El “danielismo” es la traición de la Revolución

Ahora estoy absolutamente convencida que a la dirigencia del FSLN jamás le interesó la defensa auténtica de los derechos humanos.

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  • julio 18, 2019
  • 02:43 AM

Ahora estoy absolutamente convencida que, a la dirigencia del FSLN jamás le interesó la defensa auténtica de los derechos humanos.

Por VILMA NÚÑEZ DE ESCORCIA

MANAGUA — Quiero compartir en estas líneas algunas vivencias dolorosas y sueños frustrados de este 19 de julio de 2019, que a 40 años del triunfo de la Revolución Popular Sandinista casi no queda nada. Conviven la represión, el miedo y la muerte con una falsa celebración de la traición a todo un pueblo.

Yo fui parte de esa revolución y creí que la construíamos para conseguir la realización plena de los Derechos Humanos. Soñé a los guerrilleros sandinistas derrotando a la dictadura y construyendo la nueva Nicaragua, con el fusil en una mano y el Estatuto Fundamental en la otra, que en su artículo 3 derogaba la pena de muerte y se defendían los nuevos principios de la Nicaragua libre. Al poco tiempo se aprobó el Decreto 52: Estatuto de Derechos y Garantías de los Nicaragüenses.

Llevar este ideal a la práctica resultó difícil y aunque no hubo paredones de fusilamientos, sí, hubo fusilamientos y ejecuciones en casi todo el país, uno de los hechos que más me conmovió fue el caso de la Cárcel La Pólvora, en Granada, donde se enterraron 50 cadáveres en una fosa común. Luego el engaño a los 4,000 guardias que se rindieron, con el ofrecimiento de que se les respetaría sus vidas y libertad, ellos se refugiaron en la Cruz Roja y las iglesias, pero, vinieron los encarcelamientos masivos. En la cárcel La Modelo, en Tipitapa, y Zonas Francas llegaron a 6,500.

Y aquí me surgía la duda, ¿no habría forma de evitar todo aquello, castigar los crímenes políticos de la dictadura somocista con la aplicación de la Ley por los tribunales y jueces recién nombrados por la primera Corte Suprema de Justicia?

Un hecho que aún guardo en mis tristes recuerdos es que los más culpables, los poderosos, huyeron con el dictador Somoza y fueron a los pobres, los guardias de base a los que más se persiguió, se encarceló y juzgó al margen de las garantías del debido proceso.

Luego la Corte Suprema de Justicia, los siete magistrados opuestos a la creación de los Tribunales Especiales y los Tribunales Populares antisomocistas y con ello la ruptura del principio de la Unidad de la jurisdicción y la aplicación de condenas injustas sin defensa adecuada.

De pronto me vi envuelta en una contradicción, yo Vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia de la Revolución, con el deber de aplicar el Estatuto Fundamental y el Estatuto de Derechos y Garantías junto con las leyes secundarias, los códigos que la Revolución había dejado vigente y por consiguiente parte del ordenamiento jurídico que debíamos respetar, fueron debates y discusiones contradictorias con dirigentes de la revolución que nos decían legalistas, reaccionarios, entre otras cosas.

Llegó la guerra de agresión y en ese contexto, otra serie de violaciones a los derechos humanos de ambos bandos y sobre todo la agresión norteamericana, la financiación de la guerra de la Contra, el incendio de los tanques de combustible en Corinto, los asesinatos en las montañas por unos y el secuestro y asesinatos de los jóvenes del Servicio Militar Obligatorio por la Contra y todo en el contexto de una revolución que quisimos, aún creo que quisimos que fuera de otra forma, yo soñé con una revolución diferente.

Me refiero a estos pocos hechos tratando de contestarme una pregunta que aún me hago, ¿toda revolución tiene que pasar por esta realidad? Yo quisiera creer que no, que fue la guerra impuesta por Estados Unidos, más la deformación que defenderse de la misma impuso a las fuerzas revolucionarias, lo que provocó muchos excesos y abusos de poder. La influencia que sobre muchas de esas acciones violatorias de derechos humanos tuvo el querer trasladar y copiar en nuestro país modelos como el de Cuba, por ejemplo.

Se hablaba de democracia vendiendo la imagen de la democracia liberal burguesa, pero se enseñaba en las escuelas, en los círculos de estudios que se organizaban, en cualquier debate partidario, que se estaba construyendo el socialismo, pero la práctica era otra; la destrucción del verdadero sindicalismo, la cooptación por el partido de las organizaciones sociales, como la Asociación de Mujeres ante la Problemática Nacional (Ampronac), convertida en la asociación Luisa Amanda Espinoza, por ejemplo. Yo aún me pregunto: ¿fue una estrategia de engaño o hubo una falta de definición ideológica, clara y transparente?

Al final de esta etapa de mi vida me pregunto: ¿qué papel jugaron los Derechos Humanos en el sandinismo? Los instrumentalizaron para venderlos como Estado en construcción de una democracia y lo hacían con actos formales: reconocer y ratificar, por ejemplo, a solo 3 meses del triunfo revolucionario en septiembre del 1979, los Tratados Internacionales de Derechos Humanos, pero no se aplicaron de manera integral, ni se respetaron la universalidad ni interdependencia entre derechos civiles y políticos con los derechos económicos y sociales (DESC). 

Se quiso priorizar el respeto a los DESC, pero no se concebía a la gente como sujeto de esos derechos, sino como súbditos agradecidos de un Gobierno centralista, por ejemplo, la falta de una verdadera reforma agraria y de una reforma urbana, con sus tremendos efectos hasta nuestros días. Ahora estoy absolutamente convencida desde hace tiempo, que a la dirigencia del FSLN jamás le interesó la defensa auténtica de los derechos humanos.

Hoy ese FSLN agónico, convertido en un instrumento de represión, afirma que “con los derechos humanos se justifican, todas las intervenciones imperiales”, pero creo que no es así. Hoy con el desarrollo jurídico de los Derechos Humanos a nivel internacional, hay nuevos órganos y mecanismos de protección que coadyuvan en la defensa que deben impulsar los pueblos, los Estados democráticos del mundo. Ayudar solidariamente a defenderlos no es intervención y eso no es injerencismo ni atropello a la soberanía nacional de ningún Estado.

No es una teoría ni una lucha política lo que me hizo comprometerme con la revolución, fue mi compromiso con la gente y el rechazo a la injusticia para contribuir a la formación de un Estado donde no haya violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad contra su gente.

Concluyo: la Revolución Popular Sandinista fue traicionada por Daniel Ortega. No sé si por eso me duele cuando algunos sectores de la vieja izquierda se resisten a veces a creer que Daniel Ortega ya no es su compañero, si acaso fue, ya no es de izquierda, traicionó a los que todavía tratan de defenderlo y nos traicionó y nos engañó a todos y todas.


La autora fue vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia en los 80 y actualmente es la presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), a la que la Asamblea Nacional, dominada por Ortega le canceló la personería jurídica en 2018. 

Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas  que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial.

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