Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de WOLA: “No hay otro país en el Siglo XXI que haya tenido la cantidad de muertos en protestas como Nicaragua”

A cinco años de la Rebelión de Abril, la presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos aboga por sanciones “bien pensadas” contra el régimen y considera que monseñor Rolando Álvarez es una figura internacional de resistencia.

None
default.png
  • abril 17, 2023
  • 08:44 PM

El 9 de febrero de 2023, el día que el régimen de Daniel Ortega desterró a 222 presos políticos a Estados Unidos, en la sede de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés), hubo alivio. En la sede del organismo el personal no se contenía las ganas de celebrar. Por fin, 222 prisioneros políticos nicaragüenses, incluidos los líderes encarcelados en el contexto de la farsa electoral de 2021, respiraban libertad y dejaban atrás las torturas a las que los sometió la dictadura en cárceles de máxima seguridad. Sin embargo, la alegría duró poco. 

https://open.spotify.com/episode/4vvHd25QqYEMqvgL4LZ093?si=U0YAUhM-S7mdfNkwetS2cQ

Mientras el avión de la libertad volaba con destino a Washington, la dictadura usó a su antojo los poderes Judicial, Electoral y Legislativo para quitarles la nacionalidad nicaragüense bajo la figura de traidores a la patricia. “Cuando creemos que el régimen no nos puede sorprender, nos sorprende, y son sorpresas de mal trago”, cuenta la presidenta de WOLA, Carolina Jiménez Sandoval, en entrevista con DESPACHO 505. Ella es una defensora de los derechos humanos que ha trabajado para organismos internacionales como Amnistía Internacional y Open Society Foundations. 

El hecho de que Ortega haya despojado de su nacionalidad a los reos políticos significó, dice, que cualquier señal positiva de solución a la crisis sociopolítica se cayó inmediatamente. Al respecto, aboga por más sanciones contra el régimen, pero que no afecten a la población.  “Yo no creo que sea una buena idea promover sanciones que colapsan totalmente la economía de un país. Tienen que ser sanciones más inteligentes y que no afecten a la población”, agrega, al tiempo que enfatiza que aplicar sanciones como la expulsión de Nicaragua de tratados comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea podría derivar en una crisis humanitaria. 

A cinco años de las protestas de la Rebelión de Abril, cuál es la situación en materia de democracia… 

La respuesta es fácil y desoladora: no hay Estado de Derecho y no hay democracia. Siempre pienso en 2018 como uno de los años más traumáticos para Nicaragua y estoy hablando de un país que vivió una guerra civil. Recuperarse de una guerra lleva décadas, pero no hay otro país en el siglo XXI que haya tenido la cantidad de muertos en un contexto de protestas, como Nicaragua. La represión en varios países ha sido letal, pero ninguno tiene una cifra (de muertos) como la nicaragüense.

¿Podemos comparar a Nicaragua con el régimen norcoreano o al iraní?

En Irán las figuras religiosas tienen poder político, algo que no ocurre en Nicaragua porque Daniel Ortega tiene una guerra abierta contra la Iglesia que deja a todo el mundo sorprendido. Sí creo que Nicaragua está en un proceso tan profundo de cierre de todo espacio cívico, Nicaragua se va a acercando a ser un país donde el ejercicio del control político y poder social es más asfixiante.

¿Más que Cuba?

Lo que pasa es que en Cuba tiene 64 años con un partido único y una historia más larga. 

O sea, que en cinco años en Nicaragua fue abrupto… 

Nicaragua todavía tiene elecciones presidenciales y protesta de diferentes maneras. Abril de 2018 fue un antes y después por la represión, pero en 2021 la comunidad internacional mira de nuevo a Nicaragua porque Ortega quita a los candidatos presidenciales toda posibilidad de participar en las elecciones y muestra la vocación de permanencia del poder. Eso no lo ves en Cuba, en Cuba votas, pero no eliges. Son sistemas políticos diferentes, y el cubano lo ha ido perfeccionando, porque tiene 64 años. El cierre de cualquier espacio, por parte de Nicaragua, pone al país en el ojo del huracán. Ha sido abrupto. 

