19 de julio de 1979 y 19 de abril de 2018
La escritora y poetisa nicaragüense seleccionó para Despacho 505 dos poemas de su autoría. Uno sobre la revolución armada de 1979 y otro sobre la insurrección cívica de 2018.
- julio 18, 2019
- 02:42 AM
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La escritora y poetisa nicaragüense seleccionó para Despacho 505 dos poemas de su autoría. Uno sobre la revolución armada de 1979 y otro sobre la insurrección cívica de 2018.
Por GIOCONDA BELLI
MANAGUA — Gioconda Belli luchó contra la dictadura somocista y estuvo en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nación (FSLN) hasta 1994. La mujer habitada, Sofía de los presagios, El país de las mujeres son algunas de sus obras. Su última novela es La fiebre de las memorias. Aquí una selección de versos para este especial.
Patria libre: 19 de julio de 1979
Extraño sentir este sol otra vez
y ver el júbilo de las calles alborotadas de gente,
las banderas rojinegras por todas partes
y una nueva cara de la ciudad que despierta
con el humo de las llantas quemadas
y las altas hileras de barricadas.
El viento me va dando en plena cara
donde circulan libres polvo y lágrimas,
respiro hondo para convencerme de que no es un sueño,
que allá está el Motastepe, el Momotombo, el lago,
que lo hicimos al fin,
que lo logramos.
Tanto años creyendo esto contra viento y marea,
creyendo que este día era posible,
aun después de la muerte de Ricardo, de Pedro,
de Carlos...
de tantos otros que nos arrancaron,
ojos que nos sacaron,
sin poder dejarnos nunca ciegos a este día
que nos revienta hoy entre las manos.
Cuántas muertes se me aglpan en la garganta,
queridos muertos con los que alguna vez soñamos
este sueño
y recuerdo sus caras, sus ojos,
la seguridad con que conocieron esta victoria,
la generosidad con que la construyeron,
cierto de que esta hora feliz aguardaba en el futuro
y que por ella bien valía la pena morir.
Me duele como parto esta alegría.
Me duele no poder despertarlos para que vengan a ver
este pueblo gigante saliendo de la noche,
con la cara tan fresca y la sonrisa tan encima
de los labios,
como que la hubieran estado acumulando
y la soltaran en tropeles, de repente.
Hay miles de sonrisas saliendo de los cajones,
de las casas quemadas, de los adoquines,
sonrisas vestidas de colores como pedazos de sandía,
de melón o níspero.
Yo siento que tengo que gozarme y regocijarme
como lo hubiera hecho mis hermanos dormidos,
gozarme con este triunfo tan de ellos,
tan hijo de su carne y de su sangre
y en medio del bullicio de este día tan azul,
montada en el camión,
pasando entre las calles, en medio de las caras hermosas
de mi gente,
quisiera que me nacieran brazos para abrazarlos a todos
y decirles a todos que los quiero,
que la sangre nos ha hermandado con su vínculo doloroso,
que estamos juntos para aprender a hablar de nuevo,
a caminar de nuevo:
que en este futuro -herencia de muerte y de gemidos-
sonarán estrepitosas descargas de martillo,
rafagazos de torno,
zumbidos de machete;
que éstas serán las armas
para sacarle luz a las cenizas,
cemento, casas, pan, a las cenizas;
que nos desmayaremos, nunca nos rendiremos,
que sabremos como ellos
pensar en los días hermosos que verán otros ojos
y en esta borrachera de libertad
que invade las calles, mece los árboles,
sopla el humo de los incendios
que nos acompañen
tranquilos
felices
siempre-vivos
nuestros muertos.
19 de abril, 2018: el relevo
Todavía no es lunes en Nicaragua
Todavía mi casa está a oscuras
Mis perros duermen
La paloma en el nido
en la enredadera de jazmín
empolla su cría.
En cambio, al otro lado del océano,
despierto a la ironía del paisaje
del Mediterráneo yerto entre los pinos
azul hasta donde alcanzan mis ojos.
No habría días atrás imaginado
anclada en una residencia de escritores
que el país bajo mi piel
tan acomodado en sí mismo y plácido
apenas rumiando su infortunio
saldría de la suspensión animada
a nombrar el tamaño de su rabia
y su frustración.
Recuerdo la mañana anegada
de visiones macabras
Aguas bravas agitando la habitación:
Los golpeados el primer día.
Mi amiga Ana y su cabeza ensangrentada
El estudiante aporreado en el suelo
Los de las motos cargando hierros, palancas
ensañándose contra el desarmado jóven;
el salvaje desaforo de los enviados a sofocar las protestas.
En el trasfondo, la imagen del policía impávido
observándolo todo
cómplice de la impunidad.
Miles lo vimos.
Las pequeñas pantallas testigos a plena luz.
Fue como si a todos nos hubiesen vapuleado
Golpeado el pecho a pies y puño limpio.
Cada uno se percató de pronto
cuán exiliado estaba
de su ciudadanía
y una energía unánime
atravesó la coraza de súbditos dóciles
y rompió en mil pedazos
la lógica de la resignación.
Un polvorín el resentimiento acallado
El Magma ascendió a la superficie
El rugido anunció el despertar
del volcán apagado.
Reaparecieron los fantasmas de los muchachos en las trincheras
Se congregaron los barrios tras fronteras de adoquines
La rebelión se tomó las universidades
Vi caer las arbolatas,
Vi bajar con furia de los mástiles
la bandera rojinegra,
los harapos de una revolución
ahora símbolo de opresión.
¿Cuántos tiranos alcanzan en una vida?
¿Cómo se vive dos veces el horror de la memoria?
-Los jóvenes asesinados en la Cuesta del Plomo
El sitio de las ciudades
Armas de guerra contra los revoltosos
Camilo Ortega volviendo a morir en los Sabogales-
¿Cuántos tiranos alcanzan en una vida
Sin aceptar el fin de su tiempo?
¿Qué espejo le mostrará a éste
la antigua imagen del precusor sonriente?
Enmudecen las palabras
Permanece la alegría de saber que hay relevo.
Nunca vuelvan a preguntarme si fue en vano la Revolución.
Algo quedó. Los que murieron han sido reivindicados.
Se hereda el ardor contra los tiranos
La autora fue militante del Frente Sandinista. En 1984 fue vocera del FSLN en la campaña electoral en la que se postuló Daniel Ortega. Durante el período revolucionario fungió como directiva de la Unión de Escritores y fue una de las fundadoras del suplemento literario Ventana del diario Barricada. Ahora es una férrea crítica del régimen orteguista.