Tamara Dávila: “Encontré la forma de estar bien en la cárcel para que el régimen no me doblegara”

La excarcelada política narra cómo sobrevivió a 606 días de encierro en El Chipote. Su mantra fue aprovechar el metro cuadrado de su celda. En horas de agobio cantó la Misa Campesina. Dávila, una de las figuras del feminismo más relevantes de Nicaragua, dice que Ortega no la pudo doblegar. Ni a ella ni a la lucha de las mujeres.

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  • marzo 08, 2023
  • 04:48 AM

La prioridad de Tamara Dávila, a 28 días de haber salido de la cárcel, es ver a su hija de seis años. Espera verla pronto y, según cuenta, le ha prometido no cortarse el pelo para que pueda hacerle trenzas ahora que tiene el pelo largo. Esta mujer de 42 años se convirtió en uno de los rostros políticos y feminista más reconocidos del país en los últimos años. El deseo de su hija no es ajeno. Siempre se le vio de pelo corto y alzando el puño por la lucha feminista. Pero su cabello creció en 606 días en una cárcel de un metro cuadrado y en completo aislamiento. 

Sus días ahí lejos de vencerla, la fortalecieron. “Tengo que encontrar la forma de estar físicamente bien para que mi cuerpo no lo doblegue la dictadura, tengo que encontrar la forma de estar mentalmente sana para no salir loca de aquí”, cuenta que se dijo uno de esos primeros días que le siguieron a su arresto del 12 de junio de 2021 en su casa en Managua. En la víspera del 8 de marzo,  Dávila habló con DESPACHO 505, y destaca su fortaleza y resistencia, pero también la de las mujeres que luchan contra el régimen de Daniel Ortega. 

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“Las mujeres no podemos salir a las calles a celebrar el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Sin embargo, nos hemos reinventado y el feminismo nicaragüense, está vivo, está más diverso que nunca porque nos hemos abierto a otros espacios, nos hemos vinculados con otros grupos que antes no nos vinculamos, muchas de las organizaciones de mujeres, están participando también políticamente”, dijo la sicóloga a través de una videollamada de Zoom. 

Dávila, integrante de la Unidad Nacional, y blanco del régimen a lo largo de 2020 y 2021 está recuperando poco a poco su vida. Disfruta de la libertad en Estados Unidos. Aunque se muestra fuerte, hay secuelas de esos días de prisión, como la falta de sueño. En esta entrevista rememora los momentos de su secuestro y las horas más agobiantes en la cárcel de máxima seguridad y las actividades que le ayudaron a resistir, como la oración, el baile y el canto. 

Libertad y destierro, ¿cómo llevas estas dos palabras  a semanas de haber sido excarcelada por el régimen?

Con mucha gratitud por la solidaridad, por el enorme trabajo que todo el mundo dentro y fuera del país ha hecho. La principal necesidad es reunirme con mi hija, con mi familia, tengo la esperanza de que eso va a suceder pronto y que va a suceder también para cada uno de los 222 desterrados. También vivo este exilio, esta libertad, con una enorme certeza de que vamos a salir de esta dictadura. Todo lo que he visto en estos años, mi encarcelamiento, me dice que esto no da para más, que Daniel Ortega y Rosario Murillo se van a ir. 

¿Cómo fue el allanamiento de tu casa el 12 de junio que fuiste arrestada?

Fue muy violento como todos los operativos en ese período. Salí y abrí la puerta de mi casa ese día cuando un agente llegó a preguntarme por qué estaban  dos personas en mi casa. Yo tenía seguimiento policial desde hace ocho meses, para entonces, y la Policía hacía parte de mi paisaje. La noche que ocurrió la detención varias mujeres policías me rodearon y me golpearon. Recuerdo que les dije: “Yo estoy acá. No entren a mi casa que hay una niña menor de edad”.

¿Qué pensaste que iba a pasar con vos el día que te detuvieron?

