Las universidades y la crisis de abril de 2018
La construcción de esta Nicaragua deberá comenzar con la creación de nuevas universidades que borren para siempre la página más oscura y vergonzosa de la educación superior de nuestro país.
- abril 17, 2020
- 06:01 AM
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La construcción de esta Nicaragua deberá comenzar con la creación de nuevas universidades que borren para siempre la página más oscura y vergonzosa de la educación superior de nuestro país.
MANAGUA — La inmensa mayoría de los nicaragüenses y, principalmente la cúpula gobernante, nos vimos sorprendidos por la magnitud y profundidad de la crisis que se desencadenó entre el 18 y el 19 de abril de 2018. El modelo de diálogo y consenso, desarrollado hasta entonces, entre el gobierno y el Consejo Superior de la Empresa Privada, había conseguido que el país alcanzara en los años previos a la crisis tasas de crecimiento por encima del promedio de los demás países de la región.
Algunos sectores como turismo, construcción y el financiero daban señales de dinamismo y, aunque prevalecían altas tasas de pobreza y de inequidad, la impresión que daba el país era que pasaba por un buen momento económico. Lo que no era tan evidente era la otra cara de la moneda; la concentración del poder en el pequeño grupo de incondicionales a la pareja Ortega-Murillo, el desmantelamiento de la institucionalidad democrática, el control político del aparato judicial, la corrupción galopante, el control y subordinación a la pareja presidencial de la Policía y del Ejército, la represión a cualquier intento de protesta o manifestación pública crítica al gobierno, con la consiguiente limitación a las libertades ciudadanas.
Como consecuencia de lo anterior, con la excepción de un reducido grupo de ciudadanos y ciudadanas que mantuvieron una protesta casi permanente frente a los abusos de gobierno, una buena parte de la población buscábamos la mejor manera de acomodarnos para sobrevivir en esa dualidad. La represión al movimiento #Ocupa INSS y la indolencia del gobierno ante el incendio en la reserva de Indio Maíz, sacudieron las conciencias de muchos y dejaron en claro la dificultad de encontrar acomodo en el rumbo que llevaba el país.
Las universidades no escapaban a la ola que parecía nos arrastraba a todos. La corriente iniciada desde comienzos del siglo XXI de diseñar los estudios en base a competencias y seguir manteniendo una oferta muy tradicional, eran indicio de que se estaban acomodando para responder a las demandas del mercado y no a la misión trascendental de la universidad. Aunque en el discurso oficial se seguía hablando de “competencias blandas”, de fomentar el espíritu crítico y la defensa de la Autonomía Universitaria, en la práctica, muy pocas universidades asumieron esto último de manera consecuente.
Las y los jóvenes universitarios parecían no preocuparse por el rumbo que seguían sus instituciones y el país al dejarse arrastrar por la corriente, Creíamos que lo único que les interesaba era concluir sus carreras universitarias, buscar el mejor empleo posible y acomodarse también a la situación, hasta que llegó el 18 de abril y los jóvenes dijeron: ¡basta ya!
SUMISIÓN Y FALTA DE DIGNIDAD
Lo que el gobierno sigue describiendo la crisis de abril como un intento de golpe de estado, todos sabemos que inició como reacción de grupos de jóvenes universitarios de León y Managua ante lo que consideraron un abuso y un uso innecesario de la fuerza por parte del gobierno para cortar de tajo las protestas de algunos jubilados en contra de las reformas a la Ley de Seguridad Social que el gobierno había aprobado unilateralmente unos días antes.
La fórmula que hasta entonces les había funcionado bien, de desbaratar por la fuerza a pequeños grupos de protesta, esta vez no funcionó. El haber golpeado a los ancianos jubilados que protestaban frente a las instalaciones del Hospital Escuela en León, provocó el rechazo y la ira de los estudiantes que en principio salieron de las clases para observar lo que estaba pasando. Ver a dirigentes estudiantiles actuando como fuerzas de choque del gobierno para golpear ancianos fue para muchos la gota que derramó el vaso.
