Jeyssy Scarleth, la historia de la universitaria por la que su madre reclama justicia

Buena alumna desde pequeña, aprendió a ser determinada con lo que se proponía. "Independiente y soñadora, alguien que amaba la vida", dice su madre.

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  • mayo 25, 2022
  • 11:24 PM

A Jeyssy Scarleth Moreira Silva le aterraban las cucarachas. Muchas de las pesadillas que alguna vez tuvo en la vida tenían que ver con ellas. “No se les ve la cara”, decía a modo de justificar el pavor que le despertaban. Su madre, Christian Silva Chavarría, nunca supo desde cuando empezó a temerles, pero recuerda sus escandalosas reacciones cuando se topaba con alguna en la casa.

Nunca la tomó en serio, aunque ahora que ya no está en esta tierra, cree que debió haberle preguntado por qué la descontrolaban tanto. “La verdad” -dice la madre-, “creo que hay muchas cosas que creo debí preguntarle a mi hija cuando vivía y no lo hice”, señala como hablando para si misma.  “Solo que en este momento, no se me viene a la mente qué”, agrega.

Doña Christian Chavarría nunca pasó tantas horas en silencio y con sus pensamientos como pasa ahora. Dice que su mente no tiene sosiego. “Parece que vivo un sueño, una pesadilla más bien”, aclara. Asegura que el reloj de su vida se detuvo a las 5:49 de la mañana del lunes 09 de mayo cuando una voz de varón le hizo saltar de la cama para decirle que Jeyssy Scarleth no respiraba más, que estaba muerta. La voz era de  Abraham Pineda Ramírez, un exnovio de la universitaria.     

Dice que todavía no puede creer que su hija no viva más, como tampoco cree la versión de que se quitó la vida. Quiso las contradicciones de este mundo, que la misma voz que le dio la mala noticia, haya sido la de la misma persona de quien ella desconfía y acusó formalmente ante la Policía de estar tras la muerte de su hija.

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Del álbum familiar, la pequeña Jeyssy Scarleth. Cortesía

“LA MÁS HERMOSA”, DICE  

Jeyssy Scarleth Moreira Silva nació en Managua un 7 de septiembre del 2001 a las 9:20 minutos. Pesó siete libras y dos onzas. Cuando su madre la vio por primera vez, supo que había escogido muy bien su nombre. Se llamaría Jeyssy, se dijo. Lo eligió el día que supo que significa  “prenda inestimable, que no tiene precio”. “Ella, mi niña, era la más hermosa, rosadota. No había visto en esta vida nada más lindo yo”, contó la madre a DESPACHO 505.

Doña Christian cree que su hija creció demasiado rápido. La recuerda “ocurrente”, alguien con quien era difícil aburrirse. A la madre y al padre, juntos por entonces, le recomendaron la escuela desde muy temprano para aprovechar su ingenio y energía. “Recuerdo que nada me dolió más, nunca había pasado tantas horas sin ella. A ella no pareció afectarle, le gustó la escuela desde el primer día”, contó doña Christian.

Lo que vino después solo les alimentó la idea de que aquella niña podría ser en esta vida lo que ella se propusiera ser. Sus buenas notas la mantuvieron en el cuadro de honor, hasta que en tercer grado la desplazaron a un segundo lugar. “Ese día lloró, lloramos juntas, yo por verla a ella y ella porque se sentía derrotada… se lo tomaba muy en serio, la verdad”, rememora la madre.

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Jeyssy Scarleth era la mayor de tres hermanas. Hoy, una tiene 13 y la otra ocho. Estudió primaria y casi toda la secundaria en el Colegio Inmaculada Concepción de María, ubicada en la Pista la Sabana, en Managua. Quienes estudiaron con ella la recuerdan aplicada y siempre segura de que su papel en los grupos escolares siempre debía ser el de “abeja reina”. Y lo fue, hasta dejar el uniforme azul y blanco.    

Antes de iniciar su último año de secundaria le comunicó a su madre una decisión que definiría en adelante la relación madre e hija de los últimos años. “Ella me dijo que se había ganado el derecho a decidir sobre ella, que no quería seguir en el mismo colegio porque muchos de sus amigos ya no estarían en él. No tuve argumentos para oponerme”, dijo la madre.

Al cumplir los 16 años, Jeyssy Scarleth recibía su diploma de bachiller de manos de las autoridades del colegio cristiano Fuente de Vida, y doña Christian confirmó lo que sospechaba a comienzos de año; su hija mayor tomaría las riendas de su vida en cualquier momento. Le informó que iría a la universidad y que había escogido estudiar comunicaciones. Y lo hizo hasta que una mala hora la asaltó en su cama hace una semana.  

