Luis Enrique Mejía Godoy: “Ernesto Cardenal fue un maestro, un faro”

El cantautor nicaragüense recuerda algunos momentos que compartió con Ernesto Cardenal. Desde su exilio en Costa Rica habla de su legado y cuestiona el cinismo de la dictadura al declarar tres días de duelo nacional por la muerte del poeta, después de haberlo perseguido.

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  • marzo 02, 2020
  • 08:28 AM

El cantautor nicaragüense recuerda algunos momentos que compartió con Ernesto Cardenal. Desde su exilio en Costa Rica habla de su legado y cuestiona el cinismo de la dictadura al declarar tres días de duelo nacional por la muerte del poeta, después de haberlo perseguido.

Luis Enrique Mejía Godoy, cantautor nicaragüense, sigue desde su exilio la muerte de Ernesto Cardenal. Ha llorado. Pero ha sido un llanto poético y musical. “Lamento mucho no estar allá, pero estoy allá, yo sé que estoy allá, y él sabe que estoy allá, porque así somos los amigos, no nos separamos nunca, aunque haya distancia, aunque haya silencio”, dice vía telefónica. A las 12 de este mediodía recién había terminado de escribir una canción para Cardenal titulada “Ernesto Cardenal, poeta del pueblo”.

Mejía Godoy conoció a Ernesto Cardenal en 1977 y desde entonces fueron amigos. Trabajaron juntos en el Ministerio de Cultura que nació con la Revolución sandinista y que estuvo a cargo del poeta y sacerdote hasta 1987. Inventó y reinventó, cuenta, desde cero una cartera del Estado con limitados recursos. “Fue un faro, un maestro”, agrega. “No sólo fue una inspiración sino un privilegio haberlo conocido en vida”.

Usted trabajó con Ernesto Cardenal en el Ministerio de Cultura en la década de 1980, ¿qué experiencias recuerda con él?

A Ernesto lo conocí en Costa Rica en los días de la insurrección, de la rebelión de nuestro pueblo, especialmente entre 1977 y 1979. Él viajaba mucho a Costa Rica para todas las actividades de solidaridad y me tocó acompañarlo a una gira a Estados Unidos, esa fue mi primera experiencia, junto a él. Pude escucharlo, escuchar su testimonio, y lógicamente después del triunfo de la Revolución me pidió trabajar con él, como lo hizo con mucho otros poetas, músicos y profesionales de la cultura.

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Esto sucedió entre septiembre de 1979 y octubre de 1989, o sea que estuve 10 años con Ernesto en el Ministerio de Cultura. Primero en el departamento de música y después en un proyecto de una discográfica que hicimos para rescatar la música nicaragüense. En ese tiempo tuve muchas experiencias hablando con él, reuniéndonos con él, escuchando su palabra como ministro de Cultura. Recuerdo que nos llamaba para contarnos y dar su testimonio de vida vivida, como decía él, y todos estos años desde 1990 hasta ahora siempre estuve con Ernesto, acompañándolo en Solentiname, en su casa, en actividades literarias y poéticas. Tuve una relación muy estrecha, fuimos amigos y, por supuesto, para mi no sólo fue una inspiración sino un privilegio haberlo conocido en vida, y tratarlo.

¿Cuál fue el aporte de Ernesto de Cardenal a la cultura, desde el Ministerio de Cultura?

Lo más importante es que al ser una figura mundial, pudo convocar, convencer y entorototar, como decimos los nicaragüenses, a toda la gente que necesitaba a su alrededor para un proyecto de cultura, de un ministerio que no existía en Nicaragua antes del triunfo de la Revolución y que había que inventar y reinventar y hacer desde cero y sin recursos, porque la cultura tiene el presupuesto más bajo en cualquier gobierno de nuestra América Latina. Eso fue una gran cosa para nosotros porque todo el mundo admiraba no solamente al poeta sino al sacerdote, al revolucionario, al monje trapense que hizo la comunidad en el archipiélago de Solentiname, en la isla de Mancarrón. Fue un maestro, un faro.

Usted cómo tomó la noticia de su muerte, ya conocíamos que el estado de su salud era bastante delicado.

Desde la primera vez que Ernesto se enfermó de gravedad hace algunos años ya, empezamos a preocuparnos más. Cuando cumplió 85 años regresó a Solentiname a reinaugurar la iglesita campesina donde inició esa misión increíble en Mancarrón y para esa fecha un grupo de amigos, de los más allegado de sus discípulos, nos reunimos para hacerlo regresar a Solentiname, aunque creo que él no quería regresar. Regresamos para reinaugurar la iglesia, hicimos un concierto y terminamos con una Misa campesina. A partir de ahí empezamos a preocuparnos por su salud, pero él seguía viajando. Nosotros viajamos juntos a España, a El Salvador a México, a otros países y siempre era una persona muy activa aún con sus problemas de salud.

¿Cómo ve usted que la dictadura haya decretado tres días de duelo nacional cuando fue Murillo quien persiguió? Ernesto dijo en una ocasión que era un perseguido político.

Puedo decir dos cosas: uno, que es una actitud cínica y dos, que es un gran disparate. Nadie les va a creer dentro y fuera de Nicaragua. No puedo explicarme cómo se le ocurre a la Rosario Murillo y a Daniel Ortega —después de todas las barbaridades que han dicho y hecho contra Ernesto desde hace muchísimo tiempo, desde los años 80— declarar tres días de luto nacional. Es una manera de lavarse las manos y la cara. Ernesto Cardenal siempre, pero en los últimos años tras la Rebelión de abril, ha dedicado parte de su obra a ellos (a criticar a la dictadura), y particularmente (condenó la muerte) de Alvarito Conrado y ha dicho que fue un perseguido político del régimen. Yo no puedo explicarme cómo se puede dar esto. Es parte del surrealismo que vivimos en Nicaragua frente a una represión salvaje y tremenda que se sigue dando. Pero no podrán manipular la vida, el ejemplo y la figura de Ernesto.

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Usted está en el exilio. ¿Qué sensación tiene de no poder compartir los últimos momentos en la tierra de Ernesto?

Lo he llorado ya. Como digo, a los amigos los lloro con poesía y con canciones. Hoy terminé una canción que resume el amor, el enorme respeto y la admiración que tengo, y tendré, por Ernesto. Es una manera de hacerle un humilde homenaje. La canción Poeta del pueblo es el homenaje a la partida de Ernesto Cardenal y es un son, no es una canción triste, para ponernos a llorar, es una canción que llama a la rebelión, la eterna rebelión que vivió Ernesto y que nos enseñó a través de su poesía, su evangelio de Solentiname. Yo lamento mucho no estar allá, pero estoy allá, yo sé que estoy allá, y él sabe que estoy allá, porque así somos los amigos, no nos separamos nunca, aunque haya distancia, aunque haya silencio.

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