Informar contra viento y marea
Conozco bien la profesión del periodismo porque nací prácticamente en la sala de Redacción del diario La Prensa y mi adolescencia la pase en la sala de Redacción de El Nuevo Diario.
- marzo 03, 2020
- 05:15 AM
- Despacho 505
- Copyright Despacho 505
Conozco bien la profesión del periodismo porque nací prácticamente en la sala de Redacción del diario La Prensa y mi adolescencia la pase en la sala de Redacción de El Nuevo Diario.
Aquí estamos, un año más celebrando, el día de querer quedar bien con los periodistas. Todos los primeros de marzo, las redes se llenan con frases bonitas sobre la importancia del periodismo en la vida nacional. Cada primero de marzo, organizaciones, políticos, empresarios y líderes en general, recuerdan que es el Día Nacional del Periodista y dedican un merecido homenaje a los hombres y mujeres de prensa. Conmemoración que está demás decirlo, es muy apropiada.
Pero los periodistas trabajan los 365 días del año y se penquean a diario enfrentando las condiciones más adversas. En el contexto actual, informar se ha convertido en un gesto de gran valentía, valentía que se debe apoyar todo el año, no solo en efemérides específicas.
Conozco bien la profesión. Nací prácticamente en la sala de redacción del diario La Prensa y mi adolescencia la pase en la sala de redacción de El Nuevo Diario. Recuerdo mis caminatas de niño por un salón lleno de teletipos, esos artefactos que parecían máquinas de escribir, pero eran automáticas. Imprimían las noticias en unas largas hojas de papel que rodaban por el piso; y mientras lo hacían emitían un ruido ensordecedor. Para mí era un misterio cómo esas máquinas podían escribir por sí mismas. Y el olor a tinta de periódico. Cada vez que la huelo, vienen a mi memoria las imágenes de la rotativa Goss, con sus masivas torres de hierro que agarraban tiernamente una delgada cinta de papel, que al final de la línea salía convertida en los ejemplares del periódico.
Otro recuerdo que me acompaña es de 1979. El 11 de junio la guardia somocista bombardeo algunas zonas de Managua, meses después, caminé con mi padre Xavier sobre las cenizas del edificio de La Prensa. Sólo se distinguían las torres de la rotativa, completamente quemadas y llenas de sarro por el efecto del fuego y la intemperie.
“Aquí estaba la oficina” me dijo mi padre y luego prometió que echaría a andar de nuevo la máquina quemada. Me pareció increíble, pero efectivamente, unos meses después la rotativa volvió a trabajar. Para deleite de los nicaragüenses, siguió imprimiendo el periódico.
Después trabajé como redactor y fotógrafo. Disfrutaba mucho ser periodista, cubriendo eventos y redactando notas sobre eventos importantes, cotidianos, crímenes y ahogados en la Laguna de Xiloá. Lo más importante que aprendí fue, que se requiere de mucha vocación para ser periodista.
Aunque siempre he estado ligado al periodismo nacional, la crisis me acercó más a los reporteros; compartiendo espacios y noticias. El Diálogo Nacional, la Mesa de Negociación y las entrevistas me han vinculado a este grupo de hombres y mujeres.
Pero durante la crisis también hemos sido testigos del asedio y las agresiones, sufridas por estos profesionales de la verdad. El asesinato de Ángel Gahona; la agresión en la Basílica de San Sebastián, con Jackson Orozco ensangrentado; el exilio de Carlos Fernando, Luis Galeano, Jaime Arellano, y muchos más; la quema de Radio Darío, de Aníbal Toruño; la policía deteniendo en plena calle a Gustavo Bermúdez; y la agresión a Wilfredo Miranda frente a la sede de la Policía.
Y más recientemente, del ataque a los periodistas de Artículo 66; del robo a Kastalia Zapata; asedio a David Quintana; agresiones a Emiliano Chamorro en Metrocentro. El exilo y retorno de Yelsin Espiniza y las recientes amenazas que recibió. El prolongado encarcelamiento de Lucía Pineda y Miguel Mora; el despojo de su equipo de trabajo al fotoreportero Luis Sequeira de la agencia AFP; las injurias a Michelle Polanco; las embestidas de la policía contra Wilih Narváez; el ataque a Noel Miranda; y el manotazo contra Joseling Rojas.
Ni los periodistas extranjeros se han salvado, la corresponsal del New York Times Frances Robles, fue agredida en Masaya. En fin, un listado interminable de abusos y agresiones contra los profesionales del periodismo, en adición a las agresiones a los medios de comunicación como instituciones.
Es obvio que la dictadura la ha agarrado contra el periodismo independiente. Lo hace porque sabe que la prensa es un enemigo tenaz de las dictaduras. Por eso es fundamental que sigan trabajando para desenmascarar los abusos dictatoriales. Entonces, no nos conformemos simplemente con saludarlos en su día y querer quedar bien con ellos. Si en verdad queremos apoyarlos, hay varias cosas que se podemos hacer.
Primero, que a los empresarios no les de miedo comprar publicidad en sus medios. Si es por temor a las represalias que puedan enfrentar por parte de la dictadura, apoyen y que no salga la publicidad; a los políticos, no acusen a los periodistas de infiltrados de otros movimientos o de tener agenda propia, simplemente por hacer preguntas comprometedoras. Finalmente a la audiencia, televidentes, radio escuchas, seguidores de redes sociales y a todos los que nos informamos, agradecer todos los días por el trabajo que hacen, arriesgando el pellejo para llevar a nuestros hogares lo que está pasando cada día.
Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial.