Nicaragüenses consolidan un movimiento social nacional

El sociólogo Sergio Cabrales señala que, a un año del terremoto sociopolítico de Nicaragua, en el país se están institucionalizando las demandas y protestas, lo que permitirá garantizar su persistencia, sostenibilidad de resultados, y protección ante nuevas amenazas.

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  • octubre 07, 2019
  • 05:16 AM

El sociólogo Sergio Cabrales señala que, a un año del terremoto sociopolítico de Nicaragua, en el país se están institucionalizando las demandas y protestas, lo que permitirá garantizar su persistencia, sostenibilidad de resultados, y protección ante nuevas amenazas.

La oleada de protestas de 2018, verdadero terremoto sociopolítico y económico en Nicaragua, concluyó en septiembre de ese año. El reglamento extraordinario de prohibición de protesta emitido en la última semana de ese mes y la presencia policial abrumadora en intentos de manifestación, tuvieron su efecto desmovilizador. Sin embargo, doce meses después, el registro de las 320 protestas post-oleada permite observar dos características y dos interesantes patrones para el análisis, sugiriendo que la “actividad sísmico-social” aún no ha terminado.

Primero, el hecho de que la oleada cediera ante la documentada y violenta represión estatal es una evidencia más de la mutación del régimen híbrido del presidente Ortega hacia un régimen autoritario. Efectivamente, es propio de regímenes autoritarios registrar escasa o nula actividad de la sociedad civil y desincentivada movilización social, efecto observado en las frecuencias de protesta desde octubre pasado, y en el reducido número de participantes en los episodios aún vigentes. Estos niveles están por debajo de los números anteriores a abril 2018, y, sin duda, no son normales después de la irresuelta e intensa actividad del año pasado.

Segundo, en los registros hay “réplicas” que evidencian la consolidación de un movimiento social nacional, como una naciente “placa tectónica” que mantiene vigentes las demandas de democracia y justicia y que está activando la palestra.  Los últimos doce meses dan cuenta de la actividad movilizadora a pesar de la represión del régimen autoritario.

Interesantemente, alrededor del 30% de las protestas de los últimos doce meses han sido convocadas y ejecutadas por agrupaciones que crecen en institucionalidad, como la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia y la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB). Normalmente, a estas convocatorias han respondido agrupaciones de médicos, expresos políticos, feministas, empresarios, feligreses católicos, estudiantes, comunidades de nicaragüenses en el exterior, entre otros muchos.

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Estas organizaciones, algunas surgidas en el contexto de la crisis, también han tenido iniciativas propias, manteniendo demandas de democracia y justicia e introduciendo en algunos casos, otras de interés particular (como respeto a autonomía universitaria, reincorporación de médicos despedidos, o resolución de asuntos particulares, por ejemplo).

También es indicio de creciente institucionalización la reducción de eventos transgresivos. Por ejemplo, alrededor del 35% de las acciones de protesta de los últimos doce meses se hicieron a través de declaraciones públicas -denuncias, convocatorias, o pronunciamientos-, reuniones o asambleas, reuniones con autoridades gubernamentales, o denuncias ante entidades internacionales.

También en estos eventos menos transgresivos han sido unísonas las demandas de democracia y justicia, que requieren de reformas electorales, clarificación de los eventos represivos, y negociaciones con el Ejecutivo. Debe señalarse nuevamente que es indicador positivo el hecho de que la protesta tienda a la institucionalización.

Hay probados casos alrededor del mundo, en que la institucionalización de las demandas y protestas garantizó su persistencia, sostenibilidad de resultados en caso de haberse conseguido, y protección ante nuevas amenazas. También son numerosos los ejemplos de protestas que, por no institucionalizarse y organizarse, perdieron sentido y sus demandas se diluyeron con el tiempo.

Respecto a los patrones encontrados, primero es necesario hacer notar la existencia de un importante elemento al que Charles Tilly, sociólogo y politólogo estadounidense, llamó WUNC por sus siglas en inglés, y hace referencia al valor (W), unidad (U), número (N), y compromiso (C) de manifestantes en sus acciones de protesta. Estas cuatro características han estado presentes desde el inicio de la oleada y han persistido pese a su conclusión.

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Es decir, los manifestantes muestran el valor de las demandas al insistir en la importancia de democracia y efectiva justicia, al incluir a amplios sectores de la población, y al insistir en vías pacíficas como solución a la crisis sociopolítica. Quienes protestan, muestran unidad al responder a acciones coordinadas, con uso común de símbolos, demandas y consignas. Se ha patentizado número, no sólo con la presencia física de manifestantes en los puntos de protesta -ahora disuadida por la presencia policial-, sino por el apoyo de la población a estas acciones directa o indirectamente. Se ha evidenciado el compromiso, al resistir a adversidades y al enfrentarse con las fuerzas policiales y paraestatales.

La persistencia de WUNC ha sido importante porque no solamente estimula la consecución de las demandas, sino porque envía mensajes a la población en general, a la comunidad internacional, y al mismo gobierno del presidente Daniel Ortega y sus simpatizantes. Por lo tanto, este efecto WUNC debe cuidarse y exacerbarse, y es posible hacerlo de muchas formas: (1) a través de mayor coordinación y simultaneidad de protestas, o (2) con eventos de participación numerosa, concentrados y de amplio valor simbólico,  debidamente protegidos ante la inminente presencia policial,  (3) con el involucramiento de personajes relevantes de la vida social, religiosa, cultural y académica del país en las protestas y en las organizaciones nacientes,  o (4) con la creación de alianzas y coaliciones, es decir,  en la unidad de la diversidad.

Finalmente, es importante hacer notar otro patrón. Las protestas incrementaron nuevamente cuando se percibió cierta apertura institucional por parte del Estado de Nicaragua. En marzo, las expectativas de las reiniciadas negociaciones entre la AC y el gobierno generaron acciones en las cárceles, escuelas, universidades y centros comerciales, rompiendo el “silencio” que se había instalado desde que la oleada concluyó. Es posible que el mismo patrón suceda una vez que, de darse el caso, el Gobierno reinicie negociaciones.

Aparentemente no sucederá bajo las mismas magnitudes de abril 2018 ni con el mismo nivel de transgresión.  Sin embargo, manteniendo las condiciones actuales, no debe esperarse mayor participación de la ciudadanía en general en las protestas aún vigentes, a pesar de que estas cuenten con amplio apoyo popular (explícito o implícito). Está claro que están emergiendo múltiples formas de resistencia desde el sin-poder ante la represión que también son válidas y que tendrán su efecto en el desarrollo de la contienda política.

El análisis sugiere que, mientras tanto, aquellos aún en capacidad de movilizarse y “hacer temblar”, deben seguir evidenciando el efecto WUNC, y trabajar hacia la institucionalización que conseguirá, por múltiples vías, las demandas de aquellas protestas iniciadas en abril. 

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