Yonarqui Martínez: "No tengo interés político ni en obtener ganancias por mi trabajo"

Yonarqui Martínez es un nombre incómodo para la dictadura de Daniel Ortega. Lleva trece años como defensora de derechos humanos, pero a partir del 18 de abril de 2018, Nicaragua comenzó a reconocer en esta madre de cuatro hijos a una aliada de la lucha por la justicia y la democracia.

None
default.png
  • febrero 22, 2020
  • 02:23 AM

Yonarqui Martínez es un nombre incómodo para la dictadura de Daniel Ortega. Lleva trece años como defensora de derechos humanos, pero a partir del 18 de abril de 2018, Nicaragua comenzó a reconocer en esta madre de cuatro hijos a una aliada en la lucha por la justicia y la democracia.

En los últimos 22 meses, la abogada Yonarqui Martínez ha tenido varios careos con la muerte. La primera vez la reconoció en los ojos de un paramilitar que le apuntó a la cabeza con un fusil. Era el mes de julio de 2018, iba rumbo a Diriamba en compañía del doctor Julio Montenegro, para mediar la liberación de un militante sandinista que había sido retenido por manifestantes cuando civiles armados los obligaron a detener la marcha y experimentó lo que califica como uno de los momentos más impactante de su vida.

-- "Si vas a disparar dispará, pero sabé que vas a matar a una madre de cuatro hijos que solo anda haciendo su trabajo”, reaccionó la defensora mientras unos diez sujetos rodeaban el vehículo en el que se transportaba.

Yonarqui repasa el episodio y hasta ríe por su osadía. Se reconoce como una mujer de temperamento fuerte, pero también se sabe vulnerable al modelo represivo que Daniel Ortega ha impuesto para permanecer en el poder en Nicaragua.

La determinación de Yonarqui a ejercer la defensa de los derechos humanos en el escenario más hostil registrado en los últimos veinte años en el país, la convierte en una figura incómoda para el orteguismo. Perdió la cuenta de las agresiones y atentados de los que ha sido víctima. 

Desde lo que llama su primer encuentro con la muerte carretera a Diriamba, unas tres veces más le han apuntado con armas. Cerca de su casa dos supuestos asaltantes la encañonaron y solo escuchaba a uno indicarle al otro “disparale, disparale”. Esa vez, recuerda, quedó paralizada.

También se le viene a la mente cuando en la ciudad de León, para la misa en memoria del monaguillo asesinado Sandor Dolmus, fue robada, golpeada y perseguida por paramilitares. Respira profundo al relatar la ocasión en que un sujeto chocó su vehículo en marcha para desviarla de la carretera y provocarle un accidente. Su hija iba en el vehículo y gritaba aterrada. “Eso me ha marcado, fue un mensaje que se me mandó”, señala.  

“Esto es mi trabajo, mi enfoque es eminentemente jurídico, no tengo nada que ver con ningún partido político, mi objetivo es poder colaborar con mi conocimiento para que este país avance, para que podamos entrar en un patrón jurídico diferente al que estamos viviendo”,  al hablar sobre la forma en que se trata a los defensores de derechos humanos. Ya no duerme tranquila, ha tenido que mudarse por seguridad y cada día que sale a trabajar le embarga la angustia de no saber si logrará regresar.

¿Siente miedo?

Miedo no, pero si precaución porque soy madre, tengo familia, y en cualquier momento puedo sufrir las mismas represalias que las víctimas de abril y que los presos políticos. Ninguna persona en Nicaragua está exenta de vivir una violación de derechos humanos. Mi mayor temor es que logren hacer uso de la violencia contra mis menores hijos. La responsabilidad de mis actos la asumo, ya cuando (la agresión) trasciende a tus hijos es cobardía.

El régimen pregona normalidad en Nicaragua, pero usted  y otros defensores denuncian persecución y asedio

Mientras no haya democracia no habrá normalidad, no mientras se irrespeten los derechos y garantías constitucionales y se siga asediando y aprensando solo por el hecho de pensar diferente. La represión no ha cesado, la intensidad de la represión ha sido en diferentes niveles y espacios, desde multas hasta cárcel. Lo que ocurrió con la doctora María Oviedo es un ejemplo, porque intentaron criminalizar nuestro trabajo, procesarnos sólo por ejercer la profesión. Yo ya fui procesada, aunque no fui encarcelada como la doctora Oviedo que, incluso, sigue inhibida de ejercer la profesión.

¿Cuál es su postura ante esta realidad?

Mi posición hacia la violación de los derechos humanos será la misma, mientras las cosas no cambien yo voy a seguir haciendo mi trabajo. De ahí la manera en que se me trata. En este trabajo somos más de 20 abogados a nivel nacional, pero hay quienes no quieren aparecer públicamente para poder seguir trabajando. Someterse al nivel de presión que tenemos no es fácil, sufre la familia, el vecino, tu amigo; tenés que estar hasta cambiando de lugar donde vivir.

¿Ha considerado el exilio?

En algún momento difícil uno lo piensa, pero de hacerlo sería una decisión más familiar que individual… no le tengo miedo a nadie. No le temo a la policía.

