Aquella voz profética de la iglesia Católica de Nicaragua: de crítica a silenciada 

Desde la carta pastoral de 2014, a la que Daniel Ortega nunca tuvo el valor de responder, los obispos no se han vuelto a pronunciar con tanta contundencia

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  • febrero 06, 2023
  • 07:19 AM

La iglesia Católica de Nicaragua nunca había estado tan apagada como ahora. Los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), el arzobispo de la Arquidiócesis de Managua, y los curas de pueblos y ciudades guardan un sepulcral silencio ante la crisis que atraviesa el país. 

Atrás ha quedado aquella voz profética que desde los púlpitos cuestionó el poder llamando las cosas por su nombre. Ahora los sacerdotes cuidan las formas en las que interpretan los pasajes bíblicos. Según los expertos, la Iglesia está amordazada, entre otras cosas, por la Ley de Ciberdelitos. 

A febrero, cinco sacerdotes han sido desterrados. El último fue el párroco de Sutiaba, monseñor Rodrigo Urbina. Otros se han ido al exilio, entre ellos monseñor Silvio Báez y el párroco Edwing Román. Y otros nueve ya han sido condenados por la justicia orteguista. El siguiente, según especialistas, sería el obispo Rolando Álvarez, cuyo juicio inicia el 28 de marzo próximo.

Bajo ese escenario, el obispo hondureño José Antonio Canales calcula que alrededor de 50 sacerdotes más están pensando  irse del país porque ya no toleran el acoso del régimen. De momento, sacerdotes extranjeros ordenados en el Seminario de Managua solicitaron marcharse a sus países, informó el cardenal Leopoldo Brenes el pasado domingo 29 de enero, aunque no explicó las razones de las solicitudes.


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De acuerdo con fuentes cercanas a la Iglesia, la actitud de Brenes ante este panorama es prudente. En ese sentido, mencionan que el cardenal le pide a los sacerdotes que no abran la boca sobre cuestiones políticas, porque no quiere más curas encarcelados ni en el exilio.

El silencio que existe por parte de la Iglesia lo están sufriendo los feligreses, explica la abogada Martha Molina, quien ha investigado los abusos del régimen contra los sacerdotes. “El pueblo siempre espera escuchar de sus líderes religiosos orientaciones y palabras de aliento y fe que siempre vienen incluida en las cartas pastorales”, indicó.

La Iglesia ha quedado débil tras la salida de sacerdotes que levantaban la voz con fuerza, el encarcelamiento de Álvarez, además del exilio de curas como Uriel Vallejos, que tronaban con fuerza desde el púlpito contra las injusticias de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

En el caso de Báez, afirma Martha Molina, “los planes no eran procesarlo, sino asesinarlo”.

Otros sacerdotes, como el vicario de la Familia, monseñor Silvio Fonseca, permanece en Nicaragua, pero ya ha avisado de que no tendrán piedad con él, pues el régimen le secuestró el pasaporte en noviembre de 2021.

De los demás obispos, Jorge Solórzano se encuentra enfermo, Juan Abelardo Mata está en retiro, a René Sándigo lo señalan de estar del lado del régimen, Carlos Herrera apenas habla, mientras que a otros como Francisco Tigerino, Isodoro Mora y Marcial Guzmán no se les conoce la voz

Aquella voz profética

Como “voz profética” de la Iglesia debe entenderse a aquella “que denuncia lo injusto y anuncia lo justo, que señala las injusticias y proclama lo que debe hacerse, según el Evangelio de Jesús”, explica a DESPACHO 505 una fuente eclesiástica que también solicita el anonimato.

Mayo de 2014 fue la última vez que los obispos nicaragüenses alzaron esa voz con fuerza mediante una carta pastoral. Años después, varios obispos se pronunciaron con firmeza ante los desmanes del régimen, especialmente en 2018, pero, a diferencia de 2014, no fue una voz unísona.

“Esa carta pastoral es histórica porque se la entregaron a Ortega y a Murillo en mano en una reunión en la que estuvieron todos los obispos presentes. Es histórica porque fue consensuada por todos ellos”, explica.

“Los aspectos que hemos elegido para presentarlos a la consideración de ustedes son: la familia, los grandes problemas sociales, los derechos humanos, la relación entre el trabajo evangelizador de la Iglesia y algunas políticas del Gobierno, ciertos aspectos problemáticos de la Costa Atlántica y, finalmente, el problema institucional del país”, iniciaron los obispos en el documento.

No todos los puntos abordados tuvieron el mismo peso. Algunos le dolieron más al régimen.

Los obispos le indicaron a los Ortega Murillo que era necesaria una reforma electoral para que la población pudiera confiar nuevamente en el sistema de elecciones del país, tras los fraudes cometidos desde las municipales del 2008 y posteriores, a pesar de que en ese momento ya había reelegido a magistrados que el pueblo no quería, entre ellos Roberto Rivas.

