EDITORIAL | La UCA, el alma de un país 

Su compromiso con la verdad, la justicia social, la labor de investigación y la calidad educativa la hicieron un referente de la educación superior en la región. Su confiscación es una pérdida para el país que debe ser denunciada y repudiada por las instituciones universitarias de América.

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  • agosto 16, 2023
  • 11:11 PM

La historia contemporánea de Nicaragua no se puede contar sin la Universidad Centroamericana (UCA). Ha sido la esencia, el alma, de un país, que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha intentado borrar confiscando sus bienes como parte de una ofensiva que inició en 2018 contra el único centro de pensamiento crítico superior que quedaba en Nicaragua, tras la masiva toma de universidades que ahora son centros de adoctrinamiento.

Para Ortega era insoportable una universidad valiente que resistía a sus atropellos: intentaron destruir sus instalaciones, le quitaron los fondos del 6% constitucional que beneficiaban a miles de jóvenes de escasos recursos, y luego, las instituciones orteguistas impulsaron acciones inconstitucionales con el único fin de cerrarla. Finalmente, lo lograron, y con ello pierde una nación entera. 

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Nicaragua asistió en las últimas dos semanas al último y peor atropello a la libertad de cátedra con dimensiones inimaginables para el futuro cercano. La confiscación de la UCA es una acción que nos reafirma que a Nicaragua le vienen años más oscuros porque Ortega ha llegado más lejos que el dictador Somoza. Somoza persiguió y asesinó a estudiantes críticos, pero respetó de alguna forma la autonomía universitaria.

En cambio Ortega se ha empeñado en ejercer un control total del país. Es por eso, que la confiscación de la UCA no debe pasar desapercibida por la comunidad educativa de América ni por los gobiernos democráticos occidentales. Ortega, cobarde e irracionalmente, asestó una apuñalada al corazón de  la UCA y pretende borrar su compromiso con la verdad, la justicia social, la labor de investigación y la calidad educativa que la hicieron un referente de la educación superior en la región.

La UCA, con 63 años de existencia, se consolidó en América Latina como una de las universidades más importantes, muestra de ello es que figuraba en destacados rankings universitarios. De Nicaragua, era una de las pocas que integró los fundamentos de una universidad del siglo XXI: la investigación científica, programas académicos pertinentes a la realidad del país y una extensión social loable. La UCA, también, fue uno de los pocos foros donde se discutieron los grandes problemas que preocupaban en Nicaragua.

No es extraño, por tanto, que a finales del siglo pasado e inicios de este, sus directivos marcharan con sus estudiantes por la reivindicación del 6% constitucional. Lo hizo el padre Xabier Gorostiaga al punto que en una de esas manifestaciones  enfrentó con temple a los antimotines que querían aniquilar las demandas estudiantiles que paralizaron legítimamente las calles de Managua. 

Eso era la UCA, una institución social que llevó a hechos su lema “en todo amar y servir”. Estamos seguros, que en un futuro, más temprano que tarde, en la UCA volverán a germinar las bases de una sociedad justa y comprometida con el bien común.

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