En Nicaragua, “comer fritanga ahora es para gente con riales”

El país padece un espiral alcista en los alimentos, eso ha causado que el servicio de una carne asada suba hasta en un 50% en los últimos meses

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  • abril 26, 2023
  • 04:40 AM

Las fritangas dejaron ser esos lugares de barrio donde la gente llegaba a comer cada día de pago o cuando al trabajador informal le había tocado una “jornada bendecida” y se podía “desquitar” con una buena carne asada, gallo pinto, ensalada de repollo y unas tajadas verdes acabadas de bajar del fuego.

Lo caro de la carne, el pollo, el queso y los plátanos, han convertido los puestos de comida popular en Nicaragua en un lujo.

Las fritangueras también viven su mala hora. Poco a poco, han visto como aquel “brillo” de sus negocios caseros se ha ido apagando, igual que pasa con el carbón de los fogones cuando ha dado su vida útil. “Ya no es como antes”, se lamentan.

Doña Chilo no parece haber tenido un nombre real en su vida. Nadie la llama de forma diferente y ella tampoco se interesó en que la gente supiera que la bautizaron con el nombre de su abuela: Auxiliadora. Vivió toda su vida de la venta de comida en el mercado de su natal Nandaime y le heredó a su hija el negocio que más tarde instaló en su casa la nieta.

A esta última le fue mejor que a las dos matronas. Al mercado solo iba a comprar lo que necesitabapara cocinar y vender la comida en su casa. “Con esa ventecita”, dice, crió a cinco hijos, los que ahora le llenan la casa solariega de nietos y bisnietos.

En sus buenos tiempos la matriarca llegó a darle empleo a dos vecinas de infancia a las que le pagaba 250 córdobas por cada jornada de 14 horas friendo tajadas y asando carnes, la cual comenzaba desde las 7 de la mañana.  Otra de mayor confianza recibía 380 por servir junto a ella a decenas de comensales que hacían filas para llevar hasta seis servicios de fritanga empacados.

“Aquí yo servía, sin mentirle, 300 platos (de comida) cada día: viernes, sábado y domingo”, rememora para este reporte.  Pero el negocio ahora es otro. Aunque ahí están los fogones que alguna vez soportaron una especie de furia incandescente, hoy los mantiene a fuego lento, dando apenas el calor suficiente para asar modestamente poco menos de la mitad de lo que doña Chilo preparaba en aquellos buenos tiempos.

LAS FRITANGAS Y EL TRABAJO INFORMAL

A Alina Guevara, de 27 años, su madre le enseñó la costura rápida, porque según ella, “la persona debe tener un oficio”, aunque aspire a una profesión. Guevara logró bachillerarse, pero no pudo ser la enfermera que soñaba en convertirse, así que el oficio le serviría para ganarse la vida.  

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Guevara fue una de los 12 mil operarios que quedaron desempleados cuando repentinamente la zona franca Gildan suspendió operaciones en Rivas, en 2020. Fue lanzada a la calle, igual que todos los trabajadores de la textilera, pero pensó en no quedarse de brazos cruzados. Invirtió lo poco que había ahorrado en una fritanga y la que convirtió en su opción para subsistir.

Estaba convencida que por vivir en una zona donde el primer producto de siembra es el plátano, el negocio “cuajaría”. Dice que le fue bien al comienzo, vendía carne asada, pollo, enchiladas y tacos. Pero el incremento constante en el precio de la carne, el queso, el pollo y el aceite la ha obligado a hacer ajustes al menú. Las ventas se desplomaron.

Cortesía/Fritangas de León.

“El servicio pasó de 85 córdobas a 120 en cosa de medio año y la gente ya no podía pagarlos”, cuenta la mujer al recordar que aunque redujo el tamaño de las porciones amortizar el incremento, no logró recuperar la clientela hasta que no pudo más y cerró la venta de comida.

El problema de Guevara es el de miles de nicaragüenses. Desde la crisis del 2018, rematada por la pandemia del Covid- 19, la inflación y el poco esfuerzo del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo para solucionar la situación política que ya cumple cinco años, los ciudadanos sortean la pérdida de empleos y los salarios precarios.

El mismo Banco Central dijo en octubre 2022 que producto de la crisis social y política, el país había perdido 217,930 empleos formales y que la economía venía sufriendo dos años consecutivos de contracción.

Nada ha mejorado. En febrero de este año la entidad rectora de la economía que administra el régimen Ortega-Murillo dijo en un informe que solo 24 de cada 100 nicaragüenses tienen un empleo formal y 76 de cada 100 dependen de la informalidad o el subempleo.

