Francisco, el Papa que alzó la voz por Nicaragua ante el autoritarismo de Ortega y Murillo
El pontífice denunció la represión, sostuvo a los obispos desterrados y se convirtió en símbolo moral frente a un régimen que atacó a la Iglesia como enemiga del Estado.


- Managua, Nicaragua
- abril 22, 2025
- 08:22 AM
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En medio de la prolongada crisis sociopolítica que sacude a Nicaragua desde 2018, la figura del Papa Francisco emergió como una voz moral firme frente al autoritarismo del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Lejos del silencio que algunos le reprochaban, el pontífice argentino expresó en múltiples ocasiones su preocupación por la situación del país y su apoyo a la Iglesia católica nicaragüense, blanco de una persecución sistemática.
El analista y conocedor en temas religiosos Israel González, actualmente en el exilio, considera que la actuación del Papa ha sido “altamente positiva” y destaca su papel como una de las voces más sólidas ante los abusos del poder.
“No se puede dialogar con alguien que no está dispuesto a dialogar”, afirma. “Me consta que se hicieron muchos esfuerzos desde la Santa Sede para rebajar las tensiones, pero la cerrazón del régimen lo impidió”.
Uno de los momentos más contundentes ocurrió en marzo de 2023, cuando el Papa calificó al régimen de Ortega como una dictadura “grosera”, y lo comparó con los regímenes de Hitler y Stalin. Para González, se trató de “una de las declaraciones más fuertes que un jefe de Estado haya hecho jamás sobre la situación en Nicaragua”, subrayando que el Papa “denunció con claridad la persecución religiosa, la detención de sacerdotes y la represión generalizada. Y lo hizo con nombre y apellido, cuando muchos optaban por callar”.
Cercanía constante con Nicaragua
La investigadora Martha Patricia Molina, que ha documentado los ataques del régimen contra la Iglesia católica de Nicaragua, coincide con esta visión. “El Papa Francisco fue un padre amoroso con nosotros, los nicaragüenses. Siempre estuvo pendiente e informado de toda la barbarie que la dictadura Ortega-Murillo ejecutaba”, afirma.
Molina recuerda que el pontífice se pronunció públicamente al menos en 16 ocasiones desde que comenzaron los ataques contra la Iglesia. Además, destaca su postura firme frente a las ofensas del régimen, como la expulsión del Nuncio Apostólico, sin que ello debilitara su apoyo.
“El hecho de que no removiera a los obispos desterrados, sino que los confirmara en sus diócesis, fue una clara muestra de respaldo”.
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González considera que este acompañamiento también se manifestó en actos menos visibles pero significativos: “Nunca desautorizó la pastoral comprometida con los derechos humanos. En la Iglesia, el silencio no es complicidad, es prudencia. Pero el Papa nunca fue cómplice”.
Ataques y resistencia
Mientras tanto, el régimen Ortega-Murillo intensificó su ofensiva verbal contra la Iglesia católica. Rosario Murillo tildó públicamente a los obispos de “golpistas”, “demoníacos” y “terroristas disfrazados de sotana”. Tras las duras declaraciones del Papa en 2023, el gobierno respondió calificando al Vaticano como un “Estado depravado” y a la Iglesia como una “dictadura perfecta” con un historial de “crímenes, inquisición y muerte”.
Pese a estos ataques, Francisco no se apartó. En diciembre de 2024, en el contexto de la celebración de la Gritería, envió una carta pastoral al pueblo nicaragüense. En ella, reconoció el sufrimiento de los fieles y los animó a conservar su libertad interior como semilla de una nueva sociedad.
El peso de la voz moral
El fallecimiento del Papa Francisco ha dejado una profunda huella en la comunidad católica global y especialmente en Nicaragua, donde su figura fue un faro espiritual en tiempos de oscuridad. Su legado se cimenta en la valentía pastoral y el compromiso con los derechos humanos en contextos de persecución.
“El poder del Papa en el siglo XXI es su voz, su prestigio moral. Eso fue lo que usó con firmeza frente a Nicaragua”, insiste Israel González. “Y aunque no gritó como algunos querían, habló. Habló cuando debía, como debía y por quien debía: por el pueblo de Dios”.
Martha Patricia Molina también valora esa constancia: “La dictadura ultrajó al Papa Francisco en múltiples ocasiones, pero no lograron cambiar su postura ni hacerlo cómplice de sus arbitrariedades. Eso es valentía pastoral”.