Nicaragua, en las garras de un reptil

En Nicaragua siempre habrá una herida que no terminará de cicatrizar, y porque sabemos que los responsables aún tienen deudas con la verdad y la justicia.

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  • abril 17, 2020
  • 01:55 AM

En Nicaragua siempre habrá una herida que no terminará de cicatrizar, y porque sabemos que los responsables aún tienen deudas con la verdad y la justicia.

“Hay que escribir bajo cualquier

circunstancia  por negativa que esta sea”.

Sergio Ramírez

DIRIÍA, Granada — Deseo empezar este pequeño artículo con dos citas que dan cuenta de lo que podríamos llamar «una estructura de sentimiento» o «una construcción de la memoria» que, en definitiva, dicen de un habitus inconsciente, siempre presente, y que me permiten necesariamente pensar en la insurrección de abril de 2018.

Dice la escritora uruguaya Ida Vitale:

                                               “Las dictaduras marcan  un profundo dolor en el ser humano”.

Y Mario R. Argueta, apunta:

                                         “Si estoy en tu memoria, soy parte de la historia”.

Se sabe que las cosas no empiezan de un día para el otro. Pero también, a qué me refiero si digo abril del 2018: aunque quiera hablar de literatura, si hago referencia a «insurrección de abril», necesariamente van a producirse cruces con cuestiones consideradas extraliterarias -lo político, lo social, lo económico, la desaparición, la tortura, el exilio, represión, muerte y un profundo trauma social, sobre todo, en las madres y familiares de víctimas y asesinados bajo la represión orquestada por el régimen de Daniel Ortega.

En Nicaragua nadie puede ejercer sus derechos fundamentales, vivimos sometidos al poder de un único partido o, más bien, a la voluntad de una pareja de criminales de lesa humanidad que dirigen el país a su antojo. Estas son una de las tantas razones que hacen de este régimen el más macabro y atroz de cuantos han campado en el país. Todo esto ha traído grandes temas a la literatura en Nicaragua, acostumbrada a tejer su universo estético con la turbulenta materia prima de su negra historia, pero también, grandes sufrimientos atravesados por la conmoción del dolor, el exilio y la muerte.

LAS MARCAS DE LA DICTADURA

Las marcas causadas por la dictadura de Daniel Ortega siempre estarán abiertas. Todorov afirma que quien convierte a su país en un campo de muerte tiene el corazón comido por los gusanos, esos gusanos han habitado siempre en hombres que han dejado huellas autoritarias indiscutibles. Desde Julio César, pasando por Cromwell, Robespierre, Napoleón, Mussolini, Franco, Stalin, Hitler, hasta llegar a nuestros días con Sadam Husein, Gadafi, Fidel Castro, Hugo Chávez, Trujillo, Pinochet, Noriega y Daniel Ortega. Cada uno impuso su propio estilo y fue responsable de abusos y, en la mayoría de los casos, de atrocidades. ¿Tienen algo en común estos dictadores? ¿La mente de un gobernante autoritario funciona de manera diferente? ¿Qué ocurre en su cabeza?

Según ciertas teorías, los dictadores sufren de algunos trastornos en el cerebro. La causa estaría en el gen denominado AVRP1, que regula la capacidad de ser generosos con los demás, que sería más corto respecto al resto de seres humanos. Este gen está asociado a la secreción de una hormona responsable de la creación de vínculos sociales y afectivos, además de carecer de acciones altruistas, de todo lo anteriormente mencionado, Ortega es un gran poseedor, así lo menciona en su libro El preso 198, Fabián Medina.

Especialistas afirman que el dictador es un ser dominado por una estructura cerebral situada en el tronco encefálico, sorprendentemente idéntica al cerebro que tiene cualquier reptil y que empuja hacia el dominio, la agresividad, la defensa del territorio y la autoubicación en la cúspide de una jerarquía vertical e indiscutida. Esto nos reafirma que el cerebro reptil siempre ha estado en Daniel Ortega y Rosario Murillo, y más operante que nunca en la denominada “operación limpieza” en todo el territorio nacional, dejando a su paso duelo, llanto y horror.

Por eso digo que en Nicaragua siempre habrá una herida que no terminará de cicatrizar, y porque sabemos que los responsables aún tienen deudas con la verdad y la justicia; es este el hondo reclamo que hace la Asociación Madres de Abril (AMA), quienes exigen justicia para los responsables directos e indirectos de sus hijos.

MEMORIAS DE ABRIL

La Asociación Madres de Abril ha realizado diferentes actividades para mantener viva la memoria de sus hijos y familiares que cayeron bajo las balas de aquel funesto año 2018. El Museo de la Memoria contra la Impunidad es una de estas actividades donde en una sala cuelgan del techo fotografías que el viento mueve cadenciosamente, además de pertenencias de los chavalos asesinados.

Este 18 de abril de 2020 se cumplen dos años de la insurrección de abril y desde cada una de nuestras trincheras las exigencias siguen siendo las mismas. Para quienes escribimos, en primer lugar, perturba el hecho de escribir. Quienes nos dedicamos a esto quisiéramos escribir en un ambiente menos irritante. Sin embargo, hay que estar poniendo el oído en lo que está ocurriendo, por lo tanto, no se puede dejar de seguir escribiendo porque el ruido es mayor y es así como juntos hacemos más fuerte esta lucha que es de todos.

Quiero terminar con un fragmento de un poema para recordar que dos años después aún hay presos políticos en las cárceles de Daniel Ortega:

“Desde esta celda donde el odio ha confinado

la sonrisa, amada mía,

yo me desangro en la ausencia de tus manos

y me duermo con tu universo,

que es fuerza y vida en la esperanza de los hijos

que quedaron.

Pero si muero en la desdicha de no verte más,

levántate, recógeme,

no ha sido en vano el sacrificio de la carne,

pues, nuestros hijos, reflejo de nuestro amor,

verán los frutos de mi lucha.

Hasta siempre, amor mío.

Hasta siempre…

El autor escribió el poemario “Me duele respirar” en el que reúne una selección de versos dedicados a otros mártires de la Rebelión Cívica de 2018.

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