Un plan de país para transformar la producción
Para desarrollarse Nicaragua requiere una transformación productiva. Es decir, que la economía deje de generar empleos de baja productividad y comience a producir bienes y servicios de alto valor agregado.
- agosto 18, 2020
- 02:17 AM
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La semana pasada conversé con un grupo de trabajadores despedidos de una zona franca. En el desarrollo de la plática me percaté de algo realmente macabro. Muchos de ellos eran los de mayor experiencia dentro de la fábrica. ¿Por qué la empresa en contubernio con el régimen, despidió a los más productivos y con mayor experiencia? La respuesta fue saliendo durante la conversación.
Tanto para el régimen –para el INSS (Instituto Nicaragüense de Seguridad Social) en particular– como para la empresa, estos trabajadores representaban un mayor costo por ser de mayor edad. Despidieron a personas diabéticas y con otros padecimientos crónicos, incluso algunos bajo tratamiento contra el cáncer. El régimen permitió el despido porque estos trabajadores pronto dejarán de cotizar y al cumplir la edad de retiro tendrán que comenzar a pagarles sus pensiones. Además, al no estar asegurados pierden el derecho a la atención médica y el INSS se ahorra esos gastos. Si no son reincorporados, estos trabajadores habrán perdido sus años de cotización y no accederán a una pensión.
Este es un ejemplo del mal que puede hacer la política pública de una dictadura que se llena la boca pregonando su solidaridad y socialismo. Pero demuestra con hechos que solo le importa su situación financiera, aún a costa de los trabajadores.
Por eso es necesario un plan de país que se enfoque en una nueva forma de trabajar. En la que el Gobierno Central facilite el desarrollo de las empresas y sus empleados. Y que además garantice que al concluir su vida laboral, los trabajadores reciban una pensión digna que compense todos esos años de dedicación.
Una nueva forma de trabajar y de producir
Para desarrollarse Nicaragua requiere una transformación productiva. Es decir, que la economía deje de generar empleos de baja productividad y comience a producir bienes y servicios de alto valor agregado.
Para tener una visión más clara de lo que significa una verdadera transformación productiva, pensemos en un ejemplo específico: la agroindustria. Por años se ha dicho que en lugar de seguir produciendo materias primas, tenemos que movernos hacia productos de mayor valor agregado, que cumplan los requisitos de los mercados más exigentes, porque esos son los que pagan mejores precios.
Pero, ¿qué productos podríamos desarrollar agroindustrialmente para transformar la economía? El cacao, hortalizas, productos cárnicos procesados, lácteos y sus derivados, conservas y mermeladas a base de frutas tropicales son solo algunos de los que podríamos comenzar a exportar a gran escala.
Transformación productiva es más factible si empezamos industrializando lo que ya sabemos producir.
Podemos ser más específicos y pensar en productos con gran potencial como la pitahaya. Por ser una fruta originaria de América, tenemos las condiciones naturales necesarias para producirla. La conocemos bien: ¿qué nica no se ha tomado un sabroso y helado fresco de pitahaya, con un poquito de limón y azúcar? Pues resulta que en el resto del mundo su consumo está en auge.
Visualicemos cómo funcionaría
Hay un boom en su consumo. Vietnam lo detectó hace algunos años y ahora es el mayor exportador del mundo. Percibe casi mil millones de dólares solo por las ventas de pitahaya. Pero no solo ella tiene potencial. El consumo de muchas otras frutas tropicales, exóticas, nutritivas y saludables, también está de moda. Usando como ejemplo el potencial de este cultivo, visualicemos cómo un plan de país se pondría en marcha en la Nicaragua democrática del futuro.
Uno de los muchos lugares propicios para producir pitahaya es el valle de Sébaco. Ahí existen los servicios necesarios para el desarrollo de nuevos cultivos. La industria arrocera ya atrajo a empresas de riego, proveedores de asistencia técnica, sucursales bancarias, comercializadoras de insumos y otras. Muy necesarias todas ellas para apoyar la transformación productiva.
El valle posee muy buena infraestructura, lo cruza la carretera Panamericana. Está a solo seis horas de puerto Cortez y a dos horas de Corinto. Además, por ser un cactus, la pitahaya no competiría con el arroz. Al contrario, su cultivo se complementaria en las tierras marginales del valle, donde además vive mucha gente pobre.
La colaboración conjunta entre empresarios que quieran diversificar la producción, junto a un Gobierno Central facilitador, universidades y alcaldías que comparten el valle, podrían fomentar el cultivo. Un elemento primordial sería el financiamiento de mediano plazo. Ya que establecer una manzana de pitahaya bien tecnificada, con riego incluido, puede requerir una inversión superior a los 4 mil dólares.
Otros lo han logrado
Mientras se van sembrando las áreas, se debe promover el establecimiento de empresas procesadoras. Ellas exportarían las mejores frutas frescas para el consumo directo en Estados Unidos, cuyo mercado compra 500 millones de dólares anuales en pitahaya. Nos tomó 13 años conseguir la certificación para exportar pitahaya fresca a ese país y aún no se aprovecha esta apertura de mercado.
Las frutas de menor calidad serían procesadas para exportarlas, como pasta congelada o fruta deshidratada. Con el tiempo, se podría establecer en Ciudad Darío plantas procesadoras de otros productos a base a pitahaya: mermeladas, jugos y bebidas energizantes, entre otros.
El ejemplo de todo lo que se puede hacer con un producto en particular, es una ilustración de lo que en otros países se ha hecho. Pero que en Nicaragua por la ausencia de políticas públicas de desarrollo y de transformación productiva, no se ha podido concretar.
Si otros países lo han logrado, ¿por qué Nicaragua no? La respuesta es sencilla. Porque en lugar de enfocarnos en el desarrollo, nos hemos dedicado a pelearnos por el poder. Porque el que lo consigue se atornilla a la silla y ya no la quiere soltar.
Falta visión de país
Esa falta de visión de país es lo que nos tiene como estamos. Si recorremos el valle de Sébaco, vemos una vasta región que otros quisieran tener. Israel es un país desértico pero produce 40 toneladas de pitahaya por hectárea, mientras que nosotros no llegamos a 7. ¿Por qué es así? Porque ellos carecen de los recursos naturales que tenemos aquí y “le sacan el jugo” a lo poco que tienen.
Nicaragua puede llegar a esos niveles de productividad. Pero para lograrlo es fundamental contar con asistencia técnica y financiamiento. En solo 3 días podríamos llevar esta hermosa y exótica fruta, producida en las laderas pedregosas y al parecer estériles de Ciudad Darío, hasta la estantería de un lujoso supermercado en Los Ángeles o Boston, donde se venden las mejores frutas a diez dólares cada una.
Estas exportaciones serían el resultado de la inversión privada y sobre todo del esfuerzo de centenares, quizá miles, de trabajadores altamente productivos y capacitados, que recibirían buenos salarios. Estos empleos dignos y productivos transformarían materias primas en productos de alto valor agregado y con alta demanda mundial. Cada trabajador se volvería un activo de alta productividad. De esta manera, las empresas no desecharían el activo más importante que tienen: sus colaboradores y su productividad.
Espero que este sencillo ejemplo de lo que se puede hacer en la agroindustria ilustre lo que significa la transformación productiva de un determinado sector.