La vecina Costa Rica
Mientras en Nicaragua hay un dictador que mata a los ciudadanos (incluidos periodistas) y obliga al exilio a los que se oponen a su régimen, al otro lado de la frontera existe un mandatario que se solidariza y defiende los derechos que viola Ortega.
- junio 21, 2019
- 12:09 AM
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Mientras en Nicaragua hay un dictador que mata a los ciudadanos (incluidos periodistas) y obliga al exilio a los que se oponen a su régimen, al otro lado de la frontera existe un mandatario que se solidariza y defiende los derechos que viola Ortega.
Con Costa Rica hemos tenido una relación de amor y, absurdamente a la vez, de odio, pero lo cierto es que ha sido el país de Centroamérica que más nos ha tendido la mano a lo largo de la historia.
Lo hizo en 1856 cuando las tropas comandadas por Juan Rafael Mora ayudaron a derrotar al filibustero William Walker que se autoproclamó Presidente de Nicaragua; en 1979 cuando el presidente Rodrigo Carazo Odio prestó el territorio para que guerrilleros sandinistas operaran en su país; en 1982 cuando el mandatario Luis Alberto Monge permitió a los contrarrevolucionarios también establecerse ahí.
Y lo hace ahora, abriendo sus puertas a aproximadamente 80,000 nicaragüenses que se han exiliado tras la brutal represión y persecución de la funesta dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Lo mismo ocurrió en el siglo pasado, las dictaduras de Anastasio Somoza y la sandinista obligaron a miles a refugiarse en territorio costarricense.
A pesar de nuestras diferencias, por conflictos limítrofes y una vergonzosa diplomacia del gobierno de Daniel Ortega, Costa Rica es una buena vecina. La vocación democrática de ese país ha sido clave en la resolución de nuestros problemas internos, como en 1987, con los tratados de paz liderados por el expresidente Óscar Arias y que puso fin a los conflictos armados en Centroamérica.
Y lo vemos ahora con esta crisis que ya cumplió un año y que el dictador Daniel Ortega se empeña en mantener a sangre y fuego. Costa Rica fue el primer país en condenar y denunciar ante la comunidad internacional los atropellos cometidos por las fuerzas represivas del régimen.
También ha reiterado su compromiso para que el país alcance una salida pacífica. Desde la Organización de Estados Americanos (OEA), las Naciones Unidas (ONU) y el Grupo de Lima, Costa Rica ha dejado muy firme su posición respecto a Nicaragua. Y fue bajo la presidencia de Costa Rica que el Consejo Permanente de la OEA aprobó la primera resolución que condenó las graves violaciones a los Derechos Humanos.
“Es una relación preocupante para nosotros, porque quisiéramos que ese conflicto se solucionara lo antes posible y que en Nicaragua haya democracia y respeto a los derechos humanos”, me dijo en una entrevista el canciller Manuel Ventura.
Hace poco hablaba con un colega periodista costarricense sobre el rol que su país ha jugado en nuestra historia. Le agradecí por ese apoyo y solidaridad que también ha emanado de los ciudadanos y, ojalá que esta crisis sea una oportunidad para estrechar más los lazos entre nicas y ticos. “Me siento contento que puedan seguir la lucha desde acá”, me dijo.
Y sí, Costa Rica es un bastión del exilio nicaragüense. Desde ahí siguen la resistencia cívica decenas de jóvenes y líderes nicaragüenses como la campesina Francisca Ramírez, el cantautor Carlos Mejía Godoy, el periodista Carlos Fernando Chamorro… y otros tantos más. Ese calor, esa apertura que ha mostrado Costa Rica, el gobierno del presidente Carlos Alvarado y los costarricenses se agradece.
Los gestos de Costa Rica hacia Nicaragua nos demuestran que no estamos solos en esta lucha por la democracia y la justicia que empezó en abril de 2018. Lo hemos visto también en la persistencia del gobierno del presidente Alvarado para que se liberara a la periodista nicaragüense costarricense Lucía Pineda Ubau.
Mientras en Nicaragua hay un dictador que mata a los ciudadanos (incluidos periodistas) y obliga al exilio a los que se oponen a su régimen, al otro lado de la frontera existe un mandatario que se solidariza y defiende los derechos que viola Ortega, como la llamada del presidente Alvarado a la periodista Lucía Pineda esta semana tras su liberación.
Estamos tan cerca y tan lejos: todos los nicaragüenses anhelamos esa democracia que le ha permitido estabilidad a nuestro país hermano, anhelamos contar con un Estado de Derecho, anhelamos que los ciudadanos dejen de buscar en Costa Rica las oportunidades que no encuentran en Nicaragua.
Como hace 40 años, la vecina nos está ayudando a sacar al violador de derechos humanos que tenemos en casa. Ojalá esta sea la última vez.
Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial.