El oficio de cultivar ciudadanos
Nadie te prepara en la escuela de periodismo para cubrir una dictadura.
- abril 17, 2022
- 07:00 PM
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Agarro mi ordenador para leer las noticias del día en Centroamérica. Una de mis rutinas. Es francamente desalentador. La dictadura de Nicaragua acaba de sumar a una banda de músicos a los 181 presos políticos y mantienen bajo un terror in crescendo a miles de ciudadanos a unos días del aniversario número cuatro de las protestas.
En El Salvador, nuestro vecino, las cosas no marchan mejor. El presidente Nayib Bukele ataca a periodistas con el argumento de combatir a las pandillas. Expone a sus familiares a agresiones con tuits incendiarios, se anuncian ya posibles demandas que huelen a una fabricación como las que han ocurrido en Nicaragua.
En Guatemala hace unos días Juan Luis Font, un gran periodista de aquel país, anunció que dejaba su nación ante los hostigamientos. Honduras navega siempre en la desesperanza, presionando por un cambio que aún no llega con las nuevas autoridades, preso de la violencia. Ahí también están los periodistas contando la historia. Asumiendo una gran responsabilidad.
Después de los años de la guerra civil, que le pusieron a Centroamérica un gran visor en el mundo, el fantasma del autoritarismo ha vuelto ya no con militares con festones, sino con nuevos populistas. El enemigo común es para ellos la prensa independiente, después de llevar a cabo un trabajo de destrucción institucional.
Sin embargo, veo Centroamérica y observo a periodistas y medios independientes denunciando. Resistiendo. Pese a los riesgos, las plataformas están informando sobre este territorio tan castigado por los desastres naturales, la violencia y los dictadores de siempre.
Los periodistas que conozco están proponiendo alianzas entre ellos para decir lo que el poder no quiera que se diga y acuden a las redes sociales para denunciar los desmanes.
En las escuelas de periodismo, nadie nos enseña a reportear cuando “el rancho está ardiendo”, es decir cuando los controles institucionales fueron echados abajo y opera la ley de la dictadura, una voz que responde al amo, a la ama o a los dos como es el caso de Nicaragua.
Salí al exilio el año pasado en un contexto de adversidad para las libertades, un recrudecimiento de la represión con el objetivo de eliminar cualquier posibilidad de competencia electoral, pero también para sembrar el miedo.
Más de 100 periodistas hicimos lo mismo en Nicaragua desde 2018 para evitar que nos callaran. Con cada colega preso pierde la sociedad, más en un contexto adverso como el que vivimos.
Según un informe de marzo de la organización Voces del Sur, la justicia sandinista ratificó la ocupación del diario La Prensa, el más antiguo del país con 96 años de historia. También ratificó la condena a siete presos políticos vinculados al periodismo independiente.
Algo que no entiende el poder en cualquier país de la región es que el periodismo es un servicio a la ciudadanía, como dijo el periodista argentino Tomás Eloy Martínez, maestro de la Fundación Gabo.
No creo que me equivoque diciendo que esta generación de informadores denunciará los abusos de derechos humanos y la corrupción, convencidos de que la fiscalización al poder es necesaria. Lo digo como centroamericano, testigo de lo que ya se está haciendo.
Es cierto que Nicaragua es hoy por hoy una cárcel, el camino parece muy empinado incluso para Sísifo, pero con el periodismo he aprendido a no perder la esperanza. El 12 de abril pasado se lo dije a los estudiantes de la escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, en Chile, donde gentilmente fui invitado a hablar con ellos en una transmisión vía Zoom, “los periodistas sembramos una semilla para cultivar ciudadanos”.
*El autor es periodista y editor nicaragüense.