La pandemia de coronavirus se sumó al olvido de las comunidades rurales de Nicaragua

Los comunitarios de zonas recónditas del país, donde no hay acceso a internet, ni agua potable ni energía, enfrentaron solos la pandemia del coronavirus. Sin médicos y sin centros sanitarios encontraron en las plantas las armas para resistir.

None
default.png
  • marzo 18, 2021
  • 03:06 AM
Logo Despacho 505

La pandemia de coronavirus se sumó al olvido de las comunidades rurales de Nicaragua 

Los comunitarios de zonas recónditas del país, donde no hay acceso a internet, ni agua potable ni energía, enfrentaron solos la pandemia del coronavirus. Sin médicos y sin centros sanitarios encontraron en las plantas las armas para resistir.

MADRIZ Y RIVAS — Poco a poco, el coronavirus se acercó a las comunidades rurales del Centro y Norte de Nicaragua, condenadas al olvido por parte de las autoridades nacionales. Las zonas surcadas por ríos y montañas se vieron sorprendidas por un enemigo silencioso sin saber cómo actuar.

A la falta de información se le sumó que las comunidades rurales del país no cuentan con médicos y centros hospitalarios. Tampoco de servicios básicos como el agua potable para aplicarse un lavado de manos, una de las principales recomendaciones hechas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Seguro que a todos nos ha dado el Covid-19 y ni cuenta nos hemos dado”, dice a modo de burla José Antonio, un productor de la comunidad la Fragua, localizada a 65 kilómetros de Ocotal, en el Norte de Nicaragua. “Lencho”, como sus compañeros de trabajo lo llaman, junto a 10 hombres más recogen a toda prisa las mazorcas de maíz tiradas en el suelo, listas para ser puestas en la desgranadora, el ruido de la máquina es tan fuerte que apenas se puede hablar.

El sudor y el cansancio empiezan a ser visibles, el sol de la 10:00 a.m.quema, aunque a ellos no parece importarles. El “aguate” a como llaman a polvo que suelta el maíz al ser arrancado de las mazorcas, deja el aire blanco y se pega en todas partes . “Lencho” seca su frente, para luego detenerse a tomar agua, en cuestión de segundos todos empiezan a beber de la misma botella. “Si la guerra no nos mató, el coronachino tampoco”, se excusa Lencho.

A ellos los mueve más el miedo a pasar hambre que el hecho de adquirir el virus. El Ministerio de Salud (Minsa) reporta 6,253 casos sospechosos, aunque el organismo independiente, Observatorio Ciudadano Covid-19 maneja una cifra más elevada, 12.716 a enero de 2021. Para Lencho y sus compañeros, estas cifras, son tan solo números. Ellos han vivido con un enemigo al que consideran más poderoso: la pobreza. A esa la han sentido en carne propia, desde varios quinquenios.

“El problema con las comunidades rurales de Nicaragua, es complejo, porque además de vivir en condiciones de pobreza, acceder a muchas de ellas no es fácil, a veces solo se puede llegar a pie. Las familias viven en hacinamiento. Aunque tengan grandes extensiones de tierra, la casa es un espacio reducido, donde cohabitan varios integrantes de la familia. Sin contar la distancia que deben de recorrer para llegar al puesto de salud más cercano”, alerta la doctora Josefina Bonilla, miembro del Comité Científico Multidisciplinario de Nicaragua, CCM.

Tal es el caso de Fátima Ruiz, en la comunidad de San Pedro, en Rivas. “Aquí vivimos en el olvido. El Covid-19 quizás no llega porque los caminos son intransitables y tampoco hay transporte público entre San Marcos y San Pedro”, afirma Ruiz.

A 55 kilómetros de Rivas, en la comunidad el Lajal, Marlon Morales, tiene una opinión similar. El único camino de acceso, está dividido por una quebrada, que en temporada de invierno vuelve el camino intransitable.

“Dios se ha encargado de cuidarnos. Aquí solo tenemos un bus que sale en verano a las 4 de la mañana y regresa a las 6 de la tarde. En invierno la mayoría nos movilizamos en motos, algunos a caballos y otros en vehículos particulares. El día a día es totalmente diferente al de las ciudades, por eso hemos implementamos al pie de la letra las medidas de prevención para mantener el Covid-19 alejado de nuestras casas”, asegura Morales.

Medidas bastantes cuestionables, desde el punto de vista de los especialistas. “La gente en las comunidades ha recurrido a remedios caseros para combatir la pandemia, primero porque asociaban los síntomas con una gripe común, y, segundo porque si presentaban síntomas moderados no consideraban relevante asistir a una unidad de salud”, afirma uno de los doctores del Puesto de Salud de San José de Cusmapa, en Madriz.

Roberto Matute y su familia recurrieron a la ingesta de té, como una de las medidas de prevención. “En la casa tomábamos de todo, desde té de jengibre hasta té de cebolla, creo que funcionó porque nadie en la casa se ha enfermado hasta ahora”, reflexiona Matute.

“Está científicamente comprobado que los té de zacate de limón no combaten los síntomas del Covid 19. Parte de ese pensamiento obedece a la campaña de desinformación y sub-registro que maneja el Gobierno de Nicaragua, quien no reconoce la pandemia y tampoco cuenta con un plan de contingencia integral a nivel nacional”, afirma el doctor Leonel Arguello.

