Jóvenes a la fuga

None
default.png
  • enero 10, 2019
  • 10:11 PM

La crisis que vive el país desde abril pasado ha motivado la migración de jóvenes nicaragüenses. Desempleo, persecución y miedo son algunas de las respuestas que dan cuando se les pregunta por qué decidieron dejar Nicaragua.

Rayid y Estela tienen en común que son jóvenes e inmigrantes que residen en España. Ellos no incluyeron en sus propósitos de 2018 salir del país, sin embargo, la crisis que empezó en abril fue una avalancha que estropeó sus sueños. Ahora empiezan a construir una nueva vida en Madrid y Barcelona. Estas son sus historias.

SUEÑOS TRUNCADOS

Madrid. Rayid Alvarado, un joven capitalino de 23 años, salió de Nicaragua para exponer en República Checa la represión que vive el país desde el 18 abril. Días antes de su regreso, supo que en Managua su nombre figuraba como un “golpista”,  que Estados Unidos financió para derrocar al presidente Daniel Ortega. Pensó en su vida, consultó con sus padres, y finalmente tomó la decisión de exiliarse en España.

“Ser joven, líder, es un pecado para ellos, ya no podía regresar a Nicaragua, y fue así que comencé el difícil camino del exilio”. Rayid este año egresaría de la carrera de Licenciatura en Derecho. Hasta abril de 2018, cursaba el quinto año en la Universidad Centroamericana (UCA), pero hoy sus estudios están en el limbo.

Tras las protestas de mediados de abril en León, en contra a la reformas a la Seguridad Social, decidió organizar junto con otros cinco compañeros un plantón en la UCA. El 18 de ese mismo mes fue agredido por partidarios del Frente Sandinista, por lo que tuvo que protegerse en las instalaciones del recinto.

“Desde el 18 de abril empezamos nuestra lucha estudiantil”, cuenta. Después de ese día se sumó a las protestas y apoyó a estudiantes atrincherados en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli). Su participación le mereció el cargo de vocero del Movimiento Autónomo 18 de Abril, integrado por universitarios, profesionales y campesinos.

En España no tiene amigos, ni parientes, ni dinero. Rayid fue acogido por una familia de nicaragüense. “No tenía nada qué hacer o porqué quedarme, he sido adoptado por una familia que me han brindado techo y comida para seguir en la lucha desde donde esté”, cuenta.

El joven todos los días resiente el haber dejado su familia y acusa al presidente Daniel Ortega de truncar sus sueños. “No ha sido fácil, tampoco ha sido fácil ver compañeros que están muertos y otros que están en la cárcel como la Amaya Coppens, es difícil verlos presos por la injusticia”, comenta.

Desde que llegó a España, el 11 de octubre, se ha enfocado en hablar con organismos de derechos humanos y políticos españoles sobre la represión que vive el país. Dice que ese es su aporte a la resistencia cívica que aún continúa en Nicaragua. “Que el mundo sepa qué está ocurriendo”, señala.

LAS NUEVAS OPORTUNIDADES

Barcelona. A mediados de julio el departamento de Recursos Humanos le llamó para informarle que debía tomar 30 de los 40 días de vacaciones acumuladas. “Tengo mucho trabajo, no puedo irme”, le increpó, infructuosamente al personal de la empresa. Estela, nombre ficticio, vio en esa orientación un mal augurio: el despido.

Nunca participó en marchas y nunca escribió comentario alguno en contra del gobierno del presidente Daniel Ortega. Siempre, cuenta, se mantuvo al margen de los hechos. Pero ahora ve su huída de Nicaragua como una consecuencia de la crisis que el país vive desde abril. “Era inevitable que me despidieran, las empresas piensan en su rentabilidad y la economía va mal, muy mal”.

No aceptó las vacaciones y, por el contrario, se adelantó a poner su carta de renuncia. Esa jugada le garantizó más dinero en su liquidación. Y por tanto, oxigenaba por casi dos meses la cuota de 180 dólares que paga por un carro sedan que adquirió en febrero pasado.

“Te imaginás dejar mi vida por otra. Estaba pagando mi carro, mi casa. Podía decir que vivía cómodamente, pero hoy admito que el presidente Daniel Ortega destruyó los sueños de muchos jóvenes, ante no lo veía así, pero tuvo que pasarme esto para darme cuenta”, lamenta la joven.

Llegó a Barcelona el 12 de septiembre procedente de un vuelo de Panamá. Le acompañaba una maleta, su diploma de Licenciada en Marketing y Publicidad y 2,000 euros. En España le esperaba una amiga que salió de Nicaragua mucho antes que ella.

Ahora trabaja en un restaurante como auxiliar de caja. Dice que esperará los tres años para pedir la residencia por arraigo. Sus días se van entre el trabajo y las caminatas por Barcelona que suele hacer desde que llegó.

“Es triste dejar tu país en estas circunstancias, pero tenés dos opciones: quedarte y ver cómo  se desmorona o salir e intentar hacer tu vida en otro país”, insiste.

-¿Y no pensás regresar?

-Todos los días me quiero ir a Nicaragua.

Los efectos de la migración de jóvenes

Para Juan Sebastián Chamorro, director ejecutivo de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), la migración de jóvenes tiene dos grandes efectos para el país.

“El primero es que se echa a perder el costo que el país ha puesto en él o ella.  La inversión en su educación, el gasto público reflejado en el salario de sus profesores, la infraestructura, los útiles escolares y los gastos de las familias se van al balde porque esos costos los asumió el país y los familiares sin ver el beneficio”, dice.

El segundo, continúa el economista, tiene que ver con el beneficio perdido para el país. Chamorro se refiere al flujo de ingresos y salarios que el joven va a ganar para el resto de su vida en otro país.

“Ese ingreso se gasta en consumo, inversiones como la vivienda y la educación de sus hijos.  Esto es plata que se inyectará al país que lo acoge y que Nicaragua dejará de percibir”, agrega.

Ayúdanos a romper la censura, necesitamos tu apoyo para seguir informando

Donar