Sobrevivir a una pandemia manejada con secretismo

Las familias nicaragüenses enfrentaron a partir del 18 de marzo de 2020 a un enemigo desconocido y letal. Unas cuentan cómo perdieron a sus parientes, otras cómo sobrevivieron.

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  • marzo 17, 2022
  • 12:18 AM

La casa de la familia Sandino López de Niquinohomo, Masaya, se volvió triste. El bullicio de niños de pueblo que años atrás la alborotaban no volvieron más. La pandemia por Covid-19, que ya cumple dos años de haberse instalado en el país, les arrebató a tres de sus miembros más preciados.

Todavía es para ellos duro recordar los días que pasaron luchando para sobrevivir. “Pero todo fue inútil, se hizo de todo”, dice doña Sara Amelia López, de 82 años. Al primero que vio “caer” fue a quien la acompañó más de la mitad de su vida, su esposo, don Miguel Ángel Sandino, cinco años mayor que ella. Falleció el 06 de junio del 2021.

“62 años, mire, juntos”, dice la mujer que pese a la edad y a los golpes que ha sufrido se le ve fuerte y se le oye muy lúcida. De su matrimonio nacieron cuatro hijos, la tercera de ellos, Celia del Carmen Sandino, perdió la batalla contra el virus también. Tenía 57 años y murió al mes que su padre el 23 de julio.   

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Irónicamente, esta familia cree que la tragedia les llegó al contagiarse en el mismo hospital donde se internó a don Miguel Ángel. Antes que se enfermaran todavía se desconocía los alcances de la pandemia y la letal fuerza asesina del virus. Países del primer mundo se declararon vulnerables ante un enemigo totalmente desconocido, peor sería en países como Nicaragua, donde antes del Covid-19, otras enfermedades como las Insuficiencias Respiratorias Agudas (IRA) o el dengue hacen estragos cada cierto tiempo.

La foto de archivo nuestra a varios familiares de pacientes Covid en espera de noticias. Cortesía

SIN INFORMACIÓN FRENTE A ENEMIGO LETAL

En el país siempre faltó información para conocer los alcances de esta pandemia. Todavía, dos años después, las autoridades del régimen que lo gobierna, la siguen manejando con secretismo, escondiendo cifras y diciendo verdades a medias. La misma Organización Panamericana de la Salud, OPS, se quejó el 08 de marzo reciente, de que el régimen Ortega-Murillo no facilitaba la información adecuada para un examen real de la pandemia en estos 24 meses.

«La OPS no ha podido realizar una valoración exhaustiva de la gestión de la pandemia debido a que la información que hemos recibido ha sido sucinta (breve) y casi exclusivamente a través de los canales del Reglamento Sanitario Internacional», comentó ese día Ciro Ugarte, director de Emergencias en Salud de la OPS.

Igual que antes, hoy nada se sabe en realidad. Pero si hay algo que no ha podido negar son las muertes y los contagios, no importa cómo el Estado disfrazó los resultados de los diagnósticos de quienes se contagiaron, ni los epicrisis de quienes no lograron vencerlo.

ENTIERROS EXPRÉS

Gabriel Eduardo Centeno Muñoz tiene 21 años. En su casa de Diriomo, departamento de Granada, fue el primero en presentar los síntomas del Covid-19. Fue un penúltimo día de mayo de 2020. “Primero fue un dolor de cabeza, después me dolía todo el cuerpo y me empezó la fiebre. Cuando ya no tuve gusto ni olfato, mi familia no tuvo dudas, me aislaron de inmediato”, cuenta a DESPACHO 505.

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A Centeno Gómez lo asaltó el pánico. Eran días de entierros exprés,  que fue el mecanismo que encontró el régimen para ocultar las muertes. Sepultaban a los fallecidos por el virus por la noche y la madrugada y bajo custodia policial y paramilitar. Solo permitían a un familiar a distancia. Con lo que no contó es que los mismos parientes los grabaron en videos con sus celulares y los difundieron para denunciar que el virus estaba matando en masa y rápidamente a los nicaragüenses.

Gabriel Eduardo Centeno Muñoz y su hermana. Ambos vencieron al Covid-19. Cortesía

“No me quiero morir –se repetía con frecuencia Centeno Gómez—quiero vivir, bachillerarme e ir a la universidad”. Estaba en último año de secundaria y había anunciado a su familia que estudiaría Comunicaciones.  “Mi madre lloraba, lo hacía yo, mis hermanas,  fueron días duros”, contó el joven.