A la luz de las manifestaciones, ¿se puede decir que los ciudadanos no pierden la esperanza de construir estados democráticos?

Las protestas son señales de insatisfacción y resistencia. Salimos a protestar porque exigimos derechos que no están siendo garantizados y salimos a protestar porque no te han escuchado. Pero la represión cuando es tan letal y hay detenciones, obviamente pueden generar un efecto de disuasión, y la gente no quiere exponerse, aunque eso no quiere decir que la resistencia de una sociedad se acaba. Lo que suele suceder es que cambia, se redefine. Después de abril de 2018 y todo lo sufrido, que tengas medios y oenegés operando desde otros países; estudiantes y feministas desde el exilio, levantando la voz en favor de país y visibilizando las violaciones a los derechos humanos, lo que demuestra es que a pesar de la represión han adaptado sus estrategias de resistencia. 

¿Qué puede hacer la comunidad internacional? Hemos visto que, pese a las sanciones, el régimen no cede y la sensación es de incertidumbre…

Hay algún tipo de sanciones que no han sido aplicadas, los hijos de Ortega y Murillo han sido sancionados, pero hay gente que puede ser sancionada por parte de la comunidad internacional. Hay un espacio para asegurarnos que estén sancionados los que ahora no lo están. Por otra parte, se habla mucho de cómo algunas entidades internacionales siguen dando oxígeno al Gobierno de Ortega sin tomar en cuenta cómo se utilizan los recursos y quienes lo están utilizando. Hay que buscar la manera de que esos financiamientos lleguen con condicionamientos claros. No queremos que el pueblo se vea humanitariamente afectado.

Se ha hablado de sancionar a Nicaragua sacándola de los tratados comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea, pero eso más que un remedio sería un mal... en Venezuela no fue muy efectivo,  porque derivó en una crisis humanitaria. ¿Usted qué opina?

Las sanciones financieras contra el petróleo llegan a Venezuela en 2019 y lo que hacen las sanciones es que no le permiten al país recuperarse de la crisis, por lo tanto la profundiza y, efectivamente, lo que era una crisis existente, termina profundizándose y eso ha tenido un impacto humanitario terrible para la población, mientras que el impacto político nunca fue el deseado, porque se suponía que con esas sanciones se iba generar una estrategia de tal presión que Maduro iba a estar arrinconado y tenía que salir del poder. 

Lo que vimos años después de las sanciones fue una crisis humanitaria de la que no pudo salir y un presidente más atornillado. Sí creo que es un espejo donde hay que mirarse cuando se promueven sanciones que tendrán un impacto humanitario profundo. Yo no creo que sea una buena idea promover sanciones que colapsan totalmente una economía de un país. Tienen que ser sanciones más inteligentes  y que no afecten a la población. Cuando se colapsa la economía, no arrinconas al autoritario y lo que creas son niveles de desigualdad que hacen mucho daño. Hay que estudiar el tipo de sanciones a Nicaragua, pero hay que tener cuidado en las que impactan en la gente. 

¿Hay parangón en la región de un país donde se hayan violado tantos derechos humanos como en Nicaragua, en las recientes décadas?

A veces es difícil hacer comparaciones, porque cada país tiene sus propios desafíos en materia de derechos humanos, pero no todos los países de la región tienen investigaciones que arrojan que se han cometido crímenes de lesa humanidad. Venezuela tiene una investigación abierta por posible comisión de delitos de lesa humanidad y tanto el Grupo de Expertos de la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) y la ONU han ratificado que hay razones para decir que se han cometido crímenes de lesa humanidad en Nicaragua y se siguen cometiendo. La comisión de crímenes de lesa es importante ponerla más allá de un contexto regional, es un crimen cuya magnitud lesiona a la humanidad entera. Esos crímenes no prescriben, podrán ser juzgados. No cabe duda que son crímenes que preocupan, pero la región vive procesos de represión agudos. 

