El mercado laboral formal en Nicaragua rechaza a las mujeres trans  

Para poder acceder al mercado laboral, las mujeres trans enfrentan barreras como la falta de reconocimiento legal de su identidad de género, el prejuicio social y la discriminación. Se sienten como ciudadanas de segunda, condenadas a la informalidad y la precariedad laboral.

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  • enero 12, 2024
  • 03:09 AM

Tamara Sánchez ya perdió la cuenta de cuántas veces  ha salido a buscar trabajo sin conseguirlo. Durante 17 años ha intentado colocarse en diferentes empresas como conserje, secretaria, agente de ventas o de atención al cliente. La respuesta a su solicitud de empleo siempre es la misma: “Nosotros te llamamos”. La llamada nunca llega. Hoy, a sus 35 años, no tiene una sola cotización a la Seguridad Social. 

Cuando se presenta a una entrevista de trabajo la miran de pies a cabeza, cuchichean y, algunas veces, la entrevista nunca empieza. Le han rechazado tras verla. Salta a la vista que es una mujer trans.

“A nosotras no nos dan la oportunidad para desempeñar la labor que buscamos. Lo primero que nos critican es la vestimenta y la apariencia. Dejé de buscar porque me sentía frustrada, mal y apartada”, confiesa.

Este es el drama que enfrentan las mujeres trans en Nicaragua: son excluidas del mercado laboral formal simplemente por asumir su identidad.

“Intento convencerme de que no me dan un trabajo por mi falta de experiencia, que se debe a que no me dan la oportunidad de entrar, aunque en el fondo sé que tiene que ver con que soy una chica trans”

Tamara Sánchez, mujer trans de Managua.
Tamara Sánchez desde su casa en Managua. Tiene 35 años y nunca ha podido entrar al mercado laboral formal. Fotos N.V. / Despacho 505
Tamara Sánchez desde su casa en Managua. Tiene 35 años y nunca ha podido entrar al mercado laboral formal. Fotos N.V. / Despacho 505
Tamara Sánchez desde su casa en Managua. Tiene 35 años y nunca ha podido entrar al mercado laboral formal. Fotos N.V. / Despacho 505

UNA ENFERMERA EN EL DESEMPLEO 

En Nicaragua, un país con ocho enfermeras por cada 100 mil habitantes, a Yahoska López, mujer trans titulada en esa disciplina, el sistema la rechaza. Cuando terminó la carrera de Enfermería, ejerció 15 días en un centro de salud público y fue despedida sin explicación.

Ha intentado reiteradas veces obtener un puesto en un hospital o centro de salud público o privado. La respuesta a su aplicación siempre ha sido negativa. Ante la falta de un espacio en el mercado laboral para ella, enfermera y mujer trans, Yaoska trabaja todos los días en un pequeño puesto de un mercado de Masaya. Ahora vende tomates, cebollas y chiltomas que ella misma cultiva.

En el mercado saben que es enfermera y a veces le buscan para poner una inyección, una venda o la toma de presión. No ha renunciado al deseo de tener un empleo formal en su profesión, pero cada vez que lo intenta  le dicen que no.

Mientras atiende a clientes con los que tiene  confianza, suele compartir parte de su historia. “Soy enfermera”, empieza diciendo. Ese ha sido su sueño desde pequeña, cuando jugaba a cuidar a sus “muñecas enfermas”.

“Yahoska vive contenta, aunque siempre con la frustración por no poder ejercer la carrera de sus sueños”, dice, hablando de sí misma en tercera persona.

LA COCINERA QUE SE DISFRAZA DE HOMBRE PARA PODER TRABAJAR

En el departamento de Carazo, Marcela, una cocinera de profesión, no ha corrido con mejor suerte, a pesar de tener formación y experiencia. Estudió en Costa Rica donde trabajó en la preparación de banquetes para eventos especiales y, durante un tiempo, también fue dueña de su propio negocio. Circunstancias personales la obligaron a volver a Nicaragua y se topó con el desempleo.

Su experiencia y calidad de su trabajo le han valido para recomendaciones laborales. Sin embargo, algunas personas que han querido contratarla ponen como condición ocultar su identidad de género. “Me dicen ´que no me vista de travesti´ para poder trabajar”. La necesidad de un trabajo y la oportunidad de que sea en su profesión, le han obligado a someterse a esta imposición. 

No la reconocen ni siquiera como una mujer trans. Por ignorancia o por prejuicio, hay quienes la estigmatizan, además, bajo la etiqueta de “travesti”, referida a quien se viste de la forma socialmente tradicional de un género distinto al suyo, ya sea por un asunto cultural o artístico. Pero Marcela es una mujer trans, y se viste acorde al género con que se siente identificada y se reconoce. ¿Cómo ir por la vida explicando esto cada vez? ¿Tiene que justificarse a sí misma ante los demás? ¿Cómo, si ni siquiera le dan la oportunidad de demostrar su valor profesional, independiente de su identidad? Su solución personal no ha sido fácil, pero le ha permitido subsistir. Desde hace cinco años, Marcela se disfraza de hombre para poder trabajar.