Pero lo peor estaba por llegar. Tras él, se contagió su hermana, que fue quien lo asistió en sus horas de ahogo y después sus dos padres. La familia entera estaba a merced de un virus que no le tuvo piedad al mundo y que, hasta hoy, ha matado a cerca de seis millones de personas.

“CUANDO EL AIRE FALTABA, UNO MORÍA UN POCO”

Katia de los Ángeles Reyes Sandino solía creer que viviría muchos años. En la casa de los Sandino López era la que más gustaba hacer un recuento de cuantos años habían vivido los primeros Sandino y López. El tema para ella era recurrente y con justa razón, si sus abuelos ya habían pasado el umbral de los 80 y se miraban llenos de vida, incluso ella con 40 años, era muy saludable hasta ese 29 de Septiembre del 2021 que enfermó de gripe, tos seca y fiebre: tenía Covid-19.  

En la familia creen que contrajo la enfermedad en una de las unidades de buses que la trasladaba de Masatepe a Managua. Katia trabajó en la Contraloría General de la República, (CGR) hasta su deceso.

Sus familiares contaron que Celia del Carmen Sandino fue la que siempre estuvo pendiente de la convalecencia de su papá. “Creemos que ella se contagió en el hospital”, reitera doña Sara. Celia batalló 20 días en un hospital de Masaya, casi la misma cantidad de días que convaleció después Katia hasta que un paro cardíaco congeló su corazón para siempre. “Fueron días y noches difíciles para mis hijos y nietos, cuatro meses duros, difíciles de olvidar”, señala doña Sara.

Relató que, si la primera muerte fue difícil, la segunda de su hija les duplicó el sufrimiento y claro, una tercera, la de su nieta, les dejó el alma en pedazos.  

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“Cuando uno miraba la asfixia que padecían aún conectadas al oxígeno, aquello era horrible, duro, si el aire faltaba, uno moría un poco”,  comenta doña Sara, quien  mantiene una veladora encendida a la par de la foto de cada pariente perdido en un sencillo altar que tiene en su casa. “Yo a ellos los llevo en mi corazón, muy profundo”, dice.    

LA LUCHA DE LA FAMILIA: SOBREVIVIR

La familia de Gabriel Eduardo Centeno Muñoz, creen que son afortunados. Pese a que todos se enfermaron después de él, todos también sobrevivieron. “Ha sido la lucha más importante de nuestras vidas; luchar por vivir, aunque suene así de raro”, explica con una risa nerviosa.

La familia de Gabriel Eduardo Centeno Muñoz (de camisa amarilla), sobrevivientes al Covid-19. Cortesía.

Centeno Gómez dice que son días que prefiere olvidar. O al menos lo intenta. “Yo me recuerdo en una camilla de un hospital, después en mi casa, tosiendo, sofocado, con una opresión en el pecho, cansado, era como estar a un paso de la muerte”, cuenta.

La doctora que lo vio le repetía que por su edad podría resistir, que no se rindiera. “Y lo hice, me dije que debía luchar y bueno aquí estamos”, relata. Para Centeno Gómez el problema del Covid-19 es que es una enfermedad que el paciente enfrenta solo, sin compañía de familiares y cree que eso “la hace más difícil”.                        

“Tu familia no está preparada para que uno muera, vos no estás preparado, creo que nunca uno se prepara para eso. Yo llegué a un punto que hasta tenía miedo dormir, estando ahí solo en un cuarto y oyendo de largo a todos sin poder abrazarlos. Fue algo muy triste, terrible”, anota.

"UNO PIENSA LO PEOR, SIEMPRE"

Don Luis Manuel Centeno, su papá, comparte, que en aquellos días no te dio tiempo ni de pensar qué hacer. “Uno actuaba y ya, solo pensaba en sobrevivir, unos iban a los hospitales y otros se quedaban en la casa peleando”, dice.

Para él fue duro ver a su hijo enfermo y un tiempo después a su hija Gabriela. Le siguió su esposa y después cayó él. “Uno piensa lo peor siempre”, dice. Entre ellos se cuidaron. “Creo que eso enseñó el virus que atacó a familias completas, aprendimos a cuidarnos unos a otros y eso no debe olvidarse nunca”, recomienda.

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Aunque la pandemia ya cumple 24 meses, ellos sienten que han pasado más años. Como a todos, les es grato recordar cómo era la vida antes del 18 de marzo del 2020, la noche que las autoridades sanitarias confirmaron la primera muerte por Covid-19 en Managua. “Yo extraño salir y andar en las calles sin tener la mitad de mi rostro escondido detrás de una mascarilla, uno va por los buses desconfiando de medio mundo, es lamentable”, dice Gabriel.

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