El juicio de Freddy Navas, el mecánico agricultor que quiere una Nicaragua libre
Sus tres hijos viven un exilio forzado y este jueves el preso político llega ante el juez acusado de "traición a la patria".
- febrero 10, 2022
- 01:32 AM
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Freddy Navas sufre en la cárcel, pero tiene la certeza que sus hijos están bien. Cuando fue capturado la primera vez en 2018, sus carceleros le decían que solo esperaban “ordenes de arriba” para ejecutarlas. Para Navas, la amenaza era un tormento.
Aislado, incomunicado totalmente con el exterior y tomando en cuenta la forma violenta en que asaltaron su casa para llevárselo la noche del 17 de noviembre de 2018, el líder campesino no dudaba que sus captores eran capaces de eso y más.
Freddy Navas Torres, su hijo, dice estar seguro que este nuevo encierro que su padre padece desde el 5 de julio del año pasado, ha sido “llevadero” porque él y sus hermanos se encuentran en el exilio. “Él piensa que al menos, eso es un consuelo”, dice a DESPACHO 505, algunas horas antes que el campesino vaya a juicio este jueves.
Navas Torres piensa lo mismo que otros familiares de presos políticos: de esas audiencias “nada bueno sale”. “El fallo ya está”, dice. “Sabemos que dirán es culpable, ha sido así estos días con los demás”, argumenta.
EL OBLIGADO ADIÓS A UN SUEÑO
El último día de enero de 1965 nació en la isla de Ometepe Freddy Alberto Navas López. Aprendió desde niño las labores del campo, pero quería estudiar y soñó para él una vida diferente a la que terminó viviendo. Víctima de las circunstancias, el primer encontronazo con la realidad la tuvo al comenzar los años 80, irónicamente con los mismos que ahora lo mantienen preso y a su familia bajo asedio.
Muy pronto se vio obligado a huir para evitar matar o ser muerto cuando cumplía su servicio militar obligatorio que instaló el sandinismo cuando gobernaban Nicaragua por primera vez. “Mi padre siempre fue un hombre de paz y de hablar, la violencia no es para él”, explica su hijo. Ello, añade en tono de broma, “aunque se vea con cara de pocos amigos”.
Regresó a su casa y se escondió por algún tiempo refugiado en las labores del campo. Pero lo buscaron y no tuvo más remedio que irse a Costa Rica. El líder campesino conoció así el lado oscuro de las ideologías. Vivió lejos de la familia y de su casa porque otros luchaban a muerte por imponer por la fuerza cada quien, su forma de pensar.
Como no pudo terminar la secundaria, admitió la idea de aprender mecánica automotriz. Alguien que no recuerda le recomendó una escuela técnica y sin pensarlo mucho se inscribió. Terminó y alternaba sus obligaciones del campo con el trabajo de mecánica, aunque el primer oficio se impuso por ley de la vida cuando se convirtió en padre.
Es una ironía para su hijo, el hecho que Navas no ha podido escapar del sandinismo por más que ha querido. Cree que en el pasado le robó muchas oportunidades. “Ahora le roban la libertad, a su familia porque ideay, estamos separados todos”, argumenta.
EL PECADO: “UNA NICARAGUA LIBRE”
En 2013, Navas tomó una decisión que compartió con su familia. Estaba obligado, según les explicó, a luchar por las tierras que pensaba heredarles y que les garantizaba la comida diaria. La Ley 840, aprobada por la Asamblea Nacional para la construcción de un canal interoceánico, les cercenaba su propiedad igual que a centenares de familias que viven en la franja por donde pasaría la famosa obra que nunca inició.
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Con la decisión se quedaban atrás dulces años de vida dedicada a cuidar cultivos de sandías y plátanos, plantíos de tomate, limones y yuca. Los hijos se harían cargo y Navas se organizaría con los demás afectados para iniciar la resistencia. Las faenas en el campo iniciadas siempre antes de la salida del sol, serían sustituidas por reuniones, marchas y plantones “machete alzado” contra quienes les amenazaban con tomar sus tierras.
Casado con Yadira Torres desde 1989, Navas tenía una vida que según su hijo fue “bastante buena” hasta que inició la represión. “El pecado de mi padre es querer una Nicaragua libre para todos, ha luchado con su finca, con su trabajo, para eso”, dice su hijo.
Ese motivo de lucha, Navas lo dejó bien claro en un video de dos minutos que grabó y difundió el 05 de julio del año pasado cuando fue detenido por segunda vez. “No hay que rendirse si queremos una Nicaragua libre para todos”, fue parte de lo que dijo.
LA VIDA CAMBIÓ PARA SIEMPRE
Tras llevar en su cuenta más de cien marchas contra la expropiación de sus tierras, el Movimiento Campesino no dudó en unirse a las protestas del 2018. Cuando en mayo de ese año se iniciaron las pláticas para establecer la paz en el país, Navas formó parte, como representante de los campesinos junto a Medardo Mairena y Pedro Mena.
El mecánico agricultor comenzó a ser un rostro más visible y conocido y por supuesto, la mirilla represora se posó en él como lo hizo con los demás líderes de la oposición. El 17 de noviembre de ese año, Navas fue capturado en una casa de Villa Libertad, en Managua a donde estaba resguardado tras el poco avance del Diálogo que Daniel Ortega hizo fracasar con engaños de coyuntura y promesas que nunca cumplió.
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Contó la familia de Navas que sus captores lo golpearon hasta el desmayo. Igual que a Medardo Mairena a Navas las autoridades de gobierno le atribuyeron responsabilidad en el caso de un asalto armado a la delegación policial de Morrito, Río san Juan y dónde cuatro policías y un profesor murieron. Eran tiempos en que el orteguismo armó a su militancia y les permitió sembrar el terror en todo el país.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, registró a los grupos armados como Parapolicías y el mismo Daniel Ortega defendió su existencia como “policías voluntarios a cargo de tareas para establecer la paz".
En junio de 2019, Navas fue beneficiado con una Ley de Amnistía, que sacó de la cárcel a todos los opositores que habían sido secuestrados, enjuiciados y condenados a penas inusitadas en el país.
REGRESO A PRISIÓN
El 5 de julio, uno de los perros de Navas advirtió lo que se le vendría encima. No paró de ladrar, estaba inquieto, hasta que varias patrullas rodearon su casa y acordonaron la cuadra. “Atalo o se muere aquí mismo”, le gritó un policía.
Allanaron su casa y la voltearon como calcetín en busca de algo que la familia todavía desconoce. Se llevaron cuanto pudieron. Fue llevado al Chipote y desde entonces guarda prisión. Este jueves irá a juicio con 22 libras menos de las que llegó.
Su hijo dice que sigue firme en sus convicciones. Pero ha desmejorado mucho su salud. “Nosotros no esperamos nada de ese juicio. Sabemos que es inocente, eso es seguro”, dice el mayor de sus hijos.