Gabriela Selser: “Cuando uno cree que ya el régimen ha volcado su crueldad, nos sorprende con algo peor”

La periodista y escritora presenta hoy su libro Crónicas de Abril en San José, Costa Rica, en el que recopila los hechos más violentos que enfrentaron los nicaragüenses durante la Rebelión Cívica, como la quema de un casa en el barrio Carlos Max donde murieron seis miembros de una familia.

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  • abril 17, 2023
  • 09:45 PM

Después del 18 de abril de 2018 las noches fueron angustiantes para la periodista y escritora Gabriela Selser. “¿Qué va a pasar mañana?, ¿qué cosa terrible vamos a ver?”, se preguntaba presa del insomnio. Desde ese día el país está sumergido en una especie de pesadilla eterna de represión, muerte, cárcel y exilio que Selser guarda en su memoria y en decenas de anotaciones, relatos y entrevistas que ha volcado en el libro Crónicas de abril, que presenta hoy en San José, Costa Rica, con el apoyo del Servicio Judío Americano. 

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Selser a sus 64 años ha huido de dos dictaduras. La primera vez fue en 1974 cuando su familia abandonó Argentina por la persecución del dictador Jorge Rafael Videla y se refugió en México. A ese país regresó en 2021 huyendo del dictador Daniel Ortega que impone el terror en  Nicaragua, país al que irónicamente llegó en el siglo pasado atraída por la Revolución Sandinista. 

Lo que ha vivido y reporteado y que ahora cuenta en su libro sobre la deriva autoritaria de Ortega es “doloroso”, confiesa en esta entrevista con DESPACHO 505 en la que destaca su obra como un aporte a la memoria del país para no se repitan violaciones a los derechos humanos como las cometidas por el régimen. 

La autora de Banderas y harapos se nacionalizó nicaragüense en 1984 y fue militante del Frente Sandinista y periodista de Barricada, el órgano oficial del sandinismo en los 80.  

También fue corresponsal de guerra y en los ochentas acompañó a Ortega en sus giras internacionales. Una de estas fue la visita de Ortega a Corea del Norte, sometida por Kim Jong-iI, donde fue recibido por “gente que parecía robot con una banderita en la mano”. De regreso a Nicaragua, recuerda, Ortega se acercó a los periodistas y pidió comprensión por el gesto propio de una “cultura asiática”. “Dijo que no nos preocupáramos porque en Nicaragua a él jamás lo iban a venerar. Que él no tenía esa expectativa”, cuenta. Sin embargo, la escritora cree que en el fondo Ortega aspiraba a que lo veneraran. 

¿En qué momento decide escribir un libro sobre las protestas de 2018?

Este libro nació al mismo tiempo de las protestas, porque comencé a tomar parte de mi trabajo como periodista de medios internacionales, de manera simultánea a mis coberturas y la elaboración de mis reportajes y crónicas. Comencé a tomar notas en un diario sobre todo lo que iba sucediendo. Luego, estas notas se convirtieron en relatos de emociones, de las cosas que sentía en el día, en la noche, fuera de lo que se proyectaba en un reportaje.  Cuando uno trabaja para medios internacionales uno tiene otro estilo, ni poético, ni una narración literaria. La mayoría es información pura y dura. Más allá de eso yo tenía mis notas con las emociones, el dolor, la rabia, la incertidumbre, el asombro que nos provocó a todos al comienzo el estallido social y la respuesta desproporcionada del régimen para aplacar las protestas. 

Hablaba de emociones, que no lograba dormir varias noches cuando estaban las protestas. ¿Cuáles eran sus sentimientos en esos días de la brutal represión en Nicaragua? ¿Qué tipo de emociones plasmaba en ese diario y retomó para esta obra?

