El abrazo al gran dragón: ¿Cuáles son los cálculos políticos de Ortega?

Al establecer relaciones con China, Ortega lanza un desafío geopolítico a Estados Unidos. Con su cercanía a Rusia y China, los grandes rivales de los norteamericanos, Ortega está tomando partido en la nueva guerra fría.

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  • enero 13, 2022
  • 04:31 AM
PRIMERA DE DOS PARTES

Acechado por el aislamiento y el repudio del mundo democrático, con su régimen en camino a convertirse en el siguiente paria internacional, Daniel Ortega decidió sacar un buen as bajo la manga y restableció las relaciones diplomáticas con China y rompió con Taiwán. Una jugada de largo alcance que, según sus cálculos, deberá darle enormes réditos económicos, de imagen y político-diplomáticos. ¿Pero, cuánto de verdad ganará?

La dictadura de Daniel Ortega, visto por la mayoría de Latinoamérica como un gobierno ilegítimo ahora, pretende llevar a cabo un acercamiento político a las grandes potencias autoritarias, Rusia y China, para hacer un contrapeso a los costos del aislamiento que le imponen las sanciones y la condena de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, el Reino Unido y la comunidad latinoamericana democrática.

Nicaragua no es el primero de los países centroamericanos que ha roto con la República de China (RDC, Taiwán) en tiempos recientes. Costa Rica fue el primero en 2007, le siguió Panamá, y luego fue el turno de El Salvador. Hasta ese 2007, Centroamérica se consideraba el “bastión” diplomático de Taiwán en Latinoamérica, un estatus sin duda ligado a la tradicional influencia de Estados Unidos en su “patio trasero”, y a una relación construida alrededor del feroz anticomunismo de las dictaduras militares centroamericanas y la del Generalísimo Chiang Kai-shek en la isla asiática, y luego en la comunidad de valores democráticos en la Posguerra Fría.

Sin embargo, esas rupturas tuvieron mucho que ver con ventajas económico-comerciales de una relación formal con la República Popular China (RPC) que, según la parte de las élites del poder respectivas en los momentos dados, justificaban dar la espalda a la isla. Como decenas de países en el mundo, nadie puede ignorar el creciente poder económico de la hoy segunda economía global, las oportunidades de negocios, y del ascendiente poder diplomático de Pekín. Quizás en el caso salvadoreño pesaron elementos políticos dada las simpatías políticas tradicionales del FMLN y su buena relación con los camaradas chinos, aunque es un caso notablemente diferente al del orteguismo.

Al menos en el análisis de costos-beneficios que los gobernantes de esos países vecinos hicieron en su momento, privó su respectiva idea del interés nacional. Pero no es el caso de Nicaragua. La ruptura con Taiwán se decide exclusivamente desde la óptica de los intereses estrechos políticos de la familia Ortega-Murillo y de su agenda de conservación del poder ilegítimo a todo precio. Pese a “ordeñar” sin vergüenza alguna a los gobiernos sucesivos de Taipei y de la notable voluntad de estos de seguir dándole dinero para proyectos tanto buenos y de beneficio nacional como para otros de corte populista y demagógico (sin condiciones democráticas, sin preguntas, sin transparencia), de ceder ante el incesante chantaje de cesar el reconocimiento diplomático - un bien muy deseado y sumamente escaso para los taiwaneses -, el dictador de Managua optó por finalmente abrazar al gran panda. Otra vez.

EL CONTEXTO DE HOY Y  LA CHINA DE LOS 80

La posición clara de Washington hacia el represivo régimen nicaragüense, las sanciones y el considerable aislamiento internacional, son el contexto correcto para entender el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Pekín hoy. En 1985, Nicaragua había sido el primer país centroamericano en reconocer a la RPC. El contexto era muy distinto y la China del máximo líder Deng Xiaoping era otra.

El gran dragón estaba inmerso en la fase inicial de las reformas económicas que han modernizado a esa gran nación de Asia. Recién salía de los excesos y la turbulencia de los años del presidente Mao Zedong, tenía una relación buena con Estados Unidos y era un enemigo acérrimo de la Unión Soviética. Con gran visión de futuro y el pragmatismo característico de su cultura, China adoptaba gradualmente los mecanismos de la economía de mercado, cruzaba el río lentamente buscando las piedras y ahora no importaba si el gato era blanco o era negro, lo importante era que cazara ratones; esas eran las palabras del gran líder Deng Xiaoping para definir las nuevas directrices.

En los años 80 el régimen nicaragüense era visto como un satélite de la Unión Soviética por los comunistas chinos. Foto: La Prensa.

