Nicaragüenses bajo el miedo a ser apátridas
Nunca había existido tanto miedo a hablar en Nicaragua. La sensación de estar constantemente vigilados es abrumadora, y aquellos que disienten del régimen han ajustado sus vidas para sortear la amenaza de ser sacados de sus casas a cualquier hora para ser expulsados del país
- septiembre 03, 2024
- 11:19 AM
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Desde que Daniel Ortega se mudó de piel para convertirse en un dictador cruel y vengativo, los nicaragüenses están condenados a vivir con miedo. En una primera etapa primó el temor a ser asesinados, secuestrados o encarcelados. Ahora pende sobre los ciudadanos la amenaza de que sus nombres, sus apellidos y sus memorias sean borradas, una acción que “legalmente” los expone al destierro y despojo de los bienes por los que han trabajado toda una vida.
Nunca había existido tanto miedo a hablar en Nicaragua. La sensación de estar constantemente vigilados es abrumadora, y aquellos que disienten del régimen han ajustado sus vidas para sortear la amenaza de ser sacados de sus casas a cualquier hora para ser expulsados del país, lejos de los suyos y sin identidad: convertidos en apátridas, un acto de opresión cruel de tiempos pasados que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo implantó en la Constitución Política en el 2023.
Mariela Gómez tiene 44 años y es madre de dos hijos. Vive de lo poco que logra vender de forma ambulante en un mercado de Managua. Antes del 2018, trabajó en el área de archivos contables de una oficina estatal, un empleo que perdió por desaprobar los asesinatos de decenas de jóvenes tras el estallido de abril de 2018.
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Ella se recuerda llorando por hijos que no eran suyos. “Era triste ver a aquellas madres destrozadas. Era imposible no conmoverse con los asesinatos de los chavalos”, se justifica sin renegar de las consecuencias que le ha tocado encarar. Cuenta que uno de sus hijos dejó los estudios porque no pudo con la universidad después de que ella fue echada del trabajo. Ahora, se han jurado luchar para que el menor logre terminar la carrera de Ingeniería en Sistemas.
“Esto (lo que vive el país) está echado a perder”, se lamenta para contar que además de las dificultades que enfrenta para sobrevivir se añade el miedo. “Yo les digo a mis chavalos; hay que cuidarse, nada de hablar de más: aquí te llegan a sacar de tu casa y te echan del país. Nunca creímos vivir todo esto”, reprocha.
El país dónde “duele respirar”
Hace dos años, el periodista mexicano Otoniel Martínez burló el cerco de censura del régimen y contó al mundo cómo era entonces vivir en Nicaragua bajo la bota de Ortega y las armas de sus paramilitares y policías.
“Es un país donde sigue doliendo respirar”, dijo Martinez en una amplia entrevista con DESPACHO 505. La expresión parafraseaba las últimas palabras de Alvarito Conrado, el adolescentes asesinado hace seis años en una calle de Managua en una de las manifestaciones ciudadanas que exigían la salida del poder de Daniel Ortega. Así, Martínez resumió el denso oxígeno que respiran los nicaragüenses debido a la represión y que se ha vuelto todavía más pesado bajo la amenaza latente de ser declarado apátrida.
“El mundo no olvidará lo que la gente de ese país está sufriendo”, dice Carolina Jiménez de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, Wola, por sus siglas en inglés. La activista califica la apatridia –uno de los últimos atropellos del régimen contra sus ciudadanos --como una acción que “ha chocado” a esta parte del continente. “Es grave”, señala.
“¿Sabe? Recuerdo que antes podías abandonar el barco, renunciar del trabajo en el Estado sin problemas, por ejemplo, ahora corrés el riesgo de que te echen preso si lo hacés. Te acusan, confiscan y te quitan la nacionalidad”, dice Gómez. “Nadie está a salvo, en ningún lado”, denuncia.
Vivir con miedo dentro y fuera del país
Máximo es un matagalpino de 48 años. Es dueño de un puesto de frutas, verduras, lácteos y huevos en las afueras de la ciudad. Apoyó las protestas de hace seis años, pero hace tres está dedicado a sacar a su familia adelante.
“Aquí no se puede hablar. Y todos los días uno se levanta con miedo a que una patrulla (de la Policía) te venga a buscar y te saquen del país. Después te quitan todo, hasta el derecho de ser nica”, denuncia.
Lo más grave, señala el defensor de derechos humanos del Colectivo Nicaragua Nunca Más, Juan Carlos Arce, es que el régimen Ortega-Murillo no parece encontrar límites en la persecución contra los nicaragüenses. “Ahora ni el exilio te protege”, dice el activista quien viene denunciando la represión transnacional de la dictadura contra los opositores que viven en exilio forzado. “El brazo represor se ha alargado”, sostiene.
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El abogado opositor Yader Morazán quien fue declarado apátrida por el régimen por divulgar las crisis estalladas en el Poder Judicial por diferencias con el matrimonio dictatorial confirma que el temor a ser apátrida es perceptible en todas las personas con las que habla y que permanecen dentro de Nicaragua.
“La gente vive con miedo a esto de ser declarado apátrida, es decir, en cualquier momento a vos te pueden ir a sacar de tu casa y te montan en un avión y te vás aunque no tengás familias o te vas a la cárcel. Esto es una pesadilla”, denunció.
“Es grave todo lo que está pasando en Nicaragua. Se vive bajo terror, terror real”, expresa por su lado el expreso político Kevin Solís, desterrado y declarado apátrida por el régimen de Daniel Ortega y de su esposa Rosario Murillo con la que compite en maldad contra sus opositores. “Sabemos que hay gente que no denuncia, porque hacerlo solo complica las cosas para el resto de la familia”, asegura Solís desde el exilio forzado en el que vive.
El terror a perderlo todo
Dinora es una emprendedora de 39 años. Le va bien con un negocio de uñas acrílicas y un salón de belleza que le heredó su madre. Contó para este reporte que durante las protestas de abril y la pandemia del Covid-19 el local casi se fue a la ruina.
“Esto me ha costado lágrimas de sangre”, dice al expresar su preocupación por la crisis política en el país. “Hay mucha persecución y uno no vive ni trabaja en paz”, aunque uno no se meta con nadie, ni opine nada, hay mucha zozobra”, se queja.
La estilista confiesa que ha pasado días contemplando la posibilidad de irse del país. Pieza que lejos de Nicaragua aliviaría la angustia que a veces pasa en su negocio. “El problema es que hasta eso puede ser visto mal y entonces se vienen contra uno y te confiscan y te quitan la nacionalidad. Hay miedo, la verdad, mucha incertidumbre”, remarca.
“La gente sufre mucho. Ojalá y lleguen días en que uno pueda levantarse tranquilo, creo que es el anhelo de todos los nicaragüenses, levantarse en su casa, en su país, en tu patria”, señala el opositor Medardo Mairena.