Guevara no quisiera contarse entre este segundo grupo, pero admite que lo está. Al cerrar su fritanga y ver que no había vacantes en ningún lugar de su municipio ni fuera de él, mutó su comidería a una venta de plátanos fritos empacados, siempre con la idea de que aprovechar los recursos de su zona, pues Ometepe concentra l producción de este fruto en Nicaragua.

Desde hace año y medio, ella procesa entre 800 y 1,000 plátanos por semana, los empaca y los vende en mercados a comerciantes revendedores y comiderías. No obstante, su nuevo negocio no escapa a la carestía de la vida, pues cuando comenzó la bolsa de plátano la vendía a ocho córdobas y el revendedor tenía un margen de ganancia de dos córdobas por unidad. Ahora las vende en 12 y llega al consumidor final hasta en 15 córdobas. “Todo ha subido, está difícil esto”, se lamenta.

LA CRISIS Y EL BOOM DE LOS POLLOS ASADOS

El economista Enrique Sáenz da total crédito a la queja de Guevara. Explica que solo en febrero de este año, el costo de la comida en Nicaragua aumentó un 22% respecto al mismo periodo del año pasado, mientras que el ajuste a los pensionados fue del 2% y el salario mínimo subió entre 7 y 8 por ciento en las zonas francas.

Personas como Guevara que perdieron sus empleos en medio de la peor crisis registrada en Nicaragua a causa de la represión estatal, encontraron en las ventas de comida callejera una salvación. Tras el exterminio de las protestas sociales en 2018 hubo en el país un estallido de puestos de fritanga. La gente batallaba para sobrevivir en medio de las ruinas de un país que ardió en llamas y que reclamaba justicia por los más de 300 asesinados.

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En ese ccontexto,  casi en cada esquina se montaba una fritanga, la mayoría ofrecía pollo asado con dos tortillas y ensalada. Medio pollo: 100 córdobas, pollo entero 200, anunciaban.   

“La verdad con medio pollo resolvías un almuerzo para cinco personas”, dice don Félix, un conductor jubilado que compraba al menos tres medios pollos cada semana. “Especialmente era los domingos que las doñas no quieren cocinar, porque descansan o van a la iglesia”, señala recostado en su hamaca tratando de amortiguar el calor de la Managua de abril.

Fritanga de León. Cortesía.

“Yo me acuerdo que a la semana, hasta tres cuatro clientes se me montaban con el pollito, me dejaban el taxi oliendo rico a pollo asado, ahí era donde me antojaba”, dice. Señala que ese medio pollo que antes valía “cien pesos cerrados” ahora vale 110 y hasta 120. “Ya no puede uno”, dice. “Es un lujo”, se queja.   

De aquellos puestos de pollos asados que surgieron como hongos, solo han sobrevivido los más grandes. “Yo cerré”, dice Carlos, un nicaragüense que cruzó el Río Bravo en julio del año pasado. La historia de Carlos es muy parecida a la Guevara, solo que más reciente. Hubo despidos en la importadora donde trabajaba como contador y se fue en “la barrida”.

“Puse mi puesto con la liquidación, mi mamá me ayudaba. La tuvimos siete meses, pero todo se puso caro y la gente ya no compraba como cuando arrancamos. Liquidé todo y me jalé (emigré)”, dice a DESPACHO 505.

INSOSTENIBLES, IMPAGABLES

Igual que Carlos, muchas fritangas o puestos de pollos han tenido que cerrar a consecuencia de la carestía de los alimentos. “Una persona con un salario de 8, 300 pesos se comía su fritanga con la familia los días de pago, ¡ahora que va!. Todo caro, hay servicios que llegan a costar 150, 170 y más. Es demasiado, entre 50 y hasta el 100 por ciento más que antes”, explica Carlos que cuenta que mientras funcionó su negocio fueron los mejores siete meses de su vida.

“Me gustaba, me sentí empresario”, añade. Hoy Carlos trabajaba en un restaurante en Manhattan, Nueva York.  “Aquí lavo platos si, no soy el jefe”, aclara con humor nica.

No existen registros de cuántos puestos de  fritanga han surgido y cerrado en el país debido a la crisis. Un miembro de la Asociación de Promoción al Desarrollo y Sostenibilidad (Aprodesni) creada por empresarios orteguistas para hacer contrapeso al anulado Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) dijo en noviembre de 2021que en el primer semestre de ese año, al menos 1,500 nuevas fritangas y puestos de pollo habían surgido en Managua.

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La Alcaldía de Managua organiza un concurso anual en la que premia aseo y presentación de ese tipo de negocios. En 2014 dijo que al concurso se habían inscrito 1,164 fritangas de los siete distritos de la capital y para el 2020 apenas superaron las 50 inscripciones.