¿Y cómo valora el ataque a la Iglesia católica de Nicaragua? 

Es parte del patrón de persecución del Gobierno de Ortega contra quienes piensan distinto, contra quienes ejercen liderazgos diferentes al régimen y contra aquellos que tienen legitimidad y son apreciados en la sociedad. Rolando Álvarez es una figura internacional de la resistencia contra el régimen. No conozco otro caso de un obispo sentenciado a 26 años de cárcel. ¿Cuántas personas conocen el nombre de un obispo en cada país? Hoy se conoce a Álvarez. El ataque es parte de su política de represión, no es aislada, pero es particular porque la Iglesia tiene mucha legitimidad por el trabajo social que hacen. 

Usted es venezolana, ¿Maduro ha llegado a eso?

La Iglesia católica venezolana ha sido crítica y tuvo una relación muy tensa con Hugo Chavez y Maduro, pero ha sido un actor importante para otorgar ayuda humanitaria. Maduro no la ha atacado porque tienen un importante rol humanitario, no hay limitaciones a las procesiones. En el caso nicaragüense, una cosa es la persecución política contra líderes y otra cosa es la violación a la libertad religiosa.

Cómo documentar estas violaciones cuando los defensores están en el exilio....

Quienes están dentro de Nicaragua e informan son valientes. El mundo se entera, hay todavía esa resiliencia de organizaciones locales, de documentar las violaciones a los derechos humanos. Lamentablemente no tenemos toda la información que necesitamos porque el riesgo es muy alto. 

En otros temas, Nicaragua ha protagonizado una crisis migratoria sin precedentes y Estados Unidos responde con la figura del parole humanitario e impide que se pida asilo… 

Es decepcionante porque por un lado hay una crítica muy grande sobre el carácter autoritario por parte de Estados Unidos, pero cierra las puertas a quienes huyen de Ortega. El parole es una manera de solicitar una llegada legal, y se apoya, es una vía alternativa, y creo que se establecen estos mecanismos para intentar mitigar el impacto que está teniendo el cierre del sistema de asilo, como lo conocíamos. El parole no era suficiente para la cantidad de gente que estaba llegando.

Como organizaciones de derechos de Estados Unidos, ¿sabe cuánto ha incidido esta medida?

Siempre detiene los flujos de forma temporal. Una restricción, una barrera a la migración, no elimina el factor de expulsión, Nicaragua no cambió porque Estados Unidos puso una barrera. Luego volverá a aumentar, eso ha sido así.

Y qué opinión le merece el rol cómplice del Gobierno de México… 

Es complicidad en una política migratoria que no está basada en perspectiva de derechos humanos como es la estadounidense. La frontera sur de Estados Unidos ya no está en el norte de México sino en la frontera de México con Guatemala.

Hablemos de América Latina, ¿Cuál es el estado de la democracia en la región? ¿Retrocede, está estancada o avanza?

Lamentablemente, se ha experimentado un retroceso democrático muy preocupante en las Américas. Si uno sigue los índices que hacen instituciones como Freedom House, The Economist, observa que coinciden en decir que la región ha sufrido un retroceso democrático. Tal vez para nuestra sorpresa, hace 10 años todos teníamos a Estados Unidos como un país que promovía la democracia en el mundo o que tenía una democracia muy sólida, sin embargo en los últimos años ha sido catalogado como un país con problemas de retroceso democrático. Dentro de ese cuadro, también, tenemos gobiernos autoritarios consolidados y autoritarismos en procesos de surgimiento. Nicaragua, Venezuela y Cuba son los países que uno puede llamar autoritarismos consolidados, pero tenemos países como Guatemala, El Salvador y México experimentando retrocesos democráticos acelerados. 