Se cree que quienes asumen un riesgo semejante es porque tienen alguna aspiración personal…

No tengo interés político ni obtener ganancias. Actualmente (los defensores) no tenemos un salario, trabajamos porque queremos ayudar a que los derechos humanos sean restablecidos. Nicaragua a mí no me debe nada, no estoy haciendo más que lo que yo aprendí en la universidad y lo que me enseñaron mis padres: servir. Si alguien ha pensado que tengo interés, no, hay personas mejor preparadas que pueden optar a cargos públicos. No es mi perfil, no me quita el sueño. Nicaragua en democracia debe escoger a las mejores personas para que sean las que guíen el país y no son necesariamente los que estuvieron en una trinchera, o aquel que dio todo en la lucha cívica.   Estoy consciente de que la población nos tiene respeto y valora nuestro trabajo; pero al momento de trabajar uno lo hace para ayudar no para que te lo reconozcan.  

En Nicaragua la población ha comenzado a “normalizar” la violencia y la represión...

Nos preocupa que niños y adolescentes vean la violencia como que es algo normal… como defensores de derechos humanos tenemos el reto de concienciar a la población de que el asedio policial, la tortura y que un gobernante limite tus derechos, no es normal. No es que en Nicaragua todo esté normal, (lo que pasa es que) la gente siente temor, saben lo que está pasando y existe el factor miedo, temen a ser asesinados, ser apresados, despedidos.

Esto (la represión) no es algo que comenzó el 18 de abril, hay personas en Sistema Penitenciario que fueron condenadas siendo inocentes, por ser opositores, como es el caso de las personas acusadas por un atentando 19 de julio de 2014 y de El Cachorro y que se ha pedido que sea incluido entre beneficiarios de una Amnistía.

¿Qué lectura hace la excarcelación de ocho presos políticos entre mil reos comunes?

No es lo que esperábamos, aunque son ocho personas que ya no están sufriendo tortura bajo la custodia del régimen. Ellos tratan de liberarlos con presos comunes bajo régimen de convivencia familiar, pero sabemos que esa medida es amplia, y no se ajusta a todos los casos. Entonces, hay un limbo jurídico, porque no te notifican cuál es la medida concreta. Es una liberación política, porque (las autoridades) están tratando de decir al mundo ‘estamos liberando,  estamos tratando de tener buena fe’; pero nosotros no queremos eso, lo que queremos es la liberación completa.

No juzgamos si los reos a los que se les ha concedido libertad cumplen los requisitos, pero nos ponemos a pensar por qué si liberás a tantos presos comunes no sacás de una vez a los presos políticos. Sabemos que es una estrategia política tenerlos encerrados porque hay presión.

Los presos políticos han manifestado malestar porque perciben falta de presión para lograr su libertad….

Es momento que cada uno de los nicaragüenses tomemos conciencia de que todo los que pasa aquí afuera repercute allá adentro: las desavenencias, las desuniones; nosotros las podemos manejar afuera sicológicamente mejor porque estamos libres, pero no alguien que está bajo un régimen de tortura, dentro una penitenciaría. Ellos no están alejados de las noticias y han sentido en su momento como que la liberación está en segundo plano. Estar preso siendo inocente y escuchar que no hay una exigencia fuerte para su liberación les impacta. 

Pero también que haya menos presión pública obedece a que la gente tiene miedo a represalias del régimen. Sabés que si salís a la calle y decís ‘Libertad para los presos políticos’ una de dos: amanecés muerto o en una cárcel.

¿Y usted considera que está haciendo falta gestión de las organizaciones?

No voy a decir que las organizaciones no han abogado por la liberación de los presos políticos, ahora mismo se hace pero con menor intensidad. Comprendemos que para que Nicaragua sea libre, para que la democracia llegue a nuestro país deben haber diferentes enfoques. Respetamos el trabajo de las organizaciones y sabemos que de una manera u otra cualquier gestión es grande y va a favorecer la liberación del preso político.

¿Qué expectativas tienen sobre la liberación?

Estamos totalmente convencidos de la que liberación va ser un hecho, pero agradecemos los pedidos de apoyo de todos; cada denuncia a nivel internacional, cada visibilización que se le hace al preso político nos ayuda. La unidad de todos es los que va lograr la liberación completa. Nosotros, los defensores, nunca paramos de concientizar a la población para decirles no los dejen solos. No nos olvidemos de aquellos que por su sacrificio hemos tenido cambios.

El cambio no llegará a corto plazo...

No esperamos que la violación de derechos humanos cese de un día para otro, porque deben cambiar muchas cosas, desde el policía que cuida un portón hasta el de más alto rango, tienen que cambiar esa ideología de irse contra su pueblo por ser obediente a un Presidente. La Policía, el Ejército y entidades estatales deben cambiar y entender que se deben al pueblo y no a una figura.

¿Tiene esperanzas, cree que se está avanzando para salir de la dictadura?

Estamos seguros que esto va cambiar, porque Nicaragua tiene un patrón muy importante y es que el nicaragüense lucha por lo que quiere. Yo misma lucho por lo que quiero y es lograr un cambio, enfocado en derechos humanos. Desde cada espacio hay personas luchando, y todos los que estamos participando tenemos la certeza de que estamos pasando por este trago amargo porque vamos a ver la luz en algún momento.

Soy muy religiosa, no tengo esperanza, tengo fe, que es la certeza de que va ocurrir algo que yo ahora no estoy viendo. Siempre les digo a mis hijos que si yo falto, sepan que contribuí en algo que quería que ellos vieran: la democracia y la libertad.

Ayúdanos a romper la censura, necesitamos tu apoyo para seguir informando

Donar