El régimen ordenó a sus alcaldías replicar el mismo concurso en todo el país y según Rosario Murillo, la vocera gubernamental de la dictadura, unas 2,281 fritangas se acercaron en 2019 para obtener el reconocimiento. “Claro las pequeñas fritangas no van a esos concursos y son las que peor la pasan, la verdad. Hay más que ese número, claro, pero también más que han cerrado”, dice Carlos.

“TODO MUY CARO”

Alexandra Téllez es una comerciante que vende pollo en el mercado de Juigalpa que resiente el incremento sin control de este producto. “Cada semana son dos córdobas más las piezas”, indica.

A su puesto, llegan varias fritangueras a las que se les descompone el rostro cuando ven los nuevos precios cada vez. “La libra de pierna antes costaba 38 córdobas, ahora vale 50. El distribuidor lo ha traído cada semana más caro”, se lamenta también.

Daniel sobrevive con una fritanga en Estelí. En su puesto ofrece el servicio de carne asada en 120 córdobas. “Es lo más barato que vas a encontrar, las fritangas grandes te lo ofrecen a 160”, alega.

Comenta que no sabe cómo ha podido mantener su negocio desde hace seis años, pero cree que una de las razones es porque ha “compartido el sufrimiento con sus clientes”.  “Unas veces asumo yo, otras veces le subo, la gente entiende porque no hay de otra, ¿me entiende?”, pregunta al tratar de explicar los malabares que hace para afrontar para evitar el cierre.

Cuenta que cuando inició su negocio invirtió 17,253 córdobas y que el primer año ganó entre 5 mil y 7 mil córdobas cada mes. Esa era su ganancia, después de sacar sus costos de inversión. “¿Qué pasa ahora? Con todo lo caro, estoy ganando entre 2,500 y 4,000 al mes. Yo se que gano menos, pero ahí sigo pellizcando”, comenta.

Dice que un buen emprendedor sabe que mientras no esté perdiendo puede seguir peleando. “Los emprendimientos tienen mala racha, esperamos que esto pase, aunque ya han pasado años, pero tiene que cambiar. Yo le digo a mi gente (su familia) un peso que gane y podamos comer, seguimos, porque empleos no hay”, se lamenta.

PARA SOBREVVIR  

Para Daniel una ventaja de las fritangas es que es el dueño del negocio que puede ir comprar al mercado los insumos. “La defensa está en saber comprar. Es decir, la libra de lomo vale 130 córdobas, yo tengo un proveedor que si le compro más de 10 libras, me la da a 125. Son cinco pesos menos”, apunta.

Agrega que hay otros productos que casi han quebrado a las fritangas, entre ellos el queso y los frijoles. “Una libra de queso llegó a los 120, ahora anda por 95 la libra, pero no baja, igual los frijoles que cuestan de 36 hasta 40 la libra en algunos lugares. Es grave porque son insumos claves en una fritanga. Ya subieron, no bajan”, explica.

Fritanga en Managua. Cortesía La Prensa.

Como resultado, una tajada con queso que era el producto más barato en una fritanga ha pasado de costar 35 y 40 córdobas a 60, con la diferencia de que ahora el trozo de queso es más pequeño. Las enchiladas se ofrecen en 50 córdobas por el costo de la carne y el aceite que aunque bajó de casi 80 córdobas a 56 y 60, causó estragos hace meses en estos negocios. “Todo en una fritanga pasa por al aceite. Un litro a 80 fue devastador”, comparte Daniel.

Añade que ningún insumo de las fritangas se ha salvado del espiral alcista que sacude al país. El saco de carbón por ejemplo, llega a costar 160 córdobas y el plátano ahora lo compra a 800 córdobas las 100 unidades. Antes, el carbón lo pagaba a 80 córdobas y el cien te plátanos a 400 córdobas.

Un economista que pide hablar bajo identidad reservada dice que la política estatal es extraña cuando se trata de hablar sobre los pequeños negocios.

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“Dice que los promueve como economía creativa, que no es más que economía de sobrevivencia, pero los desprotege. Las fritangas son un ejemplo claro de eso, los alimentos suben sin control y esta gente o los soporta o cierran”, asegura.

En diciembre fue la última vez que Marvin llevó fritanga a su casa para comer con su esposa y sus dos hijas. “Este año nada, me la pienso”, confiesa. Dos fritangas, una para él y la otra para su esposa, más una tajada con queso entre las dos niñas, sumarían el equivalente a lo que le cuesta un mes de transporte para ir de su casa en Villa Libertad a su trabajo en Loma Linda, Managua. “Entre los gastos del colegio y la comida de la casa, ya no se puede, comer fritanga es para gente con riales ya”, resiente.   

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