El temor del dictador Daniel Ortega
Ortega llama terroristas a sus opositores porque les tiene terror. ¿Y por qué semejante terror? No es porque asalten bancos, secuestren o coloquen bombas mortíferas. El tirano habla de terrorismo porque sabe que la inmensa mayoría del pueblo lo repudia. Le teme al pueblo.
- mayo 29, 2019
- 02:27 AM
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Ortega llama terroristas a sus opositores porque les tiene terror. ¿Y por qué semejante terror? No es porque asalten bancos, secuestren o coloquen bombas mortíferas. El tirano habla de terrorismo porque sabe que la inmensa mayoría del pueblo lo repudia. Le teme al pueblo.
Una de las características del régimen de Daniel Ortega es la desfachatez, o el descaro, o la charlatanería. Como usted quiera llamarles. Siempre la palabra se quedará corta para calificar la conducta reiterada de sus voceros, comenzando por el mandamás: mentir, mentir y mentir es su consigna. En realidad, no podría ser de otra manera: si son cruelmente desalmados con la vida, la libertad y la integridad física y moral de las personas, es natural que también desprecien la verdad.
Un retrato de cuerpo entero, por delante y por detrás, pudimos observar, una vez más, en los hechos recientes. Primero fue la exposición que hizo el representante del régimen, en ocasión del examen que se realizó, en Ginebra, Suiza, sobre el cumplimiento por parte del Gobierno de las normas universales en materia de derechos humanos.
Allí, el representante del régimen, sin el menor empacho, ante delegados de países de todos los continentes, afirmó, entre otras patrañas lo siguiente: “Nunca hemos reprimido ninguna protesta ni ninguna manifestación pacífica”.
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Pocos días después, ante la convocatoria a una movilización por parte de la Unidad Azul y Blanco (UNAB), todo mundo, a nivel interno y a nivel internacional, pudo ver el despliegue desmesurado de la policía para reprimir cualquier intento manifestación.
Pero la mentira del paniaguado del régimen, en Ginebra, estuvo rodeada de otras. Recordemos que uno de los compromisos que contrajo el gobierno en la Mesa de Negociación fue, precisamente, respetar la libertad de movilización ciudadana.
Y hace tres días, en su cantinflesco documento denominado “Programa de trabajo para consolidar estabilidad y paz” reafirmaron, descaradamente, el compromiso de “garantizar el derecho de concentración, manifestación y movilización pública”.
Para no quedarse atrás con los embustes, la policía negó el permiso solicitado por la Unidad Azul y Blanco, bajo el pretexto de que los solicitantes no estaban identificados. Tremenda patraña. Preguntémonos: ¿Desde cuándo la policía recibe un documento en sus instalaciones sin que los peticionarios se identifiquen? Para quien tenga dudas, le invito a que lo intente.
Ustedes dirán, pero si todos sabemos que el mandamás y sus secuaces son una pandilla de mentirosos. ¿A qué viene este comentario?
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Por supuesto que sabemos que en todo mienten. Lo mencionamos porque es importante conocer las razones de la repetición de tantas mentiras. Si están conscientes del descrédito internacional y del descrédito interno, ¿por qué repiten sus mentiras?
La primera razón es que esas falsedades no están destinadas ni a la comunidad internacional ni al pueblo nicaragüense. Sus mentiras están destinadas a su clientela política. O hacia aquellos que todavía tienen dudas. Son una minoría, es cierto, pero importan.
Estas personas incluyen a trabajadores del Estado, policías, ejército y gente que todavía espera su lámina de zinc. El régimen habla para las raquíticas bases que todavía le quedan. Igual que lo hacían los fascistas de Hitler, ellos piensan que de repetir y repetir la misma canción, habrá gente que se aferrará a sus versiones, por muy grotescas que sean las mentiras.
De lo dicho se desprende una pauta de acción para todos.
Usualmente hablamos de que los frentes de lucha están en la calle, en los medios de comunicación, con los paros, las moratorias fiscales y a nivel internacional. Pero hay un frente de batalla menos visible pero igualmente clave. Hablamos de las familias, los centros de estudio o de trabajo. Si usted tiene un pariente, amigos o compañeros de estudios o de trabajo o vecinos, que siguen creyendo en el régimen, no podemos darlos por perdidos.
Todos hemos visto cómo conocidos nuestros, ante los desmanes del régimen, han abierto los ojos y cambiado su posición. Claro está que no nos referimos a los sicarios. Hablamos de la gente sencilla, que todos conocemos. Estas personas están expuestas cotidianamente a las falsedades que vomitan los medios de comunicación oficialistas. Debemos ayudarles a abrir los ojos. Hay que hacerles llegar la realidad por Facebook, por las redes sociales o directamente, cara a cara. Si somos ofensivos o agresivos no nos escucharán. Si perseveramos y somos persuasivos, igual que ha ocurrido con muchos otros, a estos nicaragüenses se les irá cayendo la venda que todavía tienen. Nos conviene que lo hagan.
Los hechos recientes nos conducen a otra pregunta. ¿Por qué Ortega tiene tanto pavor a las manifestaciones ciudadanas? Y no solo a las manifestaciones. ¿Vieron semejante despliegue de la Policía y el Ejército para que el mandamás pudiera desplazarse hacia Niquinohomo? Metro por metro, se instalaron a lo largo de toda la ruta. Ni Somoza, ni en plena guerra en los ochenta, se vio semejante exageración.
Ortega llama terroristas a sus opositores porque les tiene terror. ¿Y por qué semejante terror? No es porque asalten bancos, secuestren o coloquen bombas mortíferas. El tirano habla de terrorismo porque sabe que la inmensa mayoría del pueblo lo repudia. Le teme al pueblo. Le aterroriza ver al pueblo desplegado en las calles gritando libertad, justicia y democracia. Igual que a Drácula le causaba terror la Cruz, a Ortega le aterroriza la bandera azul y blanco. Por eso nos llama terroristas.
Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial. La publicación no significa que este medio valide los argumentos o considere las opiniones como cierta.