Otro de los problemas según Argüello es que el virus en ocasiones no presenta síntomas; el 45% de los adultos no tienen síntomas y el 80% de los niños tampoco.

Entre las medidas de prevención, impulsadas por el Gobierno están las visitas casa a casa, en las que se promueve el lavado constante de manos, una recomendación irónica dado el difícil acceso a agua potable en algunas áreas rurales del país.

Según el último estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2017) tan solo el 29% de la población rural de Nicaragua tiene acceso a agua potable segura, y un 31% no tiene acceso a este vital líquido.

Otro dato relevante es que casi el 42% de la población nicaragüense vive en zonas rurales, de acuerdo con estadísticas del Banco Mundial.

“Hay barrios en Susucayán (Nueva Segovia) que pasan hasta tres meses sin agua. A Jicaro vienen a cargar las pipas de agua para luego llevarlas a vender. En Muyuca (otras de las comunidades cercanas a El Jícaro) tampoco hay agua. El problema en la zona se agudiza porque somos una área productiva, y la gente depende del agua para sus cosechas y los quehaceres de sus hogares”, asegura uno de los colaboradores de la Alcaldía de El Jícaro- Nueva Segovia, que habla en anonimato.

“Al principio cuando escuchamos lo de la pandemia nos asustamos, pero, ¿qué vamos hacer? lo único que hacemos es llenar un balde con agua y poner una panita con jabón para lavarnos las manos y decirle a los chavalos que no desperdicien el agua”, afirma Adelina Rodríguez, habitante del barrio Enrique López (El Jícaro) donde sus pobladores reciben agua tan solo por las noches.

DESIGUALDADES

El coronavirus no sólo profundizó las desigualdades que ya eran visibles en Nicaragua, sino que agregó un problemas a las familias nicaragüenses, según un informe elaborado por la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y social, (Funides), sobre la Coyuntura de Nicaragua ante la pandemia. El Covid -19 se convirtió en el principal problema que aqueja a los nicaragüenses con un 30%.

Fátima es uno de los rostros que reflejan las estadísticas. En años anteriores, ella y su familia viajaban a Costa Rica o Honduras para trabajar en los cortes de café .

“Tengo miedo, pero ¿qué le vamos hacer?”, dice. Fátima ha empezado a botar el cabello, tiene parches notorios alrededor de su cabeza, a sus 26 años, con dos hijos casi adolescentes, aparenta mucha más edad.

“Estoy quedando, pelona, de tanto pensar cómo voy hacer para ganar los gastos, antes sabía que podía irme a otro lado con mis hermanos a cortar, este año me he quedado con mi mamá porque tengo miedo que el Covid le dé a mis hijos”, afirma, mientras corta con agilidad los granos de café, para alcanzar la meta de tres latas por día. Por cada una recibe un pago de 40 córdobas. “El dinero no es mucho pero al menos alcanza para el pan con café”, sostiene.

Estimar el impacto de Covid–19 en las familiares nicaragüenses es difícil, analiza el médico Edwing Matamoros, en su ensayo “El Covid -19 y la migración hacia la Costa Caribe”, que forma parte del libro Covid-19, el caso de Nicaragua, en el que afirma que las familias nicaragüenses, al no encontrar atención en los hospitales públicos, los miembros jóvenes incurren en gastos significativos para atender a los más viejos afectados por el virus, gastando sus ahorros, vendiendo el patrimonio o endeudándose, para proveerles medicamentos y cuido.

Según las proyecciones del Banco Mundial, en 2020 la pobreza aumentó un 15.1%. Y más de 350,000 personas pasaron a vivir con menos de $1.76 o menos al día.

“En la escuela donde trabajo hay niños que llegaban sin mascarillas, porque sus padres no tenían dinero para comprarlas, ¿cómo los podíamos obligar si sus padres son tan pobres, que tan solo ganan para comer? Solo los que vivimos aquí sabemos lo dura que es la vida”, afirma una maestra de la comunidad de Santo Domingo, Telpaneca.

“El impacto del Covid 19 es grande, además de deteriorar la salud de los nicaragüenses también ha golpeado la economía de las familias”, asegura el médico Arguello.

El especialista enfatiza que el impacto de la pandemia no se limita únicamente a la pérdida de los familiares, sino también, al aporte económico que ellos representaban para las familias.

“El año pasado (2020) murieron al menos 8,000 personas, basándonos en datos oficiales, si hacemos matemáticas y promediamos familias de 4 personas, cómo mínimo el Covid ha dejado 24 mil personas cuyas finanzas se han visto golpeadas de forma significativa”, analiza Argüello.

Más allá de las estadísticas, las realidades de las comunidades rurales del país, son el reflejo de un país desigual, que el Covid -19 se encargó de profundizar. Sumergidos en el olvido, las poblaciones rurales combaten la pandemia con sus propios recursos, alejados de todo y de todos, soportando los embates de un virus y un sistema de Salud no diseñado para ellos.

 

Ayúdanos a romper la censura, necesitamos tu apoyo para seguir informando

Donar