La decadencia del 19 de julio: una celebración convertida en un culto a la personalidad de Ortega

El dictador se apropió de los vestigios de la celebración del 19 de julio y la convirtió en un culto a su personalidad y la de su familia. La violaciones a los derechos humanos a raíz de la crisis de 2018 lo han obligado a conmemorar una fecha histórica en soledad y aislamiento.

La decadencia del 19 de julio: una celebración convertida en un culto a la personalidad de Ortega
Daniel Ortega y Rosario Murillo. Foto: medios oficialistas.
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Despacho 505
  • Managua, Nicaragua
  • julio 19, 2024
  • 06:00 AM

Alguna vez la conmemoración de la Revolución Sandinista fue una fiesta de la izquierda latinoamericana tanto como lo fue la cubana. Lo era por el misticismo de una gesta que unió a una sociedad entera, desde los pobres hasta los ricos, para derrocar a una de las dictaduras más sangrientas de la historia de Nicaragua, la de los Somoza. A la conmemoración del Frente Sandinista Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Managua solían venir líderes morales y políticos referentes de América y Europa, sin embargo, desde 2018, apenas aterrizan personajes de los confines del mundo sin ningún peso, ni trascendencia.

En las primeras celebraciones del aniversario de la Revolución Popular Sandinista, miles de nicaragüenses se congregaban para acompañar a los principales partícipes de la caída del dictador Anastasio Somoza en 1979. En la tarima principal, en la que se realizaban bailes folclóricos y se amenizaba con música revolucionaria, también estaban presentes jefes de Estado o altos representantes diplomáticos, así como conocidos de la corriente izquierdista latinoamericana.

Tras 45 años, la celebración del 19 de julio no es igual, Daniel Ortega se ubicó como la figura principal junto con la de su mujer Rosario Murillo. Ninguno de los dos participó tan activamente en la lucha armada como otros comandantes de la Revolución. Algunos viejos cuadros se alejaron del proyecto por diferencias con el ahora convertido en dictador por su divorcio con la democracia. 

Y sobre los invitados en la mesa, la situación es cada vez más decadente, pues ya no lo acompañan jefes de Estado, ni siquiera sus “amigos” Nicolás Maduro de Venezuela ni Miguel Díaz Canel de Cuba. Ortega ha quedado completamente solo y aislado, se ha tenido que refugiar en representantes de naciones africanas poco conocidas, muchas de ellas con cuestionables gobiernos militares con graves problemas de inseguridad y violaciones a los derechos humanos.

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“Desde hace varios años la celebración del aniversario de la Revolución en lo que se ha convertido es en una actividad dedicada por los Ortega-Murillo para elogiarse a ellos mismos”, dice a DESPACHO 505 la exguerrillera Dora María Tellez, quien se separó de Ortega en la década de los noventa porque insistían en mantener la línea dura, y ella tomó la decisión de enfilarse con los “renovadores” dirigidos por Sergio Ramírez, que proponían una democratización del partido sandinista.

¿Cómo fue el primer aniversario?

El 19 de julio de 1980, cuando se llevó a cabo la primera conmemoración de la Revolución Popular Sandinista, vinieron a Nicaragua “centenares de invitados extranjeros, entre ellos se encuentran los jefes de Estado y primeros ministros de varios países del Caribe”, relató ese día el diario El País de España.

En la tarima principal se encontraban los ya fallecidos: Fidel Castro, el “gran hermano” y entonces dictador de Cuba; Yasir Arafat, líder palestino, premio Nobel de la Paz y presidente de la Organización para la Liberación de Palestina; Michael Manley, primer ministro de Jamaica; George Cadle Price, de Belice, y los presidentes de Venezuela, Luis Herrera, y Costa Rica, Rodrigo Carazo; así como expresidentes, dirigentes progresistas, revolucionarios, representantes de la Internacional Socialista, de la comunidad europea y por parte de Estados Unidos, el embajador ante la ONU, Donald McHenry.

"Recuerdo sobre todo el primer aniversario cuando aún la épica y mística de la revolución estaba viva. Recuerdo a los viejitos alfabetizados marchando, a las mujeres milicianas marchando, recuerdo la ilusión de inocencia que se respiraba en la mayoría popular", rememora la escritora Gioconda Belli.

A pesar de la ruptura de los comandantes de la revolución, la mayor presencia de Daniel Ortega y la aparición en escena de Rosario Murillo, durante las últimas tres décadas llegaban al país jefes de Estado y representantes de primer nivel a acompañar la celebración de la caída de Somoza y el triunfo de un pueblo cansado de una dictadura.

Entre 2014 y 2019, ya con Ortega en el poder nuevamente, se apreciaban en la tarima central de la Plaza de la Fe a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela; Miguel Díaz Canel, vicepresidente de Cuba en 2014; el salvadoreño Salvador Sánchez Cerén y el hondureño Juan Orlando Hernández, ahora preso en Estados Unidos tras ser condenado a 45 años por delitos de narcotráfico, así como la activista guatemalteca y premio Nobel del paz Rigoberta Menchú.