“Para mí fue difícil aceptar que iba estar sin ser yo, pero la situación es difícil y tengo que hacerlo. El verme con el cabello recogido me lastimó mucho, pero lo acepté porque tenía que comer. No puedo vestirme como quiero y expresar lo que soy en el trabajo, prácticamente me disfrazo de hombre para poder trabajar” 

Marcela, mujer trans de Carazo.

La falta de acceso al mercado laboral motivado por el rechazo y la discriminación, ha empujado a la mayoría de mujeres trans en Nicaragua a la precariedad laboral, la informalidad o el trabajo sexual. Las oportunidades que les llegan suelen ser de oficios estigmatizantes como estilismo, meseras de bares en el turno de la noche o vendedoras ambulantes. 

https://youtu.be/0t9YSlnxlno

MUJER TRANS, EMPLEADA PÚBLICA, PERO CON CARNÉ MASCULINO  

Paola Medrano, una joven trans del sur de Managua, laboró como mesera, peluquera y trabajadora sexual para poder mantenerse. Fue hasta hace un año que logró empleo en una institución del Estado, y acceder  por primera vez a la Seguridad Social. 

Antes de llegar a esta institución, Paola buscó trabajo en empresas del sector privado, pero nunca lo consiguió. “Se fijaban en mi apariencia. Varias veces me dijeron que la vestimenta debía ser de hombre, que no debía maquillarme, que debía cortarme el cabello para tener un aspecto varonil”, recuerda. 

Sus inicios en el trabajo actual fueron duros, comenta. A pesar de estar en una institución del Estado,  el carné de trabajo tiene impreso su nombre legal y no Paola, el nombre que ella eligió. Contratarla como mujer trans, pero darle una identificación con nombre masculino es contradictorio, tomando en cuenta que en 2014 el Gobierno avaló una resolución ministerial que, entre otras cosas, indica que “se deberá llamar a las personas por el nombre elegido según su vivencia de género”.

Para algunos podría ser un detalle irrelevante, pero ella ha sentido la discriminación de “algunos varones”, compañeros de trabajo que al verla se reían de ella. Siente incomodidad por la confusión o curiosidad de las personas con las interactúa mientras desempeña sus labores; ven a una mujer portando el carnet de un hombre. 

Pero a pesar de esto, para Paola haber conseguido este trabajo, estar cotizando para tener acceso a salud pública y una pensión en su vejez, pero sobre todo el poder salir todos los días a trabajar siendo ella misma, valen todas las penas. 

Tamara Sánchez, por su parte, durante un tiempo también ejerció el trabajo sexual forzada por la falta de empleo. Con ese trabajo pudo ahorrar para emprender un negocio de venta de perfumes por catálogo y en redes sociales, que es a lo que se dedica actualmente. Buscar un trabajo en el sector formal ya no es una opción para ella. Se dió por vencida.

“Si voy a buscar un trabajo en una empresa lo primero que me van a decir es que me corte el pelo, que me quieren ver ´vestido formalmente´. No voy a renunciar y tirar a la basura todo lo que he luchado por tener esta identidad sólo por un trabajo. Lo ideal sería tenerlo y que nos reconozcan tal y como somos”. 

LAS BARRERAS PARA ACCEDER AL MERCADO LABORAL

La falta de reconocimiento legal de su identidad de género, el prejuicio social y la discriminación son barreras que enfrentan las mujeres trans para acceder al mercado laboral formal. 

Ludwika Vega, presidenta de la Asociación Nicaragüense de Transgéneros (ANIT), estudió Mercadotecnia en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). Han pasado ocho años desde que se graduó y nunca ha desempeñado su profesión. No le han permitido hacerlo.. Trabajar como agente de ventas en un call center es lo más cerca que ha estado de su carrera. Pero esa ligera aproximación tenía un alto costo para ella: debía presentarse con cabello corto, usar camisas tipo Polo y “tenía que aparentar cosas masculinas”. Finalmente, fue despedida porque, el superior, la señaló de cometer “actos inmorales” sólo por mostrar cercanía con uno de sus compañeros.

Después de esa experiencia, Ludwika Vega se dedicó de lleno al activismo en favor de los derechos de las personas LGBTI en Nicaragua y se ha convertido en un referente del colectivo trans. Ha trabajado en proyectos de sociedad civil para brindar asistencia a personas de la comunidad. Reconoce que la crisis que vive el país hace que cualquier ciudadano enfrente dificultades para conseguir un empleo, pero lo es aún más para las mujeres trans. Ludwika tiene ocho meses de estar desempleada.

