Franciscanos de Guatemala confirman acogida de monseñor Herrera: Ni la Iglesia ni el régimen gestionaron su llegada

El presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua llegó solo y fue recibido en el aeropuerto “como un hermano”, confirma a DESPACHO 505 un portavoz de la Orden de Frailes Menores

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  • noviembre 16, 2024
  • 01:24 PM

Monseñor Carlos Enrique Herrera, el obispo de Jinotega y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, desterrado por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, aterrizó en Ciudad de Guatemala a las 10:50 de la noche del martes 12 de noviembre. 

El jerarca católico de 75 años solo, en un vuelo comercial. Fue recibido en el aeropuerto por una comitiva de la Orden de Frailes Menores a la que pertenece. “Fue acogido como un hermano que llega de visita” confirmó a DESPACHO 505 un portavoz de la Orden de Frailes Menores. 

La acogida del jerarca católico se manejó exclusivamente en un marco fraternal y religioso, al margen de asuntos políticos. Quienes lo recibieron aseguran que, en el momento de su llegada, desconocían su situación y que es un tema que tampoco han abordado. Aclaran que han accedido a confirmar su acogida en entrevista con este medio conscientes de la inquietud generada por su abrupta expulsión. 

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“Sí, es correcto, se encuentra con nosotros en el territorio de la provincia, propiamente en la región de Guatemala. Él pertenece a nuestra orden de frailes menores y está acogido desde la noche del martes (12 de noviembre), aquí con nosotros”, precisó el portavoz en una llamada telefónica. 

Sereno y bien de salud

Asegura que emocionalmente le ha percibido “tranquilo, muy sereno y  bien de salud”. La coordinación de su recepción reitera se ha hecho desde los canales de hermandad y con el mismo protocolo de cuando llega una visita, es decir, se informó de su llegada, número y hora de vuelo y se le fue a esperar.

Sobre la situación que llevó a su destierro no ofrecen información. No la tienen. Apelan a la prudencia y explican que “se le ha dejado que descanse y que esté sereno; que se incorpore a la vida regular nuestra de convento. No le hemos indagado y él tampoco ha compartido de alguna situación que alarme o que nos cause zozobras o sorpresas”, remarca el vocero.  

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El obispo Carlos Enrique Herrera es el tercer obispo desterrado por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Los otros dos son los obispos Rolando Álvarez, de la diócesis de Matagalpa e Isidoro Mora, de la diócesis de Siuna. 

La expulsión del presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua dos días después de reprender al alcalde sandinista del municipio de Jinotega, Leónidas Centeno, por irrespetar la misa colocando altoparlantes a las afueras de la iglesia. “Pedimos perdón de nuestras faltas y también por aquellos que no respetan el culto, ¿verdad?, porque este es un sacrilegio lo que está haciendo el alcalde y todas las autoridades municipales, porque saben la hora de la misa", fueron las palabras del obispo Herrera.

El obispo había sorteado la represión

Desde las protestas de abril de 2018, monseñor Herrera ha tenido roces con el alcalde orteguista de Jinotega. Durante los días más críticos de la represión desatada por el régimen Ortega-Murillo en mayo de ese año, Herrera asumió un papel mediador, buscando acuerdos en favor de los manifestantes.

Sin embargo, dichos acuerdos fueron quebrantados po el orteguismos al intensificar los ataques contra la ciudadanía, desembocando en una masacre en junio de 2018.

Monseñor Herrera fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) para el periodo 2021-2024. Durante su gestión, ha enfrentado la persecución del régimen contra la Iglesia católica.

El destierro del jerarca católico dejó acéfalo el gobierno eclesíastico de Nicaragua y certifica las denuncias de profundización de las violaciones a la libertad religiosa bajo la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Desde 2018, cuando comenzó la persecución a la fe,más de 200 miembros de organizaciones religiosas han sido expulsadas de Nicaragua, entre ellos, 35 sacerdotes desnacionalizados. A esto se suma la cancelación de más de 1.262 organizaciones religiosas.

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