Difícilmente podría haber habido una cercanía política entre los sandinistas y Pekín en los años ochenta. Los dirigentes chinos veían con recelo al gobierno del FSLN. Seguramente lo cataban a través del prisma de la Guerra Fría, o sea, a sus ojos era un satélite de Moscú, el gran rival comunista de China desde inicios de los años 60 cuando se produjo el fin de la alianza chino-soviética. Tampoco podía obviarse la estrecha relación con Cuba y Fidel Castro, un indiscutible aliado soviético. Ambas potencias competían por influencia ideológica y política en el mundo, y, en particular, en el mundo comunista y entre los movimientos revolucionarios marxistas.  Por otro lado, Nicaragua seguía reconociendo a Taiwán, a la cual Pekín ve como una isla rebelde que le pertenece. Además, la RPC suministraba armas a la Contra, un hecho ligado al esquema ilegal de la operación Irán-Contras.

En 1985 la dirigencia del FSLN decide establecer las relaciones diplomáticas con Pekín. En mi opinión, había dos objetivos: cortar esos flujos de armamentos para la Contra y abrir un canal de comunicación política y diplomática con el otro gran poder comunista del mundo más allá de la relación estrecha con la URSS y el bloque del Este.

EL DESAFÍO DEL DICTADOR NICA A WASHINGTON

En 2022, el mundo es otro y ahora China es el principal rival de Estados Unidos, aunque el regreso de Rusia al centro de la gran política internacional constituye otro de los desafíos estratégicos de Washington. Es una nueva guerra fría que, sin embargo, tiene diferencias importantes con la primera. El conflicto principal es hoy entre la democracia y el autoritarismo. No se trata de comunismo versus capitalismo, y al contrario de lo que hacía la Unión Soviética, Pekín no busca exportar su modelo social, político y económico. Sin embargo, hay una competencia hegemónica en curso que va a definir el perfil del siglo XXI.

Al establecer relaciones con China, Ortega lanza un desafío geopolítico a Estados Unidos. Con su cercanía a Rusia y China, los grandes rivales de los norteamericanos, Ortega está tomando partido en la nueva guerra fría.  En sus cálculos, Ortega cree que esa relación compensará de modo significativo el aislamiento internacional. Rusia y China son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y fácilmente podrán bloquear cualquier resolución desfavorable al régimen opresor de Managua; en particular, creo que Ortega querrá contar con el apoyo de China para reunir votos en contra de resoluciones condenatorias en el Consejo de Derechos Humanos.

No pasa desapercibida la fecha del restablecimiento de relaciones: 30 años después de la ruptura decidida por el gobierno de la presidenta Violeta Barrios de Chamorro, y en el día de la Cumbre de las Democracias organizada por el presidente Joe Biden, la cual no fue invitada la RPC pero sí Taiwán.

EN BUSCA DE MAQUILLAJE

La apertura de una corresponsalía del Grupo de Medios de China en Managua también deberá traer buenos beneficios en términos de imagen, presencia mediática y prensa para el gobierno de Managua. Sin duda, los Ortega calculan que, al menos en cierto grado, podrán contrarrestar la mala prensa e imagen que sus acciones antidemocráticas tienen en los medios internacionales independientes como CNN, BBC, DW y otros.

Ser un aliado de Pekín es sin duda mucho más ventajoso para una dictadura aislada, sancionada y repudiada que lidia con una grave crisis política y económica. Ortega, desleal, carente totalmente de escrúpulos y un supremo oportunista, consideró que era el momento de jugar esta carta. Sus objetivos son estrictamente pragmáticos.

Al restablecerse las relaciones con China, Ortega manifestó que “esto es posible porque somos revoluciones”. Una frase patética y ridícula. ¿Por qué no restableció relaciones en 2007 entonces?

Ortega no fue un gran líder militar de la histórica guerrilla sandinista, tampoco es un teórico marxista ni pensador de nada. Es un individuo muy pobre intelectualmente. Muy al contrario del gran timonel Mao Zedong, líder máximo, apasionado estudioso de la historia antigua china, teórico del marxismo y un gran estratega de la guerra de guerrillas.  ¿Es que alguien cree de verdad que vivimos en la segunda etapa de la revolución? Ni en El Carmen mismo se lo creen.

* El autor es periodista nicaragüense, analista de asuntos Asia-Pacífico, graduado del programa de maestría de Estudios Internacionales del Asia-Pacífico de la Universidad Nacional Chengchi (Taiwán).

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