Abril le dio esperanza a la política nicaragüense

La juventud ya entró en la política y es parte de la historia. Ahora es momento de dar el salto cualitativo más importante y construir un partido político propio que, en confluencia con las demás fuerzas políticas, dispute el poder a Ortega y Murillo.

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  • abril 04, 2019
  • 10:25 AM

La juventud ya entró en la política y es parte de la historia. Ahora es momento de dar el salto cualitativo más importante y construir un partido político propio que, en confluencia con las demás fuerzas políticas, dispute el poder a Ortega y Murillo.

Apáticos, desconectados e incluso vagos. Esas eran algunas de las calificaciones que daban a los y las jóvenes por su poco interés en la política que hacían señoras y señores que asociábamos a ese ámbito, y que produjo, por tanto tiempo, antipatía.

No es que a la juventud no le gustara la política institucional, es que, a lo mejor, se les había olvidado para qué podía servir. Aunque sí hubo una generación que fue parte y espectadora de cambios profundos a través de irrumpir en las instituciones del Estado para, desde ahí, cambiar las cosas, -que no creo haya sido la de los 80's-. La generación de los que nacimos en los 90's y más allá estuvo muy lejos de esa.

La transición democrática que vio la caída del régimen autoritario del FSLN de la década de los 80's fue también una transición hacia una idea de sociedad más atomizada, en donde, en palabras de una vieja ministra británica, Margaret Thatcher, lo esencial era el individuo y la familia.

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La política desde las instituciones del Estado debía procurar tratar de administrar el orden, estabilidad y la seguridad de la sociedad, nada más. Ciertas necesidades básicas de las cuales carecía la gente - una amplia mayoría - debían estar fuera de la fórmula.

De esa forma, la democracia se fue convirtiendo en un simple mecanismo de cambio de gobernantes, y los partidos políticos - sobre todo el FSLN y el PLC- dejaron de representar los intereses de la gente para representar los de ellos mismos y sus caudillos; rompieron las reglas del juego democrático a través de pactos y prebendas y, con ello, fueron vaciando de legitimidad la política institucional y su ámbito de acción.

No solo se empezó a percibir, por parte de ciertos sectores, la política institucional como inservible, sino, a través de las grandes tramas de corrupción, se agudizó su clasificación de sucia. ¿Para qué buscar donde no había esperanza? ¿Cómo influyó en las y los jóvenes?

Dado el secuestro de la política por políticos tradicionales, la exaltada idea predominante de que la posibilidad de una vida digna y segura dependía del esfuerzo individual y, por tanto, las instituciones del Estado no debían accionar en pro de los imposibilitadas de llevar a cabo tal empresa, y los cambios culturales influyendo en una sociedad más consumista e individualista, las juventudes - múltiples claramente - se fueron volcando hacia esferas más del ámbito privado o, en el mejor de los casos, hacia organizaciones privadas de acción social u ONG's.

De esa manera, la juventud poco a poco se fue apartando o mostrando desinterés hacia la política institucional y, redefiniendo su idea de lo político, comenzó a incidir desde la sociedad civil no tradicional. Desde ese espectro venían muchos de los y las jóvenes que iniciaron las protestas de #SOSIndioMaiz y luego #SOSINSS. De ahí surgieron, chavalas como Madelaine Caracas, Arianna Moraga, Eloísa Altamirano, entre otras.

Katherine Ramírez, miembro del Consejo Político de la Unidad Nacional y miembro de la plataforma Con Vos, hace referencia a la irrupción de la política en espacios “negados” históricamente:

“Los y las jóvenes hoy irrumpen en la política tomando los espacios que les han sido negados por mucho tiempo por diferentes motivos, pero el más absurdo: por ser jóvenes, error garrafal ya que es gracias a la juventud y a esas nuevas experiencias que recopilan, es que se puede crear e innovar en una sociedad mejor, equitativa y justa”.

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Abril politizó a la gente, pero sobre todo a los jóvenes.

Ante al uso de la fuerza armada monopolizada por un Estado acaparado por Ortega y Murillo frente a jóvenes desarmados, la gente se movilizó haciendo uso de un variado repertorio de acciones colectivas, orientados por la exigencia de libertad, justicia y democracia. ¡Que se vayan!

El campo político se reconfiguró y, desde el afuera institucional, las multitudes luchaban para hacer renunciar a quienes encarnaban el régimen dictatorial. La gente entendía que la única posibilidad de poder obtener lo que demandaban y siguen demandando pasa por irrumpir en la arena política, tomarse las instituciones - por consenso o por asalto- y cambiar las cosas desde ahí.

Los jóvenes lo comprendieron y, como fuerzas simbólicas, dieron los primeros pasos para que la unidad de todas las fuerzas antidictatoriales fuera posible. Espacios no exentos de los viejos vicios del adultismo complaciente al que los mismos jóvenes le hacen el juego, pero que debe desaparecer si la juventud de verdad quiere ir hasta el final.

La juventud ya entró en la política y es parte de la historia. Ahora es momento de dar el salto cualitativo más importante y construir un partido político propio que, en confluencia con las demás fuerzas políticas, dispute el poder a Ortega y Murillo por la vía de elección anticipada, libre, transparente, competitiva y observada.

Este paso es fundamental, dado que la juventud ya no le basta solamente con estar ejerciendo un poder de veto a los  gobernantes desde la calle o desde los espacios organizados de la sociedad civil. Si se asume ese rol puede que una transición similar a la de los 90's sea lo que nos receten y que la historia vuelva a repetirse.

La juventud debe involucrarse en la política institucional, en la instituciones del Estado y la administración de los asuntos de interés público, si de verdad quiere hacer la batalla por lo que creen; y desde ahí luchar por la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición de la matanza y  construir un modelo democrático que no simplemente se asocie a cambio de gobernantes y al fortalecimiento de la institucionalidad democrática y el Estado de derecho, sino también a procesos de igualación social.

Según Juan Carlos Márquez, comunicador social y miembro de la plataforma política Con Vos, el significado de la irrupción de los y las jóvenes en la política es:

“Organizarnos para convertir nuestras demandas en las principales alternativas de cambio duradero, verdadero e inclusivo. También democratizar la nación en base a ideales llenos de valentía, dejando atrás los pactos obsoletos y viejos que obstruyen nuestro futuro; por primera vez, la cultura cívica y pacífica nos garantizará que nunca más haya exclusiones para tomar el camino más certero al progreso”.

Siguiendo una línea similar, Yarithza Mairena, miembro del Consejo Político de la Unidad Nacional y parte de la Coordinadora Universitaria por la Justicia y la Democracia (CUDJ), le da sentido a la participación de los y las jóvenes como una manera de hacer política de forma distinta:

“Que los jóvenes participen en política significa terminar con los procesos viciados y la politiquería que ha mantenido a Nicaragua en una cultura y economía estancada.  Podremos renovarnos y ampliar nuestra visión de los problemas y las soluciones y al fin tener un país que no caiga una y otra vez en los mismos errores”.

Hoy la juventud está dispuesta a asumir el cambio, a regenerar la política y a devolverle la esperanza a la gente, y desde este ámbito, construir mejores vidas. Vidas más dignas.

Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas  que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial. La publicación  no significa que este medio valide los argumentos o considere las opiniones como cierta.

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