Como todos los periodistas que cubrimos y que vivimos la situación en Nicaragua desde 2018, primero fue asombro, luego fue el apuro por cubrir todo, por tratar de no perder la noticia. Yo trabajaba en ese tiempo para la Agencia Alemana de Prensa y enviábamos entre 10 y 15 notas por día: resumen, entrevistas, reportajes. Era muy difícil a veces cubrir todo porque, como nosotros no trabajábamos con cámara, desde la casa no tenía posibilidad de salir a cubrir algo porque perdías otra cosa. Fueron días muy tensos. A medianoche llamábamos a los muchachos que estaban atrincherados en las universidades para preguntarles qué estaba pasando. Recuerdo, y así lo menciono en el libro, que mis contactos eran Edwin Carcache, Yaritza Rostrán, siempre estaban disponibles para darnos información. Desde la Upoli también había estudiantes que se comunicaban con nosotros, como Yubrank Suazo que siempre nos daba información. 

¿Qué tipo de libro es el que podremos leer? He leído que combina diferentes géneros periodísticos, ¿cómo hilvanarlos en una sola obra? ¿Fue difícil lograrlo?

No fue difícil porque lo tenía todo en la cabeza y en los apuntes. Comencé a escribirlo en 2018, lo guardé en diferentes memorias, me lo mandaba por correo por si se perdían las memorias. Desde enero de 2022 vivo en México y estando aquí retomé el proyecto.  Desde el año pasado comencé a armar el libro. Esto junto a mi trabajo como periodista. Soy corresponsal de la televisión alemana DW y para la agencia Associated Press y era difícil encontrar el tiempo. El libro consta de varios capítulos. La mayoría son relatos cortos que incluyen los principales episodios de lo que pasó. Está la casa quemada en el barrio Carlos Marx, la “madre de todas las marchas”, la muerte de Marcelo Mayorga (opositor de Masaya), entrevistas con Lesther Alemán, monseñor Silvio Báez, el padre Edwin Román en la iglesia San Miguel; entrevistas con víctimas, familiares de presos políticos. El libro llega hasta febrero de este año con la liberación y destierro de 222 presos políticos. El libro también lleva microrrelatos sobre las emociones. Entre un capítulo y otro puede aparecer un relato que diga el terror, la noche, delirios. Hablan funcionarios del Gobierno, habla Rosario Murillo y la entrevista a Daniel Ortega que hizo la DW. 

Es un libro también personal si hablamos de emociones que son parte de su sentir…

Es un libro que está escrito de manera testimonial por ser en primera persona. Son los relatos de una periodista que cubrió la crisis del 2018 y los años siguientes hasta que tuve que salir del país. Nosotros pasamos de ser cronistas, reporteros, documentalistas de lo que pasaba, a ser víctimas de la represión y tuvimos que salir. Hay casi 200 periodistas independientes fuera de Nicaragua que no podemos volver y quiero mandar mi solidaridad y respeto al trabajo que cada uno de mis colegas están haciendo fuera del país para mantener la información de Nicaragua vigente. También mis respetos a los colegas que todavía están dentro de Nicaragua y realizan su trabajo con muchísimo riesgo. 

El libro cuenta lo que ha pasado hasta febrero de este año. ¿Cuál de todos estos hechos le impactó de manera particular? Abril nos tocó a todos y la represión del régimen no deja de sorprender y escala…  

Cuando me iba a dormir pensaba: ¿qué va a pasar mañana?, ¿qué cosa terrible vamos a ver? Porque lo que se sentía y todavía se sigue viviendo en Nicaragua, cuando uno cree que ya el régimen ha hecho todo lo posible en su estrategia de crueldad, siempre nos sorprende con algo peor. Cuando ya parece que va a pasar, que hay algún resquicio de ver la luz en esta situación tan terrible, siempre nos sorprende con algo peor. Eran episodios impactantes, por ejemplo, a todos nos conmovió el incendio del barrio Carlos Marx y la quema de una familia entera, gente que murió quemada después que paramilitares prendieron fuego a la casa.

ANÁLISIS | El terror: la fuente del poder de Daniel Ortega a cinco años de la Rebelión de Abril

El libro se llama Crónicas de abril, la verdad sobre la rebelión del 2018 en Nicaragua. A mi me preguntan por qué dice “la verdad” y quiero explicar que es la verdad de los hechos concretos, a la documentación que organismos de derechos humanos nacionales e internacionales han hecho de lo que sucedió. Es la verdad de lo que todos vimos, la represión descomunal de un Estado, de un aparato estatal puesto en función de la represión para masacrar a la gente indefensa. La verdad está justamente plasmada en los hechos que el libro narra, que son hechos documentados por la prensa, organismos de derechos humanos y por cada uno de nosotros.