Algo similar ocurrió en Managua con la represión brutal al piquete de protesta que se había organizado en el sector de Camino de Oriente. Las imágenes de mujeres derramando sangre y de periodistas agredidos y asaltados, llenaron de indignación al país y las y los jóvenes estudiantes respondieron ese mismo día con protestas masivas frente a la UCA y la UNI. La mecha se había encendido.
Las autoridades universitarias de la UNAN-León y la UNAN-Managua, principalmente, en lugar de actuar con prudencia y evitar que la mecha siguiese encendida, dieron en esos días las muestras más lamentables de sumisión y falta de dignidad al llegar a los respectivos internados y amenazar a sus estudiantes con expulsarlos y quitarles las becas si no se sumaban a los grupos represivos de la juventud sandinista, que hasta ese momento constituían el grueso de las fuerzas represivas. Lejos de amedrentarse y agachar la cabeza, como esperaban las autoridades, los jóvenes salieron a la calle a engrosar las protestas.
GOBIERNO IRRACIONAL Y CRIMINAL
La respuesta del gobierno fue irracional y criminal. Al ver que el número de protestantes crecía ordenaron usar armas de fuego para acabar de una vez por todas con el movimiento que comenzaba a gestarse. Los primeros heridos y muertos no hicieron más que elevar la indignación popular y hacer surgir un movimiento de solidaridad gigantesco con los estudiantes. Los mismos estudiantes de varias universidades se organizaron espontáneamente para organizar puestos médicos para atender a los heridos en las protestas y centros de acopio de materiales para abastecer a los que se encontraban en la primera línea de lucha en el sector de la Avenida Universitaria.
En esos trágicos días, la gran mayoría de las universidades dejaron solos a sus estudiantes y se abrió una brecha enorme entre instituciones que decía no tomar partido en el conflicto y pretendían seguir adelante como que nada pasaba, y la mayoría de sus estudiantes que estaban siendo masacrados y que habían asumido la bandera de construir un país mejor para todos y todas.
La brecha se hizo más grande con las tomas de la Upoli y el Recinto “Rubén Darío” de la UNAN-Managua y se hizo probablemente insalvable con el desalojo violento por parte de la policía y paramilitares que se saldó con la vida invaluable de varios estudiantes y la posterior persecución, encarcelamiento y expulsión de centenares de estudiantes.
REFUNDAR UNIVERSIDADES PÚBLICAS
Nunca en la historia de la universidad en Nicaragua, las autoridades universitarias asumieron una posición tan cobarde e indigna como en estos meses. No solo permitieron que la bandera de la Autonomía fuese mancillada y ensangrentada, sino que permitieron que sus estudiantes fuesen perseguidos, encarcelados, torturados, violados y asesinados, sin decir una sola palabra. La única universidad que en esos días oscuros brilló y sigue brillando con luz propia es la Universidad Centroamericana, por ello ha tenido que pagar un precio muy alto, pero Nicaragua nunca olvidará su actuación digna y valiente en defensa de sus estudiantes, de la libertad y la justicia.
Hoy, las universidades parecen seguir sus labores como que no pasó nada. Las autoridades se empeñan en mostrar que volvió la normalidad, pero hay demasiados pupitres vacíos, la sangre derramada no termina de secarse, las lágrimas de las madres que piden justicia no se han secado tampoco, como para creer que todo está normal. Estas universidades que dejaron solos a sus estudiantes, que callaron o fueron cómplices de los crímenes que se cometieron no tienen lugar en el futuro de una nueva Nicaragua. La construcción de esta Nicaragua deberá comenzar con la creación de nuevas universidades que borren para siempre la página más oscura y vergonzosa de la educación superior de nuestro país.
El autor es director del Foro Eduquemos y exrector de la Universidad Americana (UAM). Representó al sector académico en el Diálogo Nacional.