Hambre, analfabetismo y corrupción, las “calamidades” que azotan a Nicaragua

“En Nicaragua no hay hambre”, con esa afirmación, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo respondió molesto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por la publicación de un informe en el que revelaban una crisis alimentaria en el país.

Desde su tribuna, la sancionada vocera Rosario Murillo aseguró que las políticas ejecutadas por el régimen, estaban dando resultados y que la pobreza se combatía con éxito.

Tanto Ortega como Murillo defienden la hipótesis de que el país vive un proceso de crecimiento económico y combate a la pobreza, respaldado por el reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) que destacó que la economía de Nicaragua es “robusta” gracias a una política macroeconómica “resiliente”. 

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Sin embargo, pese al optimismo de la dictadura, Nicaragua vive una cadena de “calamidades” que ponen en riesgo el futuro de la nación; informes de diferentes organismos internacionales revelan que la población nicaragüense resiste los embates del creciente analfabetismo, la mala calidad en la educación, desempleo, y la corrupción estatal.

DESPACHO 505 consultó con el sociólogo y exreo político, Óscar René Vargas, quien asegura que la dictadura vende un crecimiento ficticio que se desmorona por sí solo ante la realidad palpable que no pueden ocultar con números ni discursos. 

Las calamidades

Y es que la situación del país no puede ser peor, porque vive bajo un régimen despótico que se sostiene a base de represión, cárcel,y destierros de opositores. La FAO afirma en su reciente informe, que Nicaragua es uno de los 36 países que viven con una “crisis alimentaria prolongada” producto de la cual el 20% de los nicaragüenses padece hambre. 

El organismo de la ONU también informó que, el 15% de la niñez menor de 6 años presenta retardo en su crecimiento por mala nutrición, el 15% de mujeres presenta anemia y el 10% de los bebés nacen con bajo peso.

Vargas sostiene que la crisis alimentaria que vive el país no es un tema reciente, sino que viene desde hace tres años. “Ya en enero del 2022 la FAO hablaba de 19.3% de hambre en Nicaragua. Y esto no me sorprende porque esta crisis es parte del proceso de congelamiento de los salarios en relación al costo de la canasta básica”, dice el analista.

Agrega que “desde el 2007 en adelante, sobre todo a partir de 2018, el costo de la canasta básica ha tenido un crecimiento mayor que el incremento salarial”, a este se suma la pérdida de empleos que también ha sido mayor a partir de la crisis social y política de ese año.

“Es decir, por no tener capacidad de compra, porque la gente no tiene trabajo o porque los salarios sean más bajos que el costo de la canasta básica, la gente está pasando hambre”, afirma Vargas..

“Por ejemplo, el 80% de los trabajadores formales, que cotizan al sistema de Seguridad Social, su salario es menor al costo de la canasta básica, es decir, viven en pobreza laboral aunque tengan trabajo formal. Y vivir en pobreza laboral significa no tener la capacidad para comprar la canasta básica y por lo tanto, la crisis alimentaria se incrementa”, indicó el sociólogo.

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En Nicaragua el salario mínimo promedio, vigente actualmente es de C$7,699 (U$210), uno de los más bajos de Centroamérica, mientras que el costo actual de la canasta básica es de C$20,394. Es decir, un trabajador nicaragüense que devengue un salario mínimo promedio necesita el salario de dos meses y medio para comprar la canasta de un solo mes. 

“Esta crisis está demostrando que el crecimiento económico del país (del que habla el régimen) ha sido ficticio, no basado en un incremento de la producción alimentaria sino basado en los aportes de las remesas familiares que vienen desde el exterior”, sostiene el sociólogo.

Baja calidad educativa

La otra calamidad que azota a la población es la crisis en la educación. Un informe del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (CETCAM) indica que el analfabetismo ronda el 21.3% (citando datos del BCN); además, el aumento en la deserción escolar en primaria es del 20%; y en la secundaria alcanza el 45%. Esto indica que, del total de niños que ingresan a las escuelas desde primer grado, el 65% no termina el bachillerato.

Otro problema que enfrenta el país es la mala calidad de la educación pública. Según la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la educación en Nicaragua obtuvo los peores resultados en Latinoamérica, al aplicarles las pruebas ERCE 2019 (Estudio Regional Comparativo y Explicativo), que miden competencias en estudiantes de 3º y 6º grado de primaria en disciplinas claves.

Para Vargas, estos resultados tienen una explicación sencilla pero dolorosa: con hambre no se aprende. Y en el tema de la deserción escolar, sostiene que se da porque los padres, en pobreza y desempleo no pueden mantener a sus hijos en las escuelas, y menos en la secundaria, porque prefieren enviarlos a trabajar.

Corrupción y desempleo

El sociólogo sostiene que en Nicaragua la tasa de desempleo sigue creciendo, por la falta de inversiones directas que podría incrementar ante la posibilidad de ser expulsada del Tratado de Libre Comercio (DR-Cafta). Vargas considera que eso “sería una catástrofe”.

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Otro de los males que afectan al país es la corrupción estatal. Según el organismo Transparencia internacional, Nicaragua está entre los primeros 10 países más corruptos del mundo.

El Índice de Percepción de la Corrupción 2024 de Transparencia Internacional, señala que Nicaragua, bajo la dictadura Ortega-Murillo, obtuvo 14 puntos de 100 y queda colocado en el puesto 172 de 180 analizados.