La suerte de dos generales en las manos de Ortega y Murillo: uno muerto y el otro grave
El general Hugo Torres, libertador además del verdugo, fue sacado moribundo de la cárcel a donde lo envió Ortega tras secuestrarlo en su casa. Murió a los 74 años, el 12 de febrero de 2022. Ahora es el exjefe del Ejército, Humberto Ortega, su hermano, hijo de su misma madre y de su mismo padre. ¿Oirán la voz de la sangre?
- junio 13, 2024
- 01:21 AM
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Es posible que el general Humberto Ortega nunca haya imaginado que viviría en carne propia “el cruel encierro” que a su criterio, aceleró la muerte hace dos años de otro general, el legendario guerrillero Hugo Torres --quien como él padece ahora-- sufrió hasta morir, los desmanes del mismo represor: el dictador Daniel Ortega.
Fuentes muy cercanas al régimen señalan “que hay nervios en El Carmen”, la residencia del dictador Ortega y Rosario Murillo en Managua debido al estado “desmejorado” del general en retiro Humberto Ortega. El exjefe del Ejército, se encontraba hasta este martes en su casa como cárcel, por órdenes de su hermano mayor y su cuñada, Rosario Murillo, por recomendarles públicamente una salida negociada a la deriva de poder en la que ambos están y que ha arruinado al país.
Lo último que se sabe del general Ortega, es que fue sacado mal de su casa por la noche (este martes) y se encuentra en el Hospital Militar. El régimen le ha facilitado a familiares estar con él y hasta les ha hecho saber que para nada se opondrían si los trasladan de Managua “a dónde ellos quieran”, en un afán de evitarse el problema de un desenlace fatal bajo la condición de preso político que lo tienen.
Sin medir las consecuencias de ese acto, Ortega y Murillo, ordenaron arresto domiciliar al general en retiro a mediados del mes pasado. Se trata de un hombre de 77 años que sufre problemas de corazón, vive por un marcapasos, padece cada cierto tiempo crisis renales, mala circulación, diabetes, problemas de próstata y colon. Fuentes cercanas a la familia dijeron a DESPACHO 505 que al general, lo ha afectado emocionalmente “el encierro y la falta de comunicación” con el exterior. “Su corazón no esta bien”, dijeron.
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Oficialmente el régimen no ha emitido hasta ahora ninguna declaración sobre el estado de salud del general Ortega. Ni ha negado la versión de su traslado, pese a que informó de su detención y que instaló casi una unidad de salud en la vivienda para que se hicieran cargo del cuido del paciente secuestrado por ellos.
Salud del general “les agita las aguas”
El 19 de mayo pasado dejo de ser un domingo cualquier para la residencia en la que habita el general, un complejo exclusivo y bien vigilado, ubicado en las afueras de Managua, al que Ortega y Murillo mandó cercar con policías armados después que Humerto Ortega cediera una entrevista a Infobae en el que dijo que, a la muerte del dictador, ni ella, su cuñada, ni ninguno de sus hijos, sus sobrinos, ni ningún otro orteguista podrá sucederle en el poder.
El general en retiro, en una de sus pocas posturas más claras desde que dejó el uniforme militar y se fue a la vida civil, le recomendó a su hermano mayor que mejor le valdría negociar “un aterrizaje suave” y regresar al país a la democracia. Por años, el exmilitar expuso ideas que se percibían confusas y multiformes, en la que no atacaba tan directamente al hermano y al régimen familiar que dirige, hasta esa entrevista.
Murillo se sintió agredida. Nadie se había atrevido a tanto y podía dormir en una cama sujeta al suelo de este país y amanecer impune. Fue tras él. Lo arrestó, le quitó celulares y computadoras y ordenó desmontarles televisores y cualquier otro dispositivo que le facilitaría comunicarse con el mundo exterior. Quiso silenciarlo.
Después le tocó a Ortega ponerle lo que creyeron sería “la última palada”. Quiso avergonzar al general reviviendo una antigua condecoración a un militar estadunidense que su hermano impuso en sus tiempos de Jefe del Ejército y le llamó traidor, “vendido al diablo”, en un acto cundido de militares. “Lo creyeron asunto resuelto, pero les agitas las aguas de nuevo con la posibilidad de una fatalidad”, dice la fuente.
Y es que para nadie es un secreto que el general es una de las voces más influyente del llamado sandinismo histórico, al que pertenecen antiguos guerrilleros que han sufrido el desprecio de Murillo, quien ha dedicado todos sus esfuerzos para sustituir su liderazgo con militantes sin formación ideológica, pero con ciega fidelidad a ella. Y claro, el general también es una voz muy oída en los cuarteles donde formó a soldados que hoy son generales de varias estrellas.
Ortega y Murillo con otro general a cuestas
Dora María Téllez, otra legendaria guerrillera que se apartó de Ortega y su Frente Sandinista cuando vio su desmedida ambición al poder, tiene claro que el dictador se expone a resultados que pueden ser desastrosos para su hermano y como consecuencia para él mismo. “La vida del general Ortega está en peligro, es un hecho”, dice a plomo.
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Téllez que luchó contra el dictador anterior a Ortega, y conoció las cárceles que ahora el otrora guerrillero ahora convertido en mandamás receta hasta en las peores condiciones de Somoza, recuerda la edad del general en retiro y lo que puede causarle el estrés de estar encerrado. “El está grave y (Daniel) Ortega lo sabe”, acusó la opositora.
De cumplirse los pronósticos fatales, Daniel Ortega y Rosario Murillo sumarían una segunda muerte de “peso militar”. El primero fue el general de Brigada --en retiro también-- Hugo Torres, a quien sacaron moribundo de El Chipote y murió el 12 de febrero de 2022, tras ser secuestrado en junio de 2021 en la trama de secuestros masivos y desarticulación de la oposición diseñada Ortega para ceñirse la banda presidencial por cuarta vez consecutiva.
Cinco días después de la muerte de Torres, el 18 de febrero de ese año, el general Ortega reconoció la trayectoria de Torres en un artículo de opinión que difundió en La Prensa bajo el título: “Compañero Hugo Torres”. En el escrito, lo exaltó como un hombre de convicción, cuya muerte se aceleró por el “cruel encierro” en el que se encontraba.
Se conoció que los militares callaron, obligados, la muerte del General de Brigada, pero que nadie la ha olvidado, al punto que el mismo dictador, su verdugo, “se vio obligado a intentar abonar a esa cuenta” el 28 de diciembre del año pasado. Sin un ápice de vergüenza, llegó a llamar a Torres “compañero” y “un gran combatiente”, después que lo secuestró y lo encerró hasta la muerte.
“No se puede negar la historia frente a lo que son los hechos heroicos”, dijo un Ortega, quien, en otras ocasiones, ha torcido la realidad para hacer pasar a su régimen como “los buenos” y a los opositores que demandan democracia y respeto a los derechos humanos, como “los malos”.
El problema con Ortega es que se trata de su hermano, contra quien hace apenas tres semanas lanzó con odio a su policía armada y acusó hace dos de “alma vendida al diablo”.
Si el general en retiro no logra restablecer su salud, Ortega y Murillo deberán ordenar a sus seguidores borrar de su mente lo de “traidor” y “vergüenza nacional” para exaltar al general y sus decenas de batallas ganadas, aunque esta con su hermano mayor y su cuñada, no solo la habrá perdido, sino que, igual que ocurrió con Torres, son los protagonistas de la fatalidad.