¿Quiénes se salvan en la región? ¿Colombia, Chile,  aunque Gustavo Petro genera ciertos temores? 

Yo primero salvaría a Uruguay, que es un país pequeño, pero que ha demostrado por muchos años una alternancia del poder pacífica y que ha logrado niveles de bienestar mucho mayores. Uruguay es un país que tiene mucho adelanto en derechos económicos y sociales.

¿Qué ha hecho diferente Uruguay? 

Uruguay es un país pequeño y eso genera facilidades a la hora de gestionar recursos. En Uruguay han sabido manejar sus recursos, tienen un estándar de vida alto y eso hace que no sea tan fácil que lleguen figuras outsider, mesiánicas, a decir que van a dar bienestar. Es un país con niveles de seguridad ciudadana mejores que el promedio. Tener indicadores socioeconómicos y de seguridad ciudadana ayuda a la estabilidad política. 

¿Por qué la región ha experimentado este retroceso, no se logró crear un balance entre democracia y bienestar?

El populismo - autoritarismo latinoamericano actual se nutre de la insatisfacción ciudadana con la promesa que la democracia no cumple. Cuando la región pasó de los autoritarismos de las dictaduras del Cono Sur o de las guerras civiles de Centroamérica a procesos de paz,  a procesos de transición, las expectativas sociales eran altísimas. Los países se esforzaron en crear institucionalidad democrática, en cambiar los ejércitos y hacer las policías profesionales; tener sistemas de justicia independientes, en poder celebrar elecciones libres y transparente, pero lo económico no necesariamente vino a favorecer a las mayorías y algunos países no pudieron controlar los temas de violencia. Toda sociedad tiene un límite de lo que puede tolerar y entre los problemas de seguridad y la desigualdad, que han sido una de las características que la región mantiene en perpetuidad, se convierte en tierra fértil para líderes que prometen ser diferentes al resto y prometen generar el bienestar que la democracia no generó. 

¿Hay esperanza en América Latina en que la situación pueda cambiar ahora con gobiernos de izquierda?

Yo creo que las izquierdas y las derechas como categoría de análisis se van desdibujando. Las alianzas políticas que los líderes hacen tienen que ver con la forma antidemocrática en la que operan más que en la ideología política que dicen tener de la boca hacia afuera. Los intereses son conectar con otros actores que quieran taparse los ojos ante sus rasgos antidemocráticos. Pero sí creo que la izquierda puede ser democrática, el presidente de Chile (Gabriel Boric) es uno de esos que puede demostrar una izquierda democrática al posicionarse en contra de lo que pasa en Venezuela y Nicaragua. En América Latina tiene que haber un pacto por la democracia.

Pero, puede cambiar algo si también tomamos en cuenta que Estados Unidos, guardia de la democracia, tiene su sistema amenazado, como lo decía al inicio.  

Si retomamos la historia de la región, observamos que han habido transiciones democráticas en América Latina, en diferentes países, a lo largo de la historia. Actualmente, han cambiado las formas en la que los autoritarismos llegan y permanecen en el poder. Nadie hubiese esperado que Jorge Videla y Augusto Pinochet (dictadores de Argentina y Chile respectivamente) salieran del poder y terminaron saliendo, pero el problema  es que mientras se experimenta y se sufre con esos autoritarismo, es muy difícil ver los ejemplos históricos como esperanzadores. Son procesos que han llevado tiempo y en los que han tenido que coincidir muchos factores, pero cuando suceden los autoritarismo es difícil ver esa posibilidad y es comprensible porque pareciera que nunca van a irse, pero en la historia de América Latina hemos visto el fin de dictaduras y el comienzo de transiciones democráticas. Lo hemos visto en el pasado y quiero creer que en un futuro no lejano vamos a ver a estos autoritarismos de ahora como tema del pasado.

Ayúdanos a romper la censura, necesitamos tu apoyo para seguir informando

Donar