La inesperada repercusión negativa de las campañas de violencia doméstica

Lamentablemente, en lugar de calmar la violencia doméstica, estas iniciativas bien intencionadas terminan desencadenándola.

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  • junio 23, 2019
  • 01:38 AM

Lamentablemente, en lugar de calmar la violencia doméstica, estas iniciativas bien intencionadas terminan desencadenándola.

Pocos esfuerzos podrían ser más importantes para América Latina y el Caribe que terminar con el flagelo de la violencia doméstica. La región no solo tiene la segunda tasa más alta del mundo de actos de violencia infligidos a las mujeres por sus parejas o exparejas: también acusa niveles extremadamente altos de feminicidios, que involucran el asesinato de mujeres por motivos de género.

La buena noticia es que, en las últimas dos décadas, muchos países han llevado adelante importantes iniciativas para informar a las mujeres sobre sus derechos y cambiar las actitudes “machistas” que conducen a la violencia.

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Pero la manera en la que esto suele hacerse –a través de campañas de sensibilización masiva– puede ser contraproducente. Mi investigación en Perú demuestra que, de hecho, estas campañas pueden generar una reacción negativa que, a corto plazo, puede llevar a niveles aún más altos de maltrato, ya que los hombres al verse amenazados buscan recuperar el control frente al empoderamiento femenino. El carácter de los mensajes es crucial. Mi investigación indica que es posible que los organismos gubernamentales y no gubernamentales deban considerar alternativas que transformen las mentes sin añadir dolor a las mujeres.

ESTUDIAR LAS CAMPAÑAS DE VIOLENCIA DOMÉSTICA

Perú es, por desgracia, un buen país para estudiar este fenómeno. Se estima que un 70% de las mujeres de entre 15 y 49 años ha sido víctima de violencia doméstica. A fin de fomentar una nueva mentalidad, el gobierno ha aprovechado activamente dos conmemoraciones de las Naciones Unidas: El Día Internacional de la Mujer en marzo y el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer en noviembre. Para ello, durante las semanas próximas a dichas conmemoraciones, ha recurrido a un aluvión de programas de radio y televisión, así como de concentraciones y reuniones (con la participación de los principales miembros del gabinete).

Lamentablemente, en lugar de calmar la violencia doméstica, estas iniciativas bien intencionadas terminan desencadenándola. Por ejemplo, al hacer un análisis de los años 2009 a 2015, he encontrado que en noviembre, cuando se lleva a cabo el mayor número de campañas contra la violencia, también hay un aumento del 7% de las denuncias de violencia doméstica en los centros de emergencia para la mujer y del 12% en la cantidad de incidentes notificados por hospitales y centros de salud. El número de llamadas de mujeres a las líneas directas se eleva en un 19%.

EL IMPACTO PSICOLÓGICO

A partir de datos de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar de Perú (ENDES), mi estudio demuestra asimismo que, durante estas campañas, los hombres se muestran más desconfiados, más celosos y más controladores con sus parejas. ¿Qué podría estar sucediendo?

Estudios de marketing y psicología social que se remontan por lo menos a cuatro décadas atrás muestran que las campañas que resaltan errores o defectos de carácter en su público objetivo tienden a motivar negación. Generan estigmas. Y provocan frustración, especialmente cuando las personas se sienten atacadas e incapaces de cambiar su comportamiento. Estos efectos, junto con la fuerza de las mujeres recién empoderadas, pueden motivar a los hombres a resistirse airadamente al cambio, a ejercer el control y a reafirmar su hegemonía a toda costa.

Evidentemente, esto no es lo que pretenden las campañas contra la violencia, incluso cuando llaman la atención sobre un comportamiento indiscutiblemente censurable. Debe haber mejores maneras de lograr los mismos objetivos.

MENSAJES ALTERNATIVOS

Una de las referencias proviene de las campañas sobre el VIH, las cuales, en lugar de señalar con el dedo a las personas temerosas de someterse a los estudios médicos, les informa de manera nada amenazadora que tienen respuestas a sus preguntas. Otra se deriva del uso de mensajes sutiles en programas de televisión que proyectan diferentes maneras de vivir. Por ejemplo, en Brasil, un estudio demuestra que la exposición a telenovelas en las que la mayoría de los personajes femeninos no tiene hijos, redujo significativamente los partos en mujeres de entre 25 y 44 años, con repercusiones particularmente fuertes en los niveles socioeconómicos más bajos.  Estas telenovelas no les estaban diciendo a las mujeres que usaran anticonceptivos. Ni les estaban indicando que se comportaran de determinada forma. Pero al proporcionar ejemplos de mujeres ficticias que mantienen familias pequeñas y, al mismo tiempo, disfrutan de una movilidad social ascendente, ayudaron a reducir la tasa de natalidad.

Aún no sabemos cuáles serán los efectos a largo plazo de las campañas de sensibilización, e incluso podrían llegar a ser transformadores. Pero dadas las docenas de feminicidios anuales –la mayoría perpetrados por parejas o exparejas–, el aumento del 27% al 37% de los asesinatos de mujeres que he documentado durante las campañas de noviembre, así como el alza general de los casos de maltrato y violencia, suponen motivos suficientes para detenerse a pensar en el asunto. Hay que cambiar estos comportamientos, desplegados en muchos casos por hombres que han visto a sus padres hacer lo mismo; se trata simplemente de averiguar cómo se puede llegar a ese mundo mejor.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en el blog Ideas que cuentan, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El contenido es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas  que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial.

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