Unidad para salir del orteguismo
La unidad por sí sola no sirve para nada. Ni se trata de unir al liderazgo opositor, sino, al pueblo.
- febrero 02, 2020
- 10:03 AM
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La unidad por sí sola no sirve para nada. Ni se trata de unir al liderazgo opositor, sino, al pueblo.
La unidad en Nicaragua es para luchar por la salida de Daniel Ortega, no para ir a las elecciones a competir con Ortega y, por supuesto, la lucha requiere una dirección táctica. Esa dirección no se elige en una votación formal, sino, debatiendo sobre líneas de acción, no sobre personas.
Pensé no referirme a la ruptura o separación estratégica de la UNAB y la Alianza Cívica, que ahora dicen que no es separación, pero, que han calificado de estratégica, que, más bien, dicen ahora, es una redefinición de roles porque una de estas organizaciones continúa trabajando –afirma la Alianza Cívica- como si la negociación con Ortega continuara. Esa esa es su única razón de ser
Pensé no abordar la ineptitud de ambas organizaciones porque el pueblo repudiaba con suficiente claridad el trasfondo mezquino de ese conflicto interburocrático. Sin embargo, era necesario señalar una alternativa, una manera distinta de enfocar la lucha antidictatorial.
Dice la Alianza Cívica en la entrevista a Esta Semana: “Temas de liberación, derechos y garantías, exiliados y desarme de paramilitares, son temas ligados a la negociación (con Ortega), y aunque no haya negociación, nosotros seguimos trabajando en ese asunto”.
Son temas ligados, no a la negociación con Ortega, sino, a la existencia de una dictadura nefasta como poder político. ¿Con base a qué correlación de fuerzas negocia la Alianza Cívica, y con qué representatividad? La razón de ser de una organización que nace de la Rebelión de abril, debiera ser salir de Ortega, no negociar con él; porque de una dictadura no se sale sin derrotarla. Y la derrota no se negocia, se negocia la rendición de quien ha sido derrotado. El objetivo, en fin, al abordar tales temas de derechos y garantías, es derrotar al orteguismo.
La Alianza Cívica, abusivamente, en nombre de una nación hastiada de Ortega, negocia a partir del reflujo de las movilizaciones de masas, con una mentalidad sumamente burocrática y sumamente colaboracionista. Pretende hacer cambios que hagan posible una colaboración con Ortega desde un nuevo balance de poder. No contribuir a la formación de la nación.
Y es lógico que pretendan eso por el peso excesivo dentro de la Alianza Cívica de los empresarios tradicionales, enriquecidos a orillas del poder dictatorial.
REDEFINICIÓN DE ROLES
La UNAB y la Alianza Cívica dicen que no se han separado. ¡Como si la redefinición de roles no fuese una separación relativa, según la independencia política, o la exclusividad de tales roles distintos! El lenguaje, usado demagógicamente, intenta suplir de manera muy pobre y rústica la falta de una compleja superestructura ideológica.
Dos partidos políticos para unir las fuerzas de la nación no necesitan ni unirse ni separarse entre ellos, basta que tracen y emprendan en conjunto una táctica combativa para la nación.
Medardo Mairena, del movimiento campesino, dice al respecto: “Estamos cansados de esperar que se resuelvan las diferencias para poder unirnos”.
La unidad de cúpulas nunca resuelve sus diferencias. Ni para que el pueblo luche unido se requiere que las cúpulas resuelvan sus diferencias.
Continúa Mairena: “Para que luego el pueblo, mediante un ejercicio democrático, pueda elegir quién va a liderar la oposición”.
La unidad, según Mairena, es para elegir un líder. Los líderes surgen de la lucha. Lo que se debe elegir es una táctica de combate.
Expresa Mairena: “Llamamos a todos los movimientos sociales, políticos o gremios, a deponer sus intereses por Nicaragua”.
Al pueblo no se le puede pedir que deponga sus intereses. Al contrario, es por sus intereses ciudadanos que debe luchar.
Concluye Mairena: “Sentar a Daniel Ortega en otra mesa de diálogo, y lograr que conceda las reformas electorales demandadas, solo será posible con la unidad de todo el liderazgo opositor”.
La unidad por sí sola no sirve para nada. Ni se trata de unir al liderazgo opositor, sino, al pueblo. Y de unirlo para el combate bajo una misma dirección táctica. Y el objetivo no es dialogar con Ortega para que conceda algo, sino, derrotarle.
En esa entrevista en Esta Semana, del domingo 12 de enero, estos personajes ridículos de la UNAB y de la Alianza Cívica dijeron: “Es posible que en los próximos ocho o diez días podamos tener más claro qué es lo que vamos a decir, para no cometer errores”.
