Mujer, pobre e inmigrante: El perfil de la precariedad laboral en España

El sexismo y clasismo en la normativa del empleo del hogar y los cuidados en España, aunado a las restricciones racistas de extranjería, vulneran la vida y derechos de las mujeres migrantes que en su lucha por una vida digna quedan expuestas a diferentes tipos de explotaciones.

Dora González y Maryórit Guevara | 9 Junio 2021

Cada mes, Aurora Hernández hace una pausa en su trabajo para ir al Locutorio, una tienda de conveniencia en la que prestan servicio de envío de remesas, desde donde manda a su esposo y sus dos hijos en Nicaragua 900 de los 1,100 euros que le pagan por su trabajo de interna cuidado a una señora de 85 años en Bilbao, España. Un trabajo que inicia cada día a las 7:30 a.m. y que con suerte concluye a las 10:00 de la noche.

Migró a España en 2017, luego de trabajar vendiendo libros, ser auxiliar contable e incluso doméstica, empleo que al perder decidió migrar para sostener los estudios de sus hijos. Cuatro años después cuenta que las pocas condiciones laborales que como interna tenía se han extremado. El domingo que era su único día libre lo ha perdido. La señora a quien cuida “no se adapta con otra persona” lo que supone asumir su atención las 24 horas del día los siete días de la semana.

“Acepté todas las condiciones que me pusieron porque tenía una deuda en Nicaragua y llevaba tres meses en España sin trabajo”, comenta. Una deuda de tres mil dólares - de la que pagó el doble - que adquirió para poder costearse el viaje y los primeros días de estadía en País Vasco, la comunidad de España donde se concentra la mayor cantidad de mujeres inmigrantes de origen nicaragüense.

Es el único trabajo que ha desempeñado en España, un denominador común entre las mujeres migrantes que ante la falta de documentos de residencia como le sucede a Aurora, quedan atrapadas en el régimen de internas que supone una total ausencia de derechos laborales, la exposición a diferentes tipos de violencia y vivir escondidas en España, razones por las que las organizaciones de trabajadoras del hogar y los cuidados lo denominan “la esclavitud moderna” .

Aunque la señora que cuida es independiente, su jornada laboral alcanza las 15 horas diarias en las que atiende sus necesidades básicas, la acompaña y mantiene la casa limpia. No tiene salidas los fines de semana, excepto algunas horas en las que la anciana mira televisión o toma la siesta, y que Aurora aprovecha para visitar el piso (casa) que comparte con otras mujeres y por el que paga 60 euros mensuales de los 200 euros que le restan una vez enviada la remesa hasta Nicaragua.

“Tienes que trabajar 40 horas a la semana, pero en el régimen de interna no se cumple pues las mujeres trabajamos hasta 60, 70 incluso 80 horas a la semana. El doble del horario porque estás 24 horas disponible para la persona empleadora”, denuncia Edith Espínola, migrante paraguaya y vocera del Servicio Doméstico Activo (Sedoac), organización que demanda la desaparición del régimen de interna.

En este proceso, la situación de regularidad o irregularidad administrativa de las mujeres adquiere protagonismo en especial porque de las 580, 500 personas que trabajan en el sector, el 80% son mujeres migrantes, según datos del Seguro Social en España que refleja que solo el 68% se encuentran dadas de alta, es decir estarían cotizando.

Leer otro Reportaje