Humor, una trinchera que resiste a la represión
Mientras el régimen Ortega — Murillo acorrala la libertad de expresión, el humor resurge como el medio para ridiculizar al poder y a los poderosos. Los expone y los cuestiona. Las barreras del miedo se vienen abajo y el pueblo a través de la ironía reinvindica algunos derechos.
- agosto 27, 2021
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Humor, una trinchera que resiste a la represión
Mientras el régimen Ortega — Murillo acorrala la libertad de expresión, el humor resurge como el medio para ridiculizar al poder y a los poderosos. Los expone y los cuestiona. Las barreras del miedo se vienen abajo y el pueblo a través de la ironía reinvindica algunos derechos.
POR CRISTHIAN TÓRREZ | 31 AGOST 2020
A los poderosos no les gusta la sátira porque saben que el humor es anti-miedo, y para los gobiernos autoritarios, la burla es sinónimo de irrespeto y eso no lo pueden permitir.
Cruda y mordaz, irreverente y rebelde, a veces con humor y otras con sarcasmos, los nicaragüenses satirizan la realidad política del país y retan al régimen autoritario de Daniel Ortega con caricaturas que en vez de risas, buscan cuestionar el poder.
Con humor sacuden y dejan en evidencia la hipocresía del Gobierno, que ejerce su autoritarismo a través de una “policía represiva” y un sistema judicial dispuestos a capturar y procesar a los opositores al régimen.
Caricaturizar la realidad para dejar en evidencia a la dictadura no gusta a quienes se sienten retratados.
“A los poderosos no les gusta la sátira porque saben que el humor es anti-miedo, y para los gobiernos autoritarios, la burla es sinónimo de irrespeto y eso no lo pueden permitir”, afirma el caricaturista del medio de comunicación Confidencial, Pedro X. Molina.
Esa es una reacción predecible y característica de los gobiernos represivos, como el de Ortega. Ocurre en Venezuela y en Cuba donde gobiernan Nicolás Maduro y Miguel Díaz Canel, respectivamente.
“Los gobiernos autoritarios no tienen sentido del humor, porque son personas que provienen de una jerarquía donde fueron entrenados para obedecer y no cuestionar, y la sátira provoca cuestionamientos, además de ridiculizarlos”, valora el experto en Comunicación, Alfonso Malespín.
Pero, contradictoramente a lo que se podría pensar, agrega, estos líderes han surgido dentro de la popularidad de las masas o de un ejército. Por años construyen una imagen, y es ahí donde radica el problema, señala.
“Comienzan a crearse una imagen de tipos fuertes que pueden resolver todo, se acostumbran ha escuchar que son los mejores, entonces su ego les impide ver la realidad y cuando llegan al poder se aferran a él y a medida que van escalando, se aíslan de todos y se mantienen ahí infligiendo miedo a la gente”, explica Molina.
Es por ello que, al verse ridiculizados, se sienten expuestos como seres humanos “comunes” no como los “iluminados intocables” que sus súbditos les han hecho creer.
“La gente al burlarse de ellos, los pone a su mismo nivel, y al verse reflejados al mismo nivel que los ciudadanos, se dan cuentan que no son dioses, sino humanos como los demás, y pueden ser derrotados”, señala Molina, ganador del premio María Moors Cabot 2019, que otorga la Universidad de Columbia, de New York.
INSTAURAR MIEDO
Así que la familia presidencial consciente que son el objetivo a cuestionar, ha demostrado tolerancia cero, a este tipo de humor, y a través de sus seguidores se han encargado de promover campañas de hostigamiento contra aquellos que se burlen de ellos, lo que ha llevado a los ciudadanos a ejercer esta libertad bajo seudónimos.
Cako, un joven caricaturista emergente, es ejemplo de esta nueva práctica.
“Al principio quería firmar con mi nombre, pero al final lo hice bajo un seudónimo por miedo a que mi familia pagara las consecuencias de mis acciones, o yo mismo pudiera ir a la cárcel por expresarme de la manera en que lo hago”, explica Cako. Su obra empezó a difundirse a raíz de la Rebelión de abril.
Al principio quería firmar con mi nombre, pero al final lo hice bajo un seudónimo por miedo a que mi familia pagara las consecuencias de mis acciones, o yo mismo pudiera ir a la cárcel por expresarme de la manera en que lo hago
Guillermo Medrano, coordinador de derechos humanos de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCh), cuestiona que Ortega esté obligando a los ciudadanos a vivir bajo las sombras, cuando la Constitución establece derechos políticos y civiles que promueven la libertad de expresión, en cualquiera de sus formas.
“Lo que el Gobierno persigue con esta estrategia de hostigamiento, es fomentar que la gente no se exprese, por tanto, estamos ante una democracia ejercida bajo seudónimos, influenciada por el temor a las represalias de los simpatizantes del Gobierno, y para hacer democracia no podemos seguir ocultándonos bajo los nombres como por ejemplo “la chigüina vándalica”, cuestiona.
Aunque hay otros caricaturistas como Wilber Chavarría que han decidido poner rostro y firma a cada uno de sus trabajos, conscientes del riesgo que corren. Él afirma que “señalar los errores es el primer paso para eliminarlos”.
La mayoría de jóvenes caricaturistas se inclinan más por trabajos con seudónimos, pero están claro que sus mensajes calan en la sociedad, a pesar de todo.
“Estamos claros que con tinta no vamos a echar al dictador del poder, pero sí podemos influir en la gente. La caricatura tiene el poder de causar reacciones, promover una reflexión y un diálogo sobre el tema, y ese es nuestro objetivo, crear conciencia”, explica Lafito, otro de los caricaturistas surgidos en 2018.
Aunque la sátira persigue la risa, no siempre es así, más en momentos de polarización política como los que vive Nicaragua. Los caricaturistas han recurrido a la realidad del país, para embestir con ironía y sarcasmo los abusos del poder.
“Recurrimos al sarcasmo, como una forma de atenuar el contexto en el que vivimos”, confiesa Lafito.
El joven caricaturista asegura que los niveles de intolerancia en Nicaragua son tan grandes, que es difícil quedarse inmóvil ante tanta injusticia. “La ironía de mis caricaturas refleja esa sonrisa decepcionante de los nicaragüenses ante la realidad que vivimos”, sostiene.
Para Cako el mensaje es lo más importante por eso en sus caricaturas, cargadas de “humor negro”, los dibujos no son muy detallados, porque trata de que el público se enfoque en la crítica. “Mi mensaje tiene humor, pero a la vez es crudo como nuestra realidad, es lo que la gente percibe y eso hace que se sientan conectados con mi trabajo”, expresa.
A pesar que el humor político hiera y los políticos se ofendan y no sean capaces de burlarse de sí mismos, “lo cierto es que la sátira sobrevivirá para continuar provocando cuestionamientos y sonrisas, dando herramientas a la sociedad para seguir cuestionando al poder y los poderosos”, analiza Alfonso Malespín.
Los caricaturistas continúan tratando de sortear la férrea censura impuesta por la dictadura de Daniel Ortega. A pesar de todo, los nicaragüenses se siguen riendo.