de poder porque no mira en su cuñada ni en ninguno de sus sobrinos a un posible sucesor. Así, Humberto Ortega se equivocó al restarle poder a Murillo, considera la fuente y fue declarado traidor a la patria por la pareja dictatorial.

Murillo se trata de una mujer que trabaja “casi las 24 horas del día”. “Ella es la que dirige todo (dentro del régimen)”, expone la fuente. De esa forma ha logrado consolidar su grupo de fieles que son quienes actualmente más figuran en altos cargos del poder, como el presidente de la Asamblea Nacional, Gustavo Porras; el magistrado electoral Lumberto Campbell o Fidel Moreno, el secretario general de la Alcaldía de Managua.

Por el contrario, Ortega pasa viendo televisión o leyendo, según fuentes cercanas a su entorno. Hasta hace poco, a Murillo le faltaban solo unas cuantas instituciones para controlarlo casi todo el Estado, lo que ya ha logrado después de que recientemente barrió con todos los magistrados y funcionarios judiciales que le eran fieles a Ortega, con la venia de este último.

El Ejército, el último reducto de Ortega

El 2 de septiembre, en el aniversario del Ejército de Nicaragua, seis coroneles fueron ascendidos a generales de brigada, lo que hace suponer que habrá relevos en los altos mandos del cuerpo castrense. La pregunta que todavía no pueden contestar los opositores es si esos nuevos generales responderán más a los intereses de Ortega, quien maneja los hilos en el Ejército, o a los de Murillo.

La dictadora ha logrado apoderarse de casi todo, menos del Ejército, donde los altos oficiales no la quieren por su forma de ser. “Cae mal”, dice la fuente. Si se da el caso de que Murillo sea la candidata presidencial del Frente Sandinista (FSLN) en 2026, y no quiere tener resistencia a su mando entre los militares, tendrá que trabajar mucho en lo que queda de 2024 y en el 2025 con los generales que conforman el alto mando del Ejército, considera.

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Descontentos con la sucesión

Precisamente en el hecho de que Murillo quiere ostentar todo el poder a partir de 2026, aunque lo quería desde al menos el 2016, radica el origen de las pugnas internas en la dictadura. Hay una vieja militancia del Frente Sandinista que no está contenta de saber de que Murillo sería la sucesora de Ortega, explica el mayor en retiro Roberto Samcam, y algunos han criticado abiertamente, como Humberto Ortega, y otros solapadamente, como los del grupo de chat de Carlos Fonseca, indica el exmilitar.

Estos militantes históricos no están de acuerdo con que Murillo sea la sucesora y menos con el hijo de los dictadores, Laureano Ortega Murillo, porque consideran que “no tiene méritos”, agrega Samcam. “Son un grupo que quedó atrapado en los ochenta, en la guerra, en los 16 años de gobiernos neoliberales, que no representan peligro para la Rosario, pero ella se cura en salud, los mete preso, los pone bajo vigilancia, porque no quiere críticas en la sucesión”, manifiesta Samcam.

El exmilitar señala que existe un problema entre quienes adversan una sucesión en Murillo o algunos de sus hijos, que “no tienen una organización o una estructura”, sino que “actúan en grupos de amigos”. Sin embargo, tienen dos cosas en común, le tienen “terror” a Murillo, por lo que pueda hacerle a ellos o a sus familiares, pero también todos “la repudian”.

La degradación del FSLN

La excomandante guerrillera Mónica Baltodano también destaca como detonantes de esas pugnas internas en la dictadura la pérdida de respaldo que tienen dentro de sus propias filas, a pesar de que una encuestadora les fabrica resultados falsos. “Ellos saben que de tener un respaldo de casi 40 por ciento, se ha bajado hasta 10 o 12 por ciento. Ese bajón está también entre trabajadores del Estado, estructuras territoriales, y en las propias bases de las fuerzas represivas. No en balde dictaron medidas represivas contra quienes se quieren dar de baja tanto en el Gobierno como en la Policía”, expuso Baltodano.

La excomandante guerrillera también aseveró que, en las estructuras históricas, la dictadura también ha perdido fuerza. “Eso ellos lo saben y por eso miran fantasmas en todos las expresiones críticas. No saben lidiar con ellas. Por eso solo existe una vocería, cierran todos los canales de opinión, y todas las formas de reunión y comunicación. al final ellos siembran el terror, pero a su vez son los más aterrorizados. Ellos saben la historia de otros dictadores y tratan de conjurar los efectos de la disidencia. Para su desgracia no lo van a lograr, porque al final caerán, y entre más represión apliquen peor será esa caída”, sentenció Baltodano.
 

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