El operativo ocurrió en cinco minutos. Había un montón de patrullas y agentes de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (DOEP). Cuando me suben a la patrulla una de las oficiales notó que sangraba por la nariz, me levantó la cara y me dijo: “Ideay, ¿qué te pasó?”. Yo me arreché y le contesté: “¡Qué me va a pasar, que me cachimbeaste”. Y me volvió a pegar.  Cuando la patrulla arrancó, sentí un viaje eterno, pese a que no fueron muchos minutos. Simplemente, tuve miedo, porque no sabía a dónde me llevaban hasta que escuché que me llevaban a la Dirección de Auxilio Judicial. Respiré porque al menos ese día no me iban a matar. 

¿Por qué decidiste quedarte y no exiliarte?  

Uno nunca está preparado para algo así. Muchos de los que estábamos metidos en esto, desde 2018, sabíamos que  podía pasar, que era cuestión de tiempo. Yo decidí no salir del país porque ese es mi país y porque yo no no estaba dispuesta. Tampoco tuve mucho chance, porque tenía a la Policía detrás todo el tiempo. Decidí quedarme sabiendo que me iban a arrestar. Yo ya me lo esperaba, pero uno nunca realmente tiene conciencia de la perversidad del régimen hasta que lo vive.

Contame de las etapas dentro de la cárcel… uno debe experimentar la incertidumbre, la resignación, esperanza, muchos sentimientos, ¿no?

Siempre supe que en algún momento íbamos a salir porque desgraciadamente la historia de nuestro país es una historia de presos políticos a lo largo y ancho de los años de vida como pueblo independiente. Y el modus operandi contra los presos políticos siempre termina  hundiendo a las dictaduras. Estaba clara que yo iba a salir en algún momento, lo que yo no sabía era cuándo. Tampoco conté en ese primer momento con la crueldad y la tortura psicológica de tenernos aislados. Estuvimos en un sistema carcelario en donde no podías hablar con nadie, en donde si te sacaban de tu celda tenías que ir siempre con la cabeza para abajo sin poder ver a los lados, sin poder decidir o hacer algún gesto a los demás presos que te ibas encontrando en las demás celdas.

Es decir, el sistema represivo interno en materia de tortura psicológica fue muy fuerte. Nunca nos permitieron ni siquiera una fotografía de nuestros hijos, una carta o algo. Hasta el mes de noviembre del año pasado nos permitieron a todos poder tener el contacto con los hijos y de todos los meses que estuvimos ahí, las visitas no se corresponden con lo que establece la Ley del Sistema Penitenciario. La dictadura quería doblegarnos, doblegar el cuerpo, el espíritu y doblegar la mente, pero rápidamente yo me di cuenta de eso y me dije: “no me van a doblegar, yo tengo que encontrar la forma de estar físicamente bien para que mi cuerpo no lo doblegue, tengo que encontrar la forma de estar mentalmente sana para no salir loca de aquí y encontrar la forma de salir como un mejor ser humano”. Todos salimos en pie y salimos más fortalecidos de lo que hoy por hoy está el régimen de Daniel Ortega y de Rosario Murillo.

¿Qué es lo que más extrañabas de tu hija?

Extrañaba estar con ella, ser parte de su vida. Extrañaba su sonrisa, su presencia, su juego. Jugábamos mucho. Me reclamaba porque siempre estaba haciendo llamadas por teléfono y haciendo muchas cosas en términos públicos y políticos y ella me decía “mamá deja el teléfono un ratito, por favor, escuchame”. Todas esas cosas eran su presencia. Mi hija tendrá que pedir justicia en su momento y ahora se abre la gran oportunidad de poder demandar al Estado de Nicaragua. Ella va a poder hacerlo si no lo voy a poder hacer yo. 

Las veces que tu familia logró verte, que fueron muy pocas, contaban que estabas fuerte, digna, que cantabas y bailabas. ¿Cómo se logra esto, qué música sonaba en tu cabeza?

