Las ceremonias indígenas de luna llena en Nicaragua y el cambio social que vivimos

El Covid-19 nos ha mostrado en carne propia el sufrimiento de perder a nuestros padres, a nuestros abuelitos, a la gente que dio su vida para que nosotros pudiéramos tener la nuestra.

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  • julio 29, 2020
  • 06:00 AM

El cambio de Nicaragua viene ligado a un cambio interno que tiene que ocurrir en cada uno de nosotros.

Conocer a Pablo (q.e.p.d.), un escribano de los pueblos indígenas de Sutiaba (León), marcó el inicio de un corto, pero profundo recorrido a través de nuestra cultura indígena. El escribano es el encargado de mantener los registros escritos desde el tiempo de la colonización hasta la fecha.

Para ser un hombre con un conocimiento tan profundo, Pablo era una persona excepcionalmente sencilla y amistosa, con una confianza en las nuevas generaciones que yo nunca había visto

Pablo fue mi mentor en el camino hacia nuestras raíces ancestrales y por esto, ahora le rindo un profundo homenaje en mi vida diaria. De él aprendí a confiar en nuestros jóvenes, herederos legítimos de nuestro linaje y nuestro poder.

La primera ceremonia de luna llena a la que asistí fue en Sutiaba, con un grupo de treinta personas con las que compartí el poderoso ritual de luna llena durante doce horas seguidas. Debo admitir que mi primera experiencia, estuvo muy lejos de ser tan amena y relajada como yo me la imaginaba. Ese día aprendí que con esas cosas no se puede jugar.

Pablo está a la derecha, era el escribano del pueblo indígena de Sutiaba.

Las ceremonias de luna llena de los pueblos indígenas de Nicaragua son el momento en que los distintos grupos indígenas se reúnen en un punto determinado para compartir experiencias, tomar acciones comunes, sanar a los enfermos y pedirles a los ancestros que guíen nuestros pasos.

Son ceremonias extremadamente respetuosas en las que se invocan a nuestros ancestros o “abuelitos”, para que nos den la fuerza, la sabiduría y la compasión para llevar nuestra vida con honor, dedicación, integridad, humildad y respeto.

Es un momento en el que nuestra alma se conecta con el alma de nuestra madre tierra “la pachamama”, del cielo “la gran tinaja azul”, los vientos de los puntos cardinales, la luna y el sol. Quien alguna vez la ha vivido, ha percibido el poder que se puede sentir cuando nos conectamos con nuestros ancestros, un poder que nunca nos deja.

Desde la primera vez que estás en una ceremonia indígena de luna llena tu vida cambia. Hay algo que sucede que es difícil de explicar, pero aún más difícil de ignorar.

En 2017 ya sabíamos que un gran cambio se aproximaba, sabíamos que nuestra madre tierra sufría y que era el momento de prepararse para una profunda transformación social. Durante todo un año preparamos la tierra durante las ceremonias de luna llena, para que el sufrimiento pudiera dar paso al nacimiento de una nueva Nicaragua, con nueva sangre y nuevos ideales, llena de amor y compasión, libre de las impurezas del odio y del miedo que nos han gobernado.

Para los pueblos indígenas de Sutiaba, el hecho de que la Compañía Licorera de Nicaragua hubiera usado el nombre de su amada princesa Flor de Caña, (hija del gran Cacique Adiact, quien valientemente luchó en contra la ocupación Española), para forjar las mismísimas cadenas con las que se esclavizó al pueblo de Nicaragua, era una de las muestras más claras de la pérdida total de nuestros valores humanos.

Para Pablo la problemática política también tenía una ineludible conexión con los problemas sociales que vivíamos incluso antes de abril del 2018. El que Rosario Murillo le sirviera en bandeja de plata a niñas (incluso a su propia hija) a Daniel Ortega para que las violara, reflejaba la situación real del pueblo de Nicaragua, el cual servía a sus hijas e hijos en bandeja de plata para que los gobernantes abusaran de ellos sin ningún tipo de restricciones.

Ahora el Covid-19 nos ha mostrado en carne propia el sufrimiento de perder a nuestros padres, a nuestros abuelitos, a la gente que dio su vida para que nosotros pudiéramos tener la nuestra.

Esto es parte de la sintomatología proveniente de la desconexión con nuestros valores como pueblo, con nuestra sangre, con nuestra energía ancestral. De la misma forma que una enfermedad a la que no se le presta atención sigue empeorando hasta el punto que ya no podemos ignorarla, así la situación de nuestro país sigue empeorando hasta que nosotros como pueblo logremos entender la necesidad de volver a nuestras raíces ancestrales, de honrar el trabajo que hicieron todos aquellos que lucharon para que nosotros pudiéramos vivir en libertad.

El cambio de Nicaragua no viene con una reforma electoral como curita a una herida que nos está desangrando. Tampoco viene con la elección de un líder todopoderoso que nos salve de nuestros propios errores. El cambio de Nicaragua viene ligado a un cambio interno que tiene que ocurrir en cada uno de nosotros al comprender que no estamos luchando en contra de algo o alguien, sino por algo.

Esta es una lucha sin armas, ni puños, ni odio; esta es una lucha que se hace con amor al prójimo, una lucha que se hace en el día a día cuando ayudamos a quien lo necesita, cuando damos de comer al que tiene hambre, cuando enseñamos en vez de criticar, cuando colaboramos en vez de juzgar, cuando sembramos en vez de destruir.

Nicaragüense, esta es tu lucha, por tu tierra, por tus ancestros, por tu sangre. Honrala. Tinki pali.

El autor es Director Ejecutivo de The Hague Peace Projects en La Haya, Holanda y miembro de SOS Nicaragua – Europa.

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