En fin, no tienen claro lo que van a decir, pero, piensan dirigir el país. En la misma entrevista añadieron: “Este 2020 la movilización ciudadana se intensificará cuando la población tenga claro cuál es el norte. En este momento el norte no lo tiene claro la ciudadanía…”
Y luego, con infinita petulancia mesiánica, agregaron: “Nosotros no estamos dando correctamente lo que se debe hacer”.
De modo que pretenden que ellos deban decir lo que se deba hacer, lo cual, es una cosa burocrática ciertamente aborrecible; trazar una táctica combativa es otra cosa (que como toda táctica de masas debe resultar de una dirección estratégica fogueada en el campo de batalla, y en el campo ideológico).
Ni siquiera abordan tácticamente la crisis terrible del desempleo y de la inflación que agobia a la población trabajadora. ¿En qué deben ponerse de acuerdo dos agrupaciones sin definición política, sin base social, sin táctica de ninguna especie? Seguramente, en cómo impedir que los ciudadanos avancen por su cuenta en contra de la dictadura.
Las elecciones, que ponen énfasis en la delegación de poder, pueden producir esta amalgama burocrática entre ambas organizaciones, basada en la pasividad de las masas.
Con una fórmula abogadil habrán de resolver, en secreto, la proporción del control compartido de la campaña electoral, y de la repartición de los puestos a alcanzar. Y deberán resolver qué decirle al pueblo conjuntamente, respecto a lo que éste debe hacer: es decir, lo que ellos con petulancia llaman dar el norte.
COALICIÓN POLÍTICA ELECTORAL
La población está decepcionada, molesta más bien, por la confusión y la improvisación de la Alianza Cívica y de la UNAB, ambas sin definición política.
¿Qué razón lógica –que no sea miserablemente burocrática, es decir, por relaciones internas de repartición de poder- tiene una separación de roles cuando se va a conformar conjuntamente una coalición política (que dicen tendrá la misma visión, misión y objetivos), en la cual –lo dicen también-, las decisiones serán vinculantes para ambas organizaciones?
Una organización que dice tener en sus filas al movimiento campesino, como dice la Alianza Cívica, acota sin sonrojarse que la UNAB es más masiva (a pesar que cada organización de las 94 que la integran no cuenta más de cinco miembros), porque la Alianza Cívica casi no tiene suplentes en los cargos de dirección. Es decir, el formidable movimiento campesino, con miles de combatientes disciplinados, ni siquiera es tomado en cuenta en la contabilidad burocrática de la Alianza Cívica.
Estos personajes, sin vínculo alguno con la Rebelión de abril, intentan, en nombre de tal, que por medio de una salida consensuada con Ortega (al que le presentan reformas para que las espulgue y apruebe a su gusto), no vaya a ocurrir otra explosión social que les sustraiga su rol electoral, en el que cifran sus intereses personales. De manera, que el hilo conductor de sus decisiones –que no saben cómo expresar- es el de ser candidatos. Ese es el norte mezquino que no saben comunicar por ahora a la ciudadanía.
La Rebelión de abril, el suceso político más importante de nuestra historia (después del derrocamiento de Somoza), habrá parido un ratón si se impone la propuesta de estos personajes.
COMPETIR CON LA DICTADURA
En la misma entrevista, estos voceros dicen respecto a la Coalición (que por siete meses de negociaciones encontradas no han podido promover, por sus aspiraciones y desconfianzas recíprocas): “La Coalición Nacional tiene el propósito de competir contra la dictadura, tomar el poder, y hacer los cambios profundos que necesita el país”.
¿Cómo saben cuál es el propósito de una unidad nacional que aún no se forma, que aún no tiene dirección? Es decir, la UNAB y la Alianza Cívica desean competir con la dictadura, no derrotarla. Y compitiendo con ella desean tomar el poder. Aspiran, por lo tanto, a una banda presidencial de papelillo lustroso, a un poder formal, de opereta, construido como adorno sobre el poder real del orteguismo, policíaco y militar.
Aspiran a cargos, sin capacidad de luchar por el cambio de la correlación de fuerzas que pueda determinar el rumbo de la sociedad. Se prueban el traje de René Schick, y se pelean por él.
El pueblo necesita una dirección táctica, no abogadil, en torno a la cual unirse para combatir contra el orteguismo. La orden del día es debatir sobre el deterioro terrible de las condiciones de existencia de los trabajadores, sobre las elecciones como maniobra orteguista, sobre los partidos zancudos dentro de la camisa, sobre la arremetida brutal de la dictadura para esquilmar a los ciudadanos (desesperada por la falta de ingresos), sobre el paro nacional, sobre la táctica a seguir, sobre la unidad combativa a construir con el objetivo táctico de derrotar a Ortega.
Nota: El presente artículo es responsabilidad exclusiva de su autor. La sección Voces es una contribución al debate público sobre temas que nos afectan como sociedad. Lo planteado en el contenido no representa la visión de Despacho 505 o la de su línea editorial.