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Sin embargo, la celebración ya no era igual, el rumbo había cambiado, los principales partícipes de la caída de Somoza estaban ausentes, Ortega y Murillo fueron absorbiendo la fecha histórica, se robaron la celebración y la convirtieron a un “culto” a su personalidad.

“Ya no estamos hablando simplemente ni siquiera de una conmemoración o de una celebración del aniversario del derrocamiento de la dictadura de los Somoza sino que estamos hablando de una actividad con la cual Daniel Ortega y Rosario Murillo tratan de mostrar de que tiene algún respaldo, tratan de movilizar su base social, tratan de reactivar a su gente a su alrededor, pero tampoco lo están pudiendo hacer”, sostiene Dora María Tellez.

La crisis sociopolítica y la pandemia

El estallido social de 2018 y la pandemia de coronavirus en 2020 marcaron un antes y un después en las celebraciones del 19 de julio. Previo a la celebración del 39 aniversario, el dictador Daniel Ortega ordenó desmantelar a punta de bala los tranques en los que se refugiaban los autoconvocados que pedían su dimisión. El saldo fue de decenas de muertos, heridos y encarcelados, y posteriormente miles de nicaragüenses tuvieron que huir del país tras la persecución.

"El 19 de julio es ahora una fecha temida porque el miedo de la pareja los lleva a reprimir todo asomo de disidencia en esos días. Fue una fecha funesta en 2018 porque, para que no empañara esa falsa celebración, la policía y los paramilitares llevaron a cabo la Operación Limpieza que dejó tantos muertos, presos y gente buena que se fue del país para evitar que los persiguieran", expone Belli.

Pese al descontento, Ortega obligó a los servidores públicos a asistir a la celebración del 19 de julio para tratar de llenar la Plaza de la Fe Juan Pablo II. En su discurso, el dictador llamó golpistas a los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) que fungieron como mediadores en el Diálogo Nacional y justificó la “Operación limpieza”:  “Dijimos: Esto se acabó y tenemos que restablecer el orden en nuestro país”.

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En 2020, en plena pandemia de coronavirus, pese a las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las restricciones de la mayoría de los países, Ortega celebró el aniversario 41 de la Revolución Popular Sandinista exponiendo a contagios a los jóvenes y trabajadores del Estado que fueron obligados a participar de la actividad.

Desde entonces la dictadura ha optado por celebrar el 19 de julio en espacios más reducidos y con cada vez menos simpatizantes. Ya no se ven llegar las caravanas de buses de los departamentos hacia Managua. La número dos del régimen, Murillo, ha ordenado que se realicen las celebraciones en cada cabecera departamental y ver el discurso oficial a través de los medios de comunicación estatales y los pocos privados que quedan, estos últimos obligados a transmitirlo.

“Las actividades que realizan en los distintos departamentos del país son muy precarias y cada vez la presencia de militantes es menor y ya se sabe que parte de los asistentes son empleados públicos que van obligados a esas actividades”, señala Dora María Tellez.

La precariedad de la que habla la exguerrillera no solo es en el número de simpatizantes que acuden a participar de la celebración, la cantidad de invitados en la mesa central también se ha reducido, el último jefe de Estado en acompañar a los dictadores fue Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas, en 2022.

Ese año la celebración también se realizó en la plaza de la Revolución, frente al Palacio Nacional y la antigua Catedral de Managua. El número de invitados era reducido, mientras tanto, sus simpatizantes celebraban en los barrios y comunidades del país.

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Nadia quiere acompaña al dictador

En 2023, el festejo cambió de lugar. Atrás quedaron las masivas concentraciones en la Plaza de la Fe. Ese año se realizó en la Plaza de la Dignidad, en las inmediaciones del antiguo Estadio Nacional de Béisbol. Ese día ninguno de los aliados ideológicos de Ortega estuvo presente, tampoco hubo presencia de mandatarios. Las delegaciones que asistieron estaban encabezadas por viceministros y funcionarios que no eran de alto nivel. El dictador se había quedado solo. 

El rechazo y la condena de la comunidad internacional por los crímenes de lesa humanidad y las violaciones a los derechos humanos cometidos por el régimen, es cada vez más evidente. Para la exguerrillera Dora María Téllez, la conmemoración de la revolución ha pasado a otro plano y lo que se ve ahora son “actividades de campaña de los Ortega-Murillo tratando de revivir, reanimar y reactivar la base social del sandinismo que los ha estado abandonando”.

Para la novelista Gioconda Belli, el 19 de julio ahora "es un show donde la historia se reinventa y falsea para convertir una gesta colectiva, en la adoración a dos individuos que han usurpado el poder popular".

Este 2024 no habrá invitados relevantes y tampoco concentraciones masivas. “El día 19 estaremos, todos juntos, desde cada lugar de nuestro santo territorio, en la grandiosa celebración del futuro”, dijo Murillo, quien anunció la llegada de más de 550 delegados de diversos países para la celebración, ninguno de ellos jefe de Estado. La única invitada especial es Leila Khaled, una legendaria guerrillera palestina que ya alcanzó los 80 años y que en los años 70 se relacionó con el Frente Sandinista. 

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