“Para un hombre gay o una mujer lesbiana es ´más fácil´ conseguir el empleo, en el sentido de que, para evitar algún episodio de discrimación o rechazo se callan su orientación sexual y ya. Pero, ¿cómo ocultás a una mujer trans? Eso salta a la vista y con eso el rechazo”, lamenta Vega.

Ludwika Vega, presidenta de la Asociación Nicaragüense de Transgéneros (ANIT).

En ese contexto, la presidenta de ANIT ha sido testigo de cómo otras mujeres trans han tenido que ocultar su identidad de género para poder laborar. “Muchas veces las compañeras se tienen que disfrazar de hombre —porque para nosotras es disfrazarnos— para poder trabajar en el mercado formal”. 

Los prejuicios en la sociedad nicaragüense estigmatizan a las personas trans y hacen que, en el marco de un proceso de selección laboral, no se les considere aptas ni con la capacidad de aportar al desarrollo de una empresa. 

“Se debe tener en cuenta las capacidades y no la identidad de género para tener un trabajo. Se debe dejar de estigmatizar a las mujeres trans como incapaces, violadoras, borrachas, drogadictas y vagabundas. Todos esos prejuicios persisten y por eso nos cierran puertas”

Ludwika Vega, presidenta de ANIT.

NICARAGUA SIN LEY DE IDENTIDAD DE GÉNERO

Buscar trabajo. Encontrar una oferta laboral. Presentar el Curriculum Vitae: nombre, foto, información profesional. Ser citada. Presentarse a la entrevista. Ser rechazada a primera vista. Esperaban ver a Adrián y se presentó Tamara. Se terminó la entrevista. Esto es lo que le ha pasado en repetidas ocasiones a Camilia, a Mariana, a Paola y a Ludwika. 

El no poder contar con documentación oficial que reconozca su nombre y género es uno de  los principales obstáculos para conseguir un empleo. Que el Estado no les reconozca como ciudadanas en su identidad es el primer estigma que deben enfrentar, uno que desencadena desigualdades, injusticias y más abusos a sus derechos humanos y ciudadanos. Cualquier trámite simple en alguna institución del estado, empresa privada o gestión de banco que resulta sencillo para cualquier ciudadano, se puede convertir en una situación problemática o humillante para las mujeres trans, si se presentan como ellas o si eligen vestirse de hombres para evitar discriminación.

Lo primero que se debería garantizar a las personas trans para que puedan acceder a derechos básicos como el empleo, es el reconocimiento, afirma Zuelika Rivera, Oficial del Programa LGBTI para América Latina del Instituto Raza e Igualdad. 

“Cuando las personas trans van a las entrevistas (los reclutadores) se dan cuenta que (quienes postulan al puesto) son personas trans por el tono de voz, por su apariencia, por su forma de expresarse y, en muchos casos, con solo verles se termina la entrevista. Hay personas que ni siquiera se atreven a postular porque no quieren ni siquiera pasar por ese proceso: ¿qué foto poner en el currículum, qué nombre, qué van a decir?”, señala. 

En Nicaragua no existe una Ley de Identidad de género, misma que organizaciones como el Instituto Raza e Igualdad llevan años demandando. “El primer beneficio de esa ley es el reconocimiento a un ser humano y el que puedan cambiar de nombre les cambia la vida”, agrega Rivera.

A nivel latinoamericano, Uruguay fue el primer país de la región en aprobar una Ley de Identidad de Género en el año 2009. Después lo hizo Argentina en el 2012; Colombia permitió en 2015 el cambio de género en los documentos de identidad y Ecuador lo hizo un año más tarde. 

En 2016, México permitió a las personas trans realizar cambios en todos sus documentos y Bolivia aprobó una Ley de Identidad de Género. Un año más tarde, en 2017, Perú despatologizó la transexualidad y reconoció el derecho a la identidad de género. En el 2018, la Corte Suprema de Brasil decidió que es posible realizar el cambio de sexo en el registro civil sin necesidad de que la persona se someta a una cirugía de cambio de sexo y sin una autorización judicial.

En Latinoamérica no hay estadísticas que muestren el panorama del acceso al mercado laboral de las personas trans.  

El Informe sobre Personas Trans y de Género Diverso y sus Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), indica que apenas el 10% de las personas trans, en el mejor de los casos, tiene acceso a un empleo y esto ocurre en Argentina. En El Salvador, un ejemplo vecino a Nicaragua, sólo un 5% de las personas trans ha podido acceder al mercado laboral. 