¿Hay algún capítulo dedicado a figuras opositoras o algún repaso de lo que pasó con la oposición en estos cinco años? 

Se menciona a los presos políticos, el arresto de los más de 50 líderes opositores, periodistas, abogados, defensores de derechos humanos que fueron llevados a la cárcel entre mayo y septiembre de 2021. También se recrea el diálogo nacional, la posición de la  Iglesia en ese diálogo, la persecución a la Iglesia como tal, el encarcelamiento de monseñor (Rolando Álvarez). He tratado de cubrir los momentos más importantes de estos cinco años. Obviamente habrá cosas que no estén reflejados, personas que no aparezcan, pero he tratado de hacerlo con base al trabajo que yo realicé. 

Usted escarba  emociones con este libro, en un 18 de abril que es una fecha muy simbólica. ¿Qué siente cinco años después de la Rebelión?

Es triste, pero al mismo tiempo pienso que forma parte de nuestro reto y nuestro trabajo. Ahorita más que nunca tenemos que seguir difundiendo lo que pasa, porque Nicaragua está envuelta en un apagón informativo, en silencio. Tenemos que seguir luchando contra eso. Yo soy miembro de la organización de periodistas y escritores, PEN Internacional, era miembro de PEN Nicaragua que fue clausurado por el Gobierno. Desde PEN también elaboramos un monitoreo mensual y buscamos cómo proyectar lo que está pasando hacia afuera. 

¿Qué sigue después de este libro? ¿Piensa en otro con las etapas que no pudo contar?

Posiblemente surja otro libro más adelante. Por el momento, quiero disfrutar este porque los libros son como los hijos, hay que darse tiempo para estar con ellos al comienzo, presentarlo, quisiera ir a presentarlo a otros países, también, después de Costa Rica. Me voy a dedicar a esta etapa de acompañar el libro para que empiece a recorrer su camino.

***

La escritora Gabriel Selser pudo salir de Nicaragua en 2021 gracias a la gestión de la embajada de Argentina en Managua. Además de la nacionalidad nicaragüense tiene la argentina. Sin embargo, el régimen de Daniel Ortega le quitó el pasaporte nacional como parte del control al que tiene sometido al país. “Ahora, a mi me quitaron el pasaporte para impedirme salir”, dice. Ocurrió cuando estaba a punto de emprender un vuelo a México donde vive su hija.

A su hermana, el régimen también la expulsó cuando vino a Nicaragua a buscar a su mascota.  “Por el momento, sé que no puedo regresar a Nicaragua”, agrega. La periodista menciona que conoce a varias personas a las que Ortega les ha impedido viajar al exterior. “Conozco capitanes de la Policía, coroneles del Ejército que no tienen permiso de salir del país”, dice. Ahora vive su exilio en México, el país donde se ha refugiado dos veces.

Usted fue militante del Frente Sandinista, ¿cómo valora el hecho de que ese proyecto revolucionario que llenó de esperanzas al país en el siglo pasado haya terminado en lo mismo por lo que se luchó?

Pasamos de la utopía a la dictadura. A mi personalmente me dolió mucho. Yo fui periodista del diario Barricada y la Agencia Nueva Nicaragua que fundó el Frente Sandinista. Fui corresponsal de guerra durante siete años, viajaba con los batallones de lucha, con el Ejército Sandinista cubriendo la guerra de ese lado. Nunca estuve del lado de la Contra porque no me hubieran dejado entrar tampoco. Viajé por todo el mundo con Daniel Ortega y los principales dirigentes del Gobierno en aquel entonces. Para mí, es doloroso que una persona, un proyecto que ofreció paz, trabajo, reconciliación, unidad, ya a la vuelta de los años se haya convertido en un presidente autoritario, un dictador que intenta someter a Nicaragua solamente por mantenerse en el poder al costo que sea. Es doloroso porque mi padre, Gregorio Selser, apostó por el proyecto sandinista, escribió libros sobre Sandino desde antes que yo naciera, libros que fueron icónicos en Nicaragua y que eran, incluso, elogiados por Ortega y sus allegados. 

