25 de febrero de 1990: la larga y silenciosa fila
Si hay elecciones como las de hace treinta años, ahí estará la fila y en ella también, como hace treinta años, habrá sandinistas junto a los azul y banco, pensando silenciosamente, cada uno desde su perspectiva del país que quiere.
- febrero 25, 2020
- 12:10 AM
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Si hay elecciones como las de hace 30 años, ahí estará la fila y en ella también, como hace 30 años, habrá sandinistas junto a los azul y banco, pensando silenciosamente, cada uno desde su perspectiva del país que quiere.
Me levanté temprano ese domingo 25 de febrero de 1990. Consciente de lo histórico del momento, decidí moverme por varias zonas para ver lo que estaba pasando.
Organicé un recorrido por los barrios orientales de Managua, Masaya, Granada y los pueblos Blancos. Desde muy temprano, mientras recorría Bello Horizonte, vi gente haciendo filas frente a las Juntas Receptoras de Votos. Me detuve en varias y las imágenes que encontraba eran similares. Gente pensativa y rostros cabizbajos viendo hacia el piso, quizás evadiendo mi mirada curiosa. No esperaba tanto silencio y justifiqué la ausencia de ruido por la hora. Debe ser porque aún es muy temprano, pensé.
Lo que miraba en los Centros de Votación no despejaba mis dudas. Quería saber qué estaban pensando, encontrar algún indicio de cómo votarían. Pero lo que encontraba eran personas esquivas, con la mirada perdida.
Así transcurrió todo el día, un gentío haciendo filas y evitando hacer comentarios. Era un silencio raro que no lograba entender, hasta que de pronto apareció el primer indicio. En Catarina se me acercó una anciana. Al no resultarle conocido, asumió que era observador y empezó a denunciar las irregularidades que se estaban presentando en el pueblo. “Denuncie el robo que quieren hacer por favor”, recuerdo que dijo, mientras la gente la observaba atenta.
Mi siguiente parada fue en un Centro de Votación cerca de Granada. El patio interior de la escuela estaba lleno de gente que buscaba donde votar. Se movían de un lado a otro, era como si estuvieran regalando algo, gente moviéndose y poniéndose en su respectiva fila.
En una de las localidades que visité, me encontré a don Nicho Cuadra, el que después fue Ministro de Agricultura. Andaba con sus hijos, amigos míos y el mayor con una gran sonrisa me dijo: “vamos a ganar, mira toda esta gente votando”. Recorrí el lugar con la mirada y la cosa me pareció más un mercado que un Centro de Votación.
Durante el resto del día todo fue más de lo mismo: filas y más filas, gente callada y seria. Vi a muchos militares sin sus fusiles, ellos también llegaban a votar. Todo el gentío votando.
A las 7 de la noche pasé frente a La Piñata, lugar donde estaba previsto que celebraría su victoria el sandinismo. Al acercarme al sitio, que esperaba encontrar abarrotado de gente y banderas, lo único que vi fue una rastra hasta la pata de parlantes. Ni un alma en los alrededores.
Entonces me fui a meter al Olof Palme, en ese lugar estaba instalado en Centro de Cómputos y desde ahí se darían los resultados. Al llegar, me sorprendió que no estuviera abarrotado de gente, como se esperaría en evento tan trascendental. Más tarde supe que la cosa se estaba moviendo en otra localidad.
Una persona que se me acercó me dijo: “Por lo que estoy viendo, el Frente perdió”. Lo mire incrédulo y en ese momento comencé a relacionar todo lo que había observado durante el día. Las extensas filas eran para votar en contra, la viejita defendiendo su voto, los militares, todo el país votando en contra. Luego escuché que el ex-presidente Jimmy Carter estaba mediando, que la UNO había ganado y que se estaba negociando una salida.
Al día siguiente, salí muy temprano a averiguar cómo estaban las calles de Managua. No había ni un alma, hasta que me topé con un Jeep BJ70 blanco, que tenía unas banderas de la UNO. En su interior, pude ver el rostro sonriente de Virgilio Godoy, el nuevo vice-presidente. Detrás de su jeep, venían a lo sumo dos carros más.
Managua estaba desolada, evidentemente con miedo de lo que podía pasar. Me percaté de la imprudencia de andar sólo por las calles, en ese momento histórico y potencialmente violento y regresé a mí casa. Cuando llegué la conferencia de Ortega ya había iniciado. No creía lo que escuchaba y me pregunté: ¿ahora qué vendrá?
Ese 25 de febrero, Nicaragua entera fue una larga fila silenciosa. Nadie celebró públicamente por el temor de lo que pudiera ocurrir, pero en el interior de cada nicaragüense hubo una gran celebración cívica y pacífica. Aquella fue una larga fila de esperanza, de querer cambiar las cosas y de desear un país libre y democrático.
Hoy, treinta años después, esa fila sigue creciendo. Todos los nicaragüenses buscaron un lugar en las filas de las marchas del 2018, en las de los plantones y en las de los piquetes. También en las de los entierros de los asesinados. Y ahí están los ciudadanos en cada barrio, en cada ciudad, en cada municipio, listos para volver a tomar su lugar en la fila, para salir a protestar, a exigir y a votar.
Esa inmensa fila no podrá ser contenida por mucho tiempo por la dictadura. Se está formando otra vez, pero ahora con más organización. Esta será la fila de la unión y en ella estaremos conscientes de que ahí resolveremos las diferencias. Ahí estaremos todos los azul y blanco haciendo esa fila.
Y si hay elecciones como las de hace treinta años, ahí estará la fila y en ella también, como hace treinta años, habrá sandinistas junto a los azul y banco, pensando silenciosamente, cada uno desde su perspectiva del país que quiere. Sera una fila para elegir el rumbo que queremos que tome el país. Un país en el que al fin podamos vivir en paz y juntos, pero respetándonos.
Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial.