María Esperanza Sánchez: “Daniel Ortega nos tiene miedo y por eso nos destierra”
Estuvo presa tres años y diez días. Le imputaron delitos de tráfico de drogas pero solo le preguntaban por su participación en las protestas.
- febrero 15, 2023
- 03:16 AM
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Si María Esperanza Sánchez hubiera sabido los nombres de los jóvenes que la acompañaban en las protestas contra el régimen en Matagalpa cuando estuvo siendo interrogada en El Chipote, probablemente los hubiera dado. La tenían desnuda en una pequeña, oscura y fría celda en la que no se veía ni las manos.
No reveló los nombres porque no los sabía. Quienes la acompañaban llevaban siempre el rostro cubierto. “Y le doy gracias a Dios que llevaban la cara tapada porque estuve en un estado en el que no podía más”, recuera ahora desde Estados Unidos adonde fue enviada por el régimen junto a 221 presos políticos.
Fue sentenciada a diez años de cárcel de los que cumplió tres años y diez días. La Fiscalía le imputó delitos de tráfico de drogas. La Policía le puso 1.215 gramos de marihuana en el momento de su arresto.
Cuando la llevaron a El Chipote le preguntaban de todo, menos de la droga. En esta entrevista con DESPACHO 505 recuerda el momento de su detención y expresa su dolor por el destierro forzado impuesto por la dictadura.
Usted fue detenida después de estar viviendo en la clandestinidad evitando la cárcel. ¿Cómo se dio su detención?
Yo estaba en Managua en una casa de seguridad. Llegaron, me enchacharon, me tiraron a una camioneta llena de basura. No sabía para dónde iba y solo le pedía a Dios que si me iban a matar lo hiciera rápido para no sufrir.
A mí me pusieron 1.216 gramos de marihuana para acusarme de tráfico de drogas cuando lo que yo andaba eran banderas y camisetas. Me llevaron a El Chipote y empezaron los interrogatorios, golpes, me metieron a un cuarto frío y sin ropa.
Me hicieron que me abriera, me golpearon en la espalda y aún tengo la lesión en la columna. Cuando me interrogaron querían que diera datos sobre los muchachos.
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Me acusaban de poner bombas cuando estábamos en la celebración de la misa de aniversario de muerte del preso político Eddy Montes. Nunca pudieron comprobar nada, pero me seguían interrogando.
Además del maltrato físico, está el psicológico. Me decían que todos se habían olvidado de mí, incluso mi familia. Cuando vieron que ya no pudieron hacer nada fui trasladada a los juzgados. No aceptábamos los cargos de marihuana porque mi único delito fue participar en las marchas. Nunca me cubrí mi rostro porque sentía que no estaba cometiendo ningún delito.
La acusan de drogas y le preguntan por su participación en las protestas...
Cuando me estaban interrogando yo le pregunté al oficial de qué le iba hablar, si de droga o mi participación en las protestas.
“De droga no, vos sabés que de eso no”, me contestó el policía.
Me pidió nombres y les dije que no conocía a nadie porque todos los chavalos andaban con su cara cubierta y le doy gracias a Dios por eso. Era tan cruel el trato y la tortura de tenerme en ese cuarto oscuro, frío y desnuda que, si hubiera sabido algún nombre, probablemente lo habría dado.
¿Cómo eran las condiciones en El Chipote?
Estuve en una celda oscura, para llegar al inodoro tenía que ir tocando. No me miraba ni las manos. Estaba sin jabón, sin ropa, sin papel higiénico, sin pasta de diente. Yo apestaba.
Una vez que la trasladan a La Esperanza, la prisión donde pasó tres años, ¿qué fue lo más duro que vivió?
La convivencia. A las presas políticas nos ponían con las presas comunes de alta peligrosidad dirigidas por las autoridades. En el 2020 me amenazaron de muerte y no podía dormir bien ni de día ni de noche.
Había mucha discriminación por ser presas políticas. No teníamos derecho a atención médica de las brigadas que llegaban y no podíamos participar en las misas ni en los cultos. No podíamos hablar con nadie cuando nos sacaban a tomar el sol. No podíamos tener atención médica especializada.
¿Cómo vivió este proceso de excarcelación y expulsión de Nicaragua?
A las 10:30 de la noche del miércoles me dicen que recoja mis cosas. Fui una de las primeras a las que llevaron al cubículo, nos tomaron fotos y nos dieron ropa. No sabíamos para dónde nos llevaban. Íbamos esposadas y nos llevaron a La Modelo para reunirnos con otros presos políticos. Cuando llegamos a la Fuerza Aérea nos hicieron firmar un papel que no logré leer. Cuando vimos el avión pensamos que íbamos a un país comunista. Lloramos, nos abrazamos. Al final se acerca el personal de Estados Unidos y nos dicen que veníamos a Washington. En el avión ya nos sentimos mejor, cantamos el himno.
¿Qué representa para usted este destierro?
Es duro dejar la patria, la familia, mis hijas. Me siento mal porque mi tierra es Nicaragua y Daniel Ortega no tiene por qué quitarnos la nacionalidad. Él ve un peligro en nosotros, nos tiene miedo. Sabe que, si nosotros estamos en la calle, nuevamente nos organizamos y por eso nos destierra.
Pero sé que mi familia me va a volver a ver. Cuando se vaya o cuando se muera Daniel Ortega.