Le advirtieron al dictador de que era “alarmante” la forma en que había concentrado poder. “Los años pasan y nadie es eterno”, le manifestaron.

Para los obispos, desde que Ortega regresó al poder se vieron las “sombras oscuras y preocupantes en el panorama social, económico y político del país”. Y, desde el 2010, “era clara la gravedad de algunos actos de transgresión a nuestra Constitución Política y el irrespeto a la institucionalidad del país”, especialmente después que se lanzó a la reelección.

Problemas en el proceso de cedulación, la nocividad del proyecto canalero, los problemas de las comunidades indígenas en el Caribe, los daños de la minería a cielo abierto, el irrespeto a la libertad de expresión y de información, la depredación de los bosques, los abusos policiales, la migración, el adoctrinamiento ideológico a la juventud, torturas en las cárceles, la violencia contra las mujeres, fueron solo algunos de los problemas que los obispos indicaron al régimen que debían trabajar.

“Fue una carta tan contundente que Daniel Ortega y Rosario Murillo nunca la respondieron, no la esperaban. Prefirieron dejar pasar el tiempo sin responder a nada, sin reunirse nuevamente con los obispos”, señaló la fuente eclesiástica que pidió anonimato.

Antes y después de esa carta, los obispos y sacerdotes también levantaron la voz reprobando las actuaciones del régimen.

Por ejemplo, en agosto de 2008, recién Ortega regresó al poder, los obispos le hicieron ver que no existía en el Gobierno “un liderazgo de calidad y comprometido” con el pueblo, sino que más parecía estar “al servicio de personas, grupos de poder y de partido, en detrimento del bien común”.

En noviembre del 2011, previo a las elecciones presidenciales de ese año,  los obispos denunciaron que el Consejo Supremo Electoral (CSE) no ejercía sus funciones con responsabilidad y honestidad, sino con “actos reprobables a los ojos de Dios”.

Siete años después, en julio de 2018, tras la represión desatada en abril, y a pesar de las discrepancias entre ellos, los obispos lograron emitir una carta pastoral condenando la represión y denunciaron la falta de voluntad del régimen para negociar y solucionar la crisis. La carta no fue tan contundente como la de 2014.

Y en junio de 2021, los obispos emitieron un mensaje pastoral pidiéndole al régimen elecciones libres y, en 2022, muchos de los mensajes fueron para que se liberara a monseñor Rolando Álvarez.

Ortega y Murillo permanecen mudos ante las peticiones del clero nicaragüense, no obstante, los atacan en discursos públicos con epítetos fuertes.

División y corrupción

En 2016, se comenzó a notar una falta de entendimiento entre los obispos, frente a las acciones del régimen Ortega Murillo, pues ese año no publicaron la carta pastoral porque no lograron ponerse de acuerdo sobre la misma.

La división fue más notoria luego de las protestas de abril de 2018.

"Los obispos se dividieron. También se dividieron párrocos, religiosas, sacerdotes. También los fieles. La mayoría no tuvo una actitud profética de palabra", manifiesta otra fuente eclesiástica consultada por DESPACHO 505.

La fuente aclaró que una gran cantidad de sacerdotes sí tuvieron "actitud profética" al atender a las víctimas de la represión, como heridos, personas que perdieron a sus seres queridos preocupándose por ellos, así como también velaron por los encarcelados políticos.

"Todos, sacerdotes, religiosas y obispos son la Iglesia. Pero, si nos referimos a la jerarquía, no hubo ninguna carta pastoral del tono valiente y preciso que tuvo la de 2014.  Hubo sí entre 2018 y 2022 muchos mensajes de la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Managua bastante alentadores, a los que podemos llamar proféticos. Después ha habido silencio. Mucho temor por la represión", agregó la fuente eclesiástica.

La fuente tampoco descartó que exista alguna presión por parte del papa Francisco para que exista silencio entre los sacerdotes nicaragüenses respecto al régimen Ortega Murillo. "Seguramente alguna directriz del Vaticano hay", indicó.

Además de la represión, el régimen Ortega Murillo ha logrado afectar a la iglesia Católica a través de dádivas a ciertos sacerdotes que se han puesto del lado de ellos, criticó una fuente allegada a la iglesia.

El silencio actual de la iglesia, insiste Martha Molina, afecta a los feligreses. "Desconozco lo que ocurre a lo interno de la Conferencia Episcopal, solo ellos lo saben, quiero pensar que su silencio se debe a la prudencia porque la dictadura ya demostró con hechos que son capaces de todo, hasta de matar", asevera Molina.

La abogada prefiere pensar que la dictadura no logrará crear un cisma dentro de los prelados, porque no tienen esa capacidad.

“La iglesia católica siempre va más allá de cualquier dictadura o condición adversa. No se puede negar que hay algunos obispos, sacerdotes que se observan más cercanos a la dictadura”, comenta Molina. 

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