Cantaba la Misa campesina y cambiaba estrofas. Por ejemplo, cambié la estrofa de El credo que dice el “romano imperialista” por “Daniel dictador”. Lo decía no muy alto, porque si no me podía ir mal, pero lo decía. También cantaban muchas canciones de Jorge Drexler que me encanta, yo soy fan de él. Rezaba, caminaba. En mi soledad logré ampliar mis límites espirituales. Siento que me conecté más con esa figura de la divinidad, y de Dios. 

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Cómo bailar en una celda…

Mi mamá Josefina Vigil es pedagoga y desde chiquita nos hablaba mucho de Paulo Freire y ella repetía una frase que más o menos reza que si uno no usa su metro cuadrado, el metro cuadrado de poder que cada uno tiene, alguien más lo va a ocupar por vos. Por eso yo dije “este es mi metro cuadrado y yo voy a usar mi metro cuadrado, porque en este metro cuadrado yo tengo poder sobre mí y lo voy a usar”. Tenía la certeza de que yo debía salir bien, lo mejor posible. No te voy a decir que estoy al cien por ciento,  todavía me está costando dormir. Hay un montón de cosas  que tengo que trabajar y que tengo que tener ayuda psicológica para estar bien y seguir trabajando por Nicaragua. 

Supongo que hubo momentos de flaqueza, de agobio. ¿Cuáles eran las peores horas del día?

Principalmente, en las madrugadas cuando me despertaba muy temprano entre las tres o cuatro de la mañana y ahí me daba mucho agobio, mucha tristeza. Imaginar que iba a empezar un nuevo día sin poder estar con la niña. También en las noches. Pensaba que acababa el día y era un día más, pensaba que estaba haciendo mi familia, que va a pasar, pero las rutinas  siempre salvan.  El tener una rutina hacía que el día eterno transcurriera más rápido.

¿Qué sigue ahora con vos? Te quedarás en Estados Unidos o tomarás alguna de las nacionalidades que ofrecen algunos países? 

Mi primer gran plan es reunirme con mi hija. Voy un día a la vez. Yo de momento estoy aquí en Estados Unidos muy agradecida de todo el apoyo que el Gobierno de Estados Unidos nos da.  Ya iré decidiendo, la gran ventaja es que puedo elegir (la nacionalidad).

Sos uno de los rostros feminista más destacados de Nicaragua y me gustaría consultarte cómo llegan las mujeres a este 8 de marzo…

Las mujeres nicaragüenses nos hemos transformado, nos hemos adaptado y es cierto que ya no podemos salir; y es cierto que Ortega ha impedido el derecho a la manifestación cívica, al movimiento de mujeres y a las mujeres en general en estas fechas emblemáticas, desde antes del 2018. Es decir, las mujeres no podemos salir a las calles a celebrar un 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, sin embargo, nos hemos reinventado y el feminismo nicaragüense está vivo, está más diverso que nunca porque nos hemos abierto a otros espacios, nos hemos vinculados con otros grupos que antes no nos vinculamos, muchas de las organizaciones de mujeres, están participando también políticamente. No hemos dejado de luchar un solo día y hemos seguido resistiendo y vamos a seguirlo haciendo hasta que se vaya Daniel Ortega y la Rosario Murillo y hasta que haya una transición democrática de distintas maneras.

¿Qué rol juegan las mujeres nicaragüenses en este proceso histórico? 

El rol de las mujeres en la democracia ha sido fundamental desde siempre. Ha sido un rol activo de incidencias críticas en cada uno de los espacios de incorporación de temas y de aspecto que son centrales para la vida de la mitad de la población nicaragüense. Las mujeres somos más de la mitad del 51% de la población nicaragüense, entonces las mujeres hemos estado participando en todos los espacios, vamos a seguir haciéndolo ese es el rol que hemos jugado y lo vamos a seguir jugando desde una mirada crítica desde una mirada que incorpora elementos vinculante a la justicia, a la democracia, pero también a la salud y a la vida de las mujeres en un país en donde la violencia hacia las mujeres es espeluznante. Vamos a seguir hablando de las violencias, pero también vamos a seguir trabajando por democracia, vamos a seguir exigiendo unidad y vamos a seguir vinculando en aquellos espacios en los que eso es posible.

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