INDEPENDIENTE

Doña Christian dice que si a alguien deben culpar por como era su hija es a ella. “Le enseñé a ser vanidosa”, dice y se ríe como muy pocas veces lo ha hecho en los últimos días. Y no exagera, lo demuestra con fotos. En ellas se les ve a madre y a hija con la misma versión de ropa. Una navidad con el mismo tipo de pantalón y blusa y en un cumpleaños con igual vestido. “No gustaba hacerlo así”, explica.

La madre también le enseñó a querer las cosas buenas, a querer a la gente y a desconfiar también. “Le enseñé a que debía siempre valerse por si misma, a ser una joven de bien y amar la vida con todo lo que nos da”, señala la madre. Pero hay algo que cree que no debió aprender tan bien: “Quiso ser independiente… si lo aprendió de mí, me arrepiento”, se lamenta.

Una pequeña Jeyssy Scarleth. Cortesía.

El 10 de septiembre de 2020, pocos días después de haber cumplido sus 18 años, Jeyssy Scarleth le dijo a su madre que quería su espacio, que buscaría una casa junto a una amiga para alquilar, pero que siempre estaría cerca. Su madre se entristeció, pero igual que con el cambio de colegio, cedió.

Pensó en echar mano de todos los trucos a los que una madre recurre para que los hijos no dejen nunca “la granja”. Y lo hizo. Le recomendó que no se fuera largo para que llegara siempre a tiempo para almorzar la sopa de mariscos que tanto le gustaba. “A ella le fascinaba el pollo asado en estufa, y yo ni corta ni perezosa se lo hacía”, confiesa la madre.

El día que se cambió de casa, su madre se sintió como cuando fue a dejarla al colegio la primera vez. “Pero era su vida y yo la respeté”, comenta.

Con su mamá, doña Christian Silva. Cortesía

Pero Jeyssy Scarleth también se ocupó de que la separación no les causara sufrimiento. No hubo día que no pasara por la casa de su madre y hablaban por teléfono siempre. “Yo le miraba su ropa y casi siempre andábamos en algo”, dice doña Christian. “Más que su madre, últimamente éramos como dos buenas hermanas, incluso sus amigos siempre preguntaban por su madre, porque creían que yo era la hermana mayor, por cómo nos llevábamos”, contó.

SUEÑOS SIN CUMPLIR

La vida de Jeyssy Scarleth se apagó de repente. Antes de aquel domingo fatal, nada a su alrededor hizo pensar en un final a los 20 años. Su madre dice que iba bien en clases y tanto, que inició una segunda carrera: ingeniería ambiental. Por las tardes se iba a inglés y decía que esperaba noticias para ser aceptada como estudiante de intercambio en un país de Asia.

Incluso el sábado 07 de mayo vio a su madre por última vez. Llegó como siempre lo hacía. “La casa se alborotaba con ella”, dice su mamá. Sus hermanitas, siempre hacían fiesta con su visita. En esa ocasión, estaba contenta y compartió con ella el logro obtenido con los brackets que usó por varios meses en los dientes superiores. Aunque los que tenía colocado en los inferiores, debían esperar, su madre la recuerda feliz. “Es la mejor imagen en mi mente”, dice.

Jeyssy Scarleth soñaba también con tener casa propia. Quería un terreno porque la quería dar a hacer a su gusto. Dice su madre que ella tenía muchas ideas. “Quería hacer tantas cosas mi niña, por eso es que es difícil creer en un suicidio, tenía planes y parecía ir todo bien”, añade.

Cuenta que pasaban horas hablando de como celebrarían los 15 años de su hermana. Otra tarea que dejó pendiente. “Yo los voy a organizar”, les había dicho muy seria. La madre le tomó la palabra y su hermana estaba contenta con la idea.

ERA CREYENTE

A Jeyssy Scarleth nunca le gustó hablar de la muerte. Decía que “ese era un tema para mayores”. “Ella amaba la vida”, justifica su madre.  Era una creyente y visitaba la iglesia Ríos de Agua Viva.  

A su madre tampoco le gusta hablar de la muerte y es para ella quizás la explicación del porqué, su corazón de madre no la alertó de tragedia alguna a la vista aquel terrible fin de semana.   

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Incluso su madre ha repasado una y otra vez las horas que ella pasó en su casa un día antes de su muerte y dice no hallar nada. “Su última visita fue como todas, estaba alegre más bien. Dijo que el lunes iría al gimnasio, ¿Quién hace planes con el día en que ya no estarás? No, ella no se suicidó”, reitera.

De la relación con Pineda Ramírez en el entorno de esta familia poco se habla. Su madre dice que hace menos de dos años lo conoció como su novio y que terminaron porque ella se quejaba de su comportamiento inestable. “Ella decía que tenía mal carácter y algún tipo de problemas emocionales o mentales, por eso terminaron, entiendo”, explica.

Madre e hija en una de sus últimas fotos. Cortesía.

Doña Christian se ha propuesto no descansar hasta que la muerte de su hija quede aclarada. “Sé que ella espera eso de mí, ella habría hecho lo mismo si la víctima fuera yo, se lo aseguro”, dijo.

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