Ahora, a mi me quitaron el pasaporte (nicaragüense) para impedirme salir. Hace un año que venía a visitar a mi hija a México y tuve que salir con mi pasaporte argentino. Pero, por el momento, sé que no puedo regresar a Nicaragua. Mi hermana, que es ciudadana mexicana, trató de ir por mi perro un mes después, hace un año, y fue expulsada de Nicaragua. Es la primera vez que lo cuento públicamente. Es la verdad. Hay miles de personas a las que se les impide salir de Nicaragua, se les impide regresar, incluso la gente de ellos. Conozco capitanes de la Policía, coroneles del Ejército que no tienen permiso de salir del país. 

¿Salió por el aeropuerto o tuvo que irse a otro país para viajar a México?

Salí del aeropuerto porque presenté mi pasaporte argentino y pedí apoyo a la embajada argentina. Ellos pidieron autorización al Gobierno para que dejaran salir a la “ciudadana argentina Gabriela Selser”. Eso me dolió muchísimo porque yo soy nicaragüense, me dieron la nacionalidad nicaragüense en el año 1984 cuando tenía 23 años y he vivido en Nicaragua 42 años de mis 60. Yo soy nicaragüense, amo a Nicaragua como la ama cualquier persona que haya nacido allá. 

¿Cómo está viviendo este exilio? 

En mi caso es un doble exilio. Esta es la segunda vez que estoy exiliada en México. Mi papá era un periodista opositor a la dictadura militar en Argentina y tuvimos que salir perseguidos. Yo salí de 15 años. En México estudié mi preparatoria, conocí a unos nicaragüenses con quienes establecí amistad y luego me interesé en ir a Nicaragua con el triunfo de la Revolución para ir a alfabetizar.  México ha sido refugio. Mi hija estudia aquí, mi hermana vive aquí, tengo la suerte de tener a mi familia y en ese sentido me siento privilegiada porque sé que el exilio para los que salieron con una mochila en la espalda y no tienen dónde vivir es una cosa terrible. 

Desde su trabajo en Barricada acompañó a Ortega en muchas giras. ¿Qué le pareció ese Ortega de esos años y qué le parece el dictador de ahora?

Nosotros respaldábamos un proyecto revolucionario, los comandantes eran líderes. En los viajes había que cubrir lo que hacían, las reuniones y se enviaban al periódico. Recuerdo que cuando fuimos a Corea (del Norte) la gente parecía robot con la banderita en la mano saludando a Daniel Ortega cuando llegó en su caravana. Cuando subimos al avión empezamos los periodistas a festejar porque ya nos íbamos (de Corea) y Ortega llegó a hablar con nosotros para decirnos que era una cultura asiática, que los líderes eran venerados, pero que nos nos preocupáramos porque en Nicaragua a él jamás lo iban a venerar. Que él no tenía esa expectativa porque los nicas no eran tan disciplinados.

En el fondo creo que hubiera querido que lo veneraran. 

¿Cómo ve la situación de Nicaragua? Después de cinco años no hay indicios de que la cosa pueda cambiar. 

Me parece clave la unidad de la oposición. No deben volver a caer en conflictos internos, en pleitos de figureo, de poder, de ver quién resalta más que otro. Tienen que unirse porque es la única forma de que podamos salir de esta situación. Espero que se mantengan unidos, que traten de deponer intereses personales para que pueda haber realmente una unidad que ayude a cambiar la situación.

Usted que trabaja para agencias internacionales de noticias, ¿cree que sigue habiendo interés por parte de la prensa internacional sobre la situación de Nicaragua?

Es difícil ahora mantenerlo porque “no está pasando nada” dentro de Nicaragua o si está pasando es difícil documentarlo, reportarlo, comunicarlo. Lamentablemente los medios internacionales buscan las noticias terribles, de impacto, que, por lo general, son negativas. Creo que la excarcelación de los 222 presos políticos fue un hecho noticioso que devolvió a Nicaragua en la agenda, pero nuevamente están cayendo en el silencio informativo. Espero que estos días de abril y las actividades que se hagan fuera del país ayuden a proyectar lo que está pasando. 

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