La educación es también un factor determinante en los impedimentos para conseguir un empleo formal. Según información de la CIDH, basada en una encuesta regional, sólo el 25% de las personas  trans pueden concluir sus estudios de bachillerato.

“Desde que una persona trans descubre su identidad y se empieza a asumir, lo dice a la familia y ésta le rechaza, hay muchas que tienen que dejar su educación, buscar un trabajo de lo que sea porque los botaron de su casa. También hay otras personas trans que están en el colegio y terminan dejándolo por el acoso”, explica Zuleika Rivera de Raza e Igualdad. 

El acceso al empleo viene atado a otros tipos de derechos como la familia, la vivienda y la educación. “No creo que haya ningún país donde se haya normalizado que las personas trans estén en un trabajo formal, pero evidentemente hay avances” reconoce.

En Nicaragua, la Ley de Igualdad de Derechos y Oportunidades (Ley 648) busca promover la igualdad y equidad en el goce de los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales entre mujeres y hombres. Esta ley, en teoría, debe velar por el acceso al trabajo a hombres y mujeres sin ningún tipo de discriminación, pero no se cumple.

La mayoría de las personas trans están, de momento, condenadas a la informalidad, y la etapa de su vida donde pueden ser parte de la fuerza productiva del país no tienen ni una sola cotización a la Seguridad Social. Entonces, cuando alcancen la vejez, ¿de qué van a vivir?

“El panorama no es agradable: mujer trans, vieja, sin ingresos, en un país carente de trabajos formales. Lo que vamos a tener es más rechazo, más insultos y más exclusión”, augura Ludwika Vega. 

SE DEBE TRABAJAR DESDE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Nicaragua tiene un gran desafío para garantizar los derechos básicos de las personas trans y así empezar el camino hacia  su plena inclusión en el mercado laboral formal. El grado de exclusión en que se encuentra la mayoría de ellas es tan alto que, para poder revertir esa tendencia, la CIDH propone diseñar estrategias que incluyan la implementación de medidas de acción en el corto plazo.

Aunque las mejoras e implementación de políticas que garanticen este derecho debe hacerlas primero el Gobierno, también se debe involucrar al sector privado, que es el principal empleador formal y tiene sus propias responsabilidades en el ámbito del desarrollo socioeconómico del país, que debería integrar a toda la ciudadanía.

Raza e Igualdad, por ejemplo, defiende la implementación de “cuotas laborales” en las empresas para las personas LGTBI y, especialmente, de personas trans.

“Las empresas deben liderar con el ejemplo y tienen una responsabilidad grande. Tienen la posibilidad de hacer un impacto mayor que el que pueda hacer el Estado (a corto plazo)”, defiende Rivera.  

Sin embargo, en las empresas también hace falta implementar políticas de inclusión y no discriminación. Las personas trans que después de una larga carrera logran conseguir un empleo, se enfrentan después al rechazo, la mofa o el desprecio de algunos compañeros de trabajo o jefes inmediatos. 

Es el caso de una mujer trans en la ciudad de Diriamba que fue víctima de agresiones verbales por parte de trabajadores de la empresa “Sacos Masen”. 

“Desde que entré a trabajar ahí fue horrible. Cuando iba entrando a mi área de trabajo todos me chiflaban, me decían cosas, otros se reían. Yo nunca les dije nada, siempre fui apartada”, denunció bajo el anonimato al Observatorio de violaciones a derechos humanos de personas LGTBIQ+ en Nicaragua.

El acoso fue incluso promovido por el supervisor quien le decía: “Aquí se trabaja con huevos, no importa si te crees mujer, vos tenés que trabajar duro, si no te voy a mandar a bodega para que estés feliz con esos majes, mira que ahí solo hombres hay. Si no te apuras te traslado”. 

La mujer renunció al trabajo ante los constantes insultos y la presión ejercida por el supervisor, al punto de no querer regresar a esas instalaciones ni siquiera para reclamar sus prestaciones laborales.

Ludwika Vega, la presidenta de ANIT, insiste en la necesidad de combatir la discriminación desde las instituciones públicas y privadas para que sea posible la inclusión de las personas trans en espacios laborales formales. 

El informe de la CIDH plantea la urgencia de promulgar un marco normativo laboral antidiscriminatorio; implementar políticas públicas específicamente dirigidas a la inserción laboral de las personas trans; y adoptar medidas para involucrar al sector privado y empresarial.

Antes de terminar la conversación, Tamara desde su casa en Managua nos pide dejar el siguiente mensaje: “La gente y las empresas deberían dejar de estigmatizarnos y darse la oportunidad de conocernos. Solo somos mujeres sencillas que queremos tener la oportunidad de poder desarrollar cualquier tipo de labor como lo hace cualquier otra persona. Lo digo ya no solo por